Mangle Blanco

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Aquel pequeño bote no le proporcionaba la seguridad necesaria para salvaguardarlo de las furiosas olas que arremetían contra él. Sería muy arriesgado caer al mar pues eso significaría la muerte. Aquella tormenta se había formado en cuestión de minutos, tomándolo por sorpresa y dejándolo incapaz de buscar refugio alguno.

Cada minuto que pasaba la situación se iba empeorando. Usando las llamas producto de su akuma no mi tomó tanta velocidad como pudo entre las impetuosas olas marinas. El cielo ennegrecido amenazaba constantemente a cualquiera que se encontrara desprovisto de protección con grandes ráfagas de aire y estrepitosos truenos.

Un rayo de esperanza se asomaba por el horizonte, una isla que podría fungir como un refugio temporal, el joven azabache se sujetó del mástil de su pequeño navío y con la vista en su objetivo mantuvo la fe para llegar sano y salvo.

Un día después.

Corría por aquel frágil y mojado sendero, a juzgar por sus movimientos parecía conocer bien el camino. Aun el cielo mantenía su furia y le era difícil mantener el paso. Tras avanzar una buena distancia pudo observar aquellas chozas de madera que estaban en perfecta armonía entrelazadas con el mangle blanco.

Una vez dentro del manglar el sendero se distribuía en otros más pequeños y cada uno conectaba con una choza, los caminos eran estrechos y estaban constantemente obstruidos por las raíces: aunque algunas de estas raíces servían como apoyo para subir a las casas que se encontraban por encima del suelo.

Si a plena luz de día el camino era oscuro y lúgubre el hecho de que estuviera buscando refugio en medio de esa gran tormenta no ayudaba en lo absoluto, la única luz con la que contaba era la que por episodios los hermosos rayos le proporcionaban. Sin importarle nada de esto y mucho menos el bonito vestido que llevaba trepó por las raíces y logró subir hasta la choza que tenía el número 27 en lo más alto.

Apoyándose fuertemente con sus dos brazos se impulsaba para lograr subir su cuerpo, una vez adentro levantó su rostro para poder observar el interior… y gran sorpresa se llevo al observar el rostro de un joven que estaba sentado justamente delante de ella. Dio un grito tremendo, por lo cual el joven se alarmó un poco y enseguida comenzó a tranquilizarla.

-Oye, lo siento. No sabía que este lugar tuviera dueño… alguien me trajo aquí después de que naufrague.

-Mis disculpas, es solo que no esperaba encontrarme con alguien. Me llamo Bellany Lafytte mucho gusto –le dijo con una gran sonrisa.

-Yo soy Portgas D. Ace encantado señorita.

-¿Eres pirata? –le preguntó con entusiasmo y un gran brillo en sus ojos.

-Así es, pertenezco a los mejores piratas, los piratas de Shirohige –le contestó con orgullo.

-¡Eso es sorprendente Ace-San!

-De alguna manera –rió un poco- No tienes pinta de ser pirata o alguna vagabunda ¿te has perdido? –le preguntó tras examinar sus ropas.

-Yo… -titubeó- yo ayudo a piratas que quedan atrapados en esta isla, y este es mi refugio, la choza 27.

-¡Entonces si estoy invadiendo tu propiedad! –Expresó alarmado.

-Está bien, puedes quedarte aquí no es ninguna molestia… es por el tiempo que todas las otras están ocupadas –le decía mientras volvía su rostro hacia afuera para observar la tormenta.

-¿Cuánto tiempo durara esta tormenta? Necesito salir lo más rápido posible.

-Aproximadamente un mes –le respondió.

-¿Tanto tiempo? –cuestionó con un rostro de enfado.

-Si, esta es la isla Kikō hendō… estas tormentas duran aproximadamente 2 meses y se presentan cada 5 meses. Durante esos dos meses no entran ni salen barcos de la isla ya que es muy peligroso. Supongo que no tienes un barco –lo miró de reojo- así que estarás atrapado aquí durante un mes hasta que pare la tormenta.

La Sangre Del Rey No ha MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora