Una voluntad heredada, el viento que aviva el fuego Parte 2

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El par de cortinas se ondeó con vehemencia, dándole pauta a sospechar que alguien había osado entrar sin su consentimiento a sus aposentos. Afortunadamente o no sus sentidos siempre estaban alerta.

Bloqueó por la izquierda con su arco envuelto en Haki, lanzó una patada hacia atrás, donde suponía que estaba el intruso. Nada. Pero era más perspicaz de lo que podría imaginar, volvió a defenderse con el arco, lanzando una fecha con potencia.

Indudable el poder de una Kuja, pero sus años de experiencia le traían ventaja sobre la muchacha de cabellos negros y ojos azules.

Materializándose poco a poco fue tomando forma frente a ella, de alguna manera sospechaba que se trataba de él. Suspiró con alivio, pero fastidiada por haberle hecho entrar en defensa.

-No deberías estar aquí –reclamó la Kuja mientras componía su cabello.

-No deberías de haberme dejado entrar –retrucó el hombre frente a ella, bien podía distinguirse la diferencia de edades entre ambos.

-La próxima.

-¿No está tu padre? Creo que no he visto al barco en el puerto.

-Se ha marchado hace un par de días. No sé cuándo volverá. Mamá no me ha dejado ir con él.

-Hebi-hime, debe de entender cuál es su papel aquí –el moreno se acercó a ella y le tomó de la mano-. Aún es joven e inexperta para salir al mar.

-Ya no tengo cinco años, Gray –contestó molesta. Siempre estaban cuidándola de más, tal vez por los miedos de su madre ante su amarga experiencia como esclava. Pero es que estaba segura de no ser tan torpe como para caer en eso.

-Créeme que lo sé –le sonrió antes de, sutilmente, posar un beso sobre sus finos labios.

-¿Viniste solo a eso? –Era tan tierno su rubor, Gray no podía evitar sentir el hecho de que estaba corrompiendo a una niña de quince.

-Arriesgando a que las kujas me corten la cabeza por venir y pretender a su princesa. ¿Te molesta?

-Para nada.

-Pienso quedarme en el nuevo mundo por un tiempo, así que no podremos vernos.

-Entiendo –dijo con desanimo.

-He visto a Neil hace un par de semanas. Te manda muchos saludos.

-No ha venido ni una sola vez desde que se marchó. Ingrato.

-Peleamos juntos, la marina es tan fastidiosa.

-Pensé que ambos pelearían entre sí para saber quién es el mejor.

-No necesito nada de eso. Yo ya tengo mi One Piece desde hace mucho –alzó los hombros.

-¿Regresaras a la tumba de tu padre? Probablemente papá se dirigió allá.

-Claro.

-No buscas fama, riqueza o grandeza. ¿No eres un pirata un poco raro?

-¿Te lo parece?

-Dímelo tú.

-Solo quiero libertad. Todo lo demás son simplemente adornos. Ser feliz a mi manera, es lo que busco.

-¿Eres feliz?

-Se lo que debo saber, tengo lo que necesito. Por supuesto que sí.

-Hana-sama-la llamó alguien desde el otro lado de la puerta, probablemente Margaret- ¿puedo pasar?

-Si me atrapan soy hombre muerto –sonrió pícaro-. Te veré después –volvió a besarla, permitiéndose un poco más de tiempo.

-Más te vale. Ten cuidado –con ternura, antes de que se esfumase como siempre, acarició su mejilla.

-El viento siempre está a mi favor.

Y así como había llegado, difuminándose en el ambiente, salió por la ventana. Atravesando todo el pueblo de las Kuja, viendo la gloria de ellas en su máxima expresión sobe los aires. Era un alivio ser "invisible" en esos momentos. Aunque realmente nadie iba a matarlo por ir allí, pero un regaño por parte de Hancock era casi lo mismo.

Habían pasado once años desde su aventura al pasado, donde había conocido al hombre que le había dado la vida. Después de aquello, nada fue lo mismo, el aire que entraba en sus pulmones, los rayos de sol que tostaban su piel, la brisa marina que empapaba su cuerpo. Todo tenía otro trasfondo.

Había encontrado la respuesta a la pregunta que durante toda su niñez de había hecho, ahí sobre el Mobydick, a punto de no volver a ver jamás a su padre.

-Que no pase por tu mente, ni por un segundo, que no te he deseado. Si estas vivo, si estas en este mundo es porque he querido darte todo lo que tengo a ti. Siento no haber sido tu padre en el futuro, tampoco ahora… no sabría cómo. Pero te aseguro que me hubiera encantando averiguarlo a tu lado. Te amo, Portgas D. Gray.

-Que no pase por tu mente, ni por un segundo –repitió las mismas palabras para la gracia de Hiken-, que te odio. Porque eres la persona que más admiro. Te amo, Portgas D. Ace.

Pisó la cubierta del barco, donde sus nakamas lo esperaban listos para zarpar, muy cercanos al calm belt. Dirigió su vista tranquila en dirección a la isla de las kuja.

Su familia, ese era su one piece.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2016 ⏰

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La Sangre Del Rey No ha MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora