Faltaban apenas dos días para que el día de sus pesadillas llegase y Malfoy ya se encontraba en el tren rumbo a su casa. Ya lo tenía todo planeado: primero pasaría un tiempo con su familia y luego, horas antes de Navidad, se marcharía a casa de los Weasley. Ya había hablado con ellos acerca de aquello y se pusieron de acuerdo para esperarlo cerca del camino. Draco sopesó la idea de decirles la verdad o inventar una mentira a sus padres, y decidió que se fijaría sobre como irían las cosas.
El paisaje era monótono y aburrido, y las conversaciones de Goyle y sus demás compañeros no lo interesaban para nada. Eran aquellas veces en donde se preguntaba que estaría haciendo Granger, qué idiotez se le estaría ocurriendo a Trevor, qué broma estarían pensando los gemelos y qué era lo que le esperaba al finalizar la jornada.
Suspiró cuando se percató de que por más cerca que hubieran sido aquellos días, no siempre iba a ser así. Estaba muy seguro que al finalizar el año y empezar el siguiente, las cosas iban a ser como antes. Su relación se iba a tratar sobre odio mutuo, bromas, comentarios despectivos y demás.
Y también comenzaba a sentir que no quería eso. Ya se estaba acostumbrando a su torpe compañía y a los momentos de risa que compartían.
Hasta le empezaba a caer neutral Ron. Eso se podía considerar suficiente para saber que los sentimientos estaban de por medio.
Apoyó su cabeza en el cristal y refregó sus ojos con cansancio. En los días que pasaron luego de su casi-encuentro sexual con Hermione, ambos no se dirigieron mucho la palabra. Solo frases cortas y educadas que no pasaron desapercibidas por los chicos pero qué tampoco indagaron. Solo ellos dos sabían qué era lo que ocurría, y lo que en verdad pasaba es que ambos tenían miedo y vergüenza. Al fin y al cabo, Hermione era sangre impura y Malfoy era hijo de una de las familias más leales a Voldemort, que mataban a los impura sólo por diversión y tradición.
En resumidas palabras, lo suyo era un amor prohibido. Pero este amor nada tenía que ver con lo de siempre, donde ambos protagonistas luchaban contra viento y marea por su relación. Al contrario: ni Hermione ni Draco se atrevían a decir una palabra al respecto, y mucho menos a mover un dedo. Si alguien le pidiese opinión a Trevor, él los clasificaría con la simple frase "putos cagones".
El tren hizo una leve sacudida que sacó de sus ensoñaciones a Draco y lo puso de nuevo en la realidad. En la triste realidad.
-Draco, ya tienes que bajarte. – Anunció Parkinson cómo si él ya no lo supiese.
Inhaló con fuerza y apretó los puños. Dio pequeñas frases mentales de motivación y se atrevió a moverse. Pasó por donde estaba su actual grupo de amigos y decidió adoptar su postura de hombre, con el pecho hacia fuera, el mentón en alto y la mirada clavada en su destino. Para quien lo viera, podría decir que seguía siendo el mismo estúpido pretensioso y egoísta de siempre, pero la verdad era que estaba más que acobardado.
Al bajar del tren y empezar a caminar a donde su chofer lo esperaba, volvió a estar cabizbajo y meditabundo.
-Tienes la expresión de una persona que se dirige al matadero. – Lo saludó su casi amigo Eric. Draco le dirigió una mirada asesina.
-Cállate y conduce. – Ordenó de mala manera. Eric silbó bajito para luego darse la vuelta y hacer lo que mandaban. Pero eso no le quitó la oportunidad de seguir molestándolo.
-¿En qué drama te has metido ahora?
-En ninguno. – Se defendió.
-Sí claro, y a mí me dicen... - Draco lo interrumpió.
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Slythendor. [Dramione. Harry Potter]
FanfictionCuando Slytherin y Gryffindor se unen en el mismo juego, nunca podrá haber dos ganadores. Harto de los problemas que los alumnos de Hogwarts le ocasionaban, Dumbledore decide poner una solución a la situación: unir las Casas para que todos aprendan...