Una voluntad heredada, el viento que aviva el fuego

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No había otra mejor manera para desahogar todas sus penas, los adultos los hacían en el alcohol, él por su parte prefería estar parado en medio de la muchedumbre hambrienta por ver buenos movimientos de pelea.

Con sagacidad esquivó la patada de su rival, justo para rematar con un perfecto Uppercut directo en la barbilla, al instante el peleador de la quinta división quedó desplomado en el suelo. Los demás aplaudieron la hazaña del menor, era su cuarta victoria consecutiva.

Los únicos que entendían el porqué de su actitud eran Marco y Shirohige, el comandante de la primera división le había contado a Newgate todo lo sucedido respecto a su charla con Gray.

No entendía razones, y por más que alguno de los dos insistió en que esa no era la manera de solucionar sus problemas a Gray no le importó. Estaba mal, física y anímicamente hablando.

-Creo que así está bien Gray, ya has peleado lo suficiente –le dijo un camarada de su división, él se veía muy agotado a pesar de no haber recibido tantos golpes.

-Estoy bien –afirmó cuando pudo hablar, ciertamente le estaba costando respirar adecuadamente.

-Gray –esta vez era Shirohige llamándolo, todo el espectáculo le parecía deplorable.

-¡Dije que estoy bien! –Gritó enojado, llevándose la sorpresa de los presentes, él de ninguna manera era así.

- Mírate ¿Estas consiente de lo que haces? –Replicó Ace, quien también presenciaba los combates.

-Solo me concierne a mí lo que hago con mi cuerpo. Quiero pelear –le respondió sin verlo. Ya estaba parado en el área, aguardando por su siguiente rival.

Si nadie detenía las peleas, seguirían así hasta que el muchacho desfalleciera, todos lo sabían muy bien. Un pirata de la decimocuarta división llegó hasta Gray, el sería su siguiente rival.

Se sentía frustrado, porque en realidad no había peleado tanto como para sentirse de esa manera. De pronto sintió unas nauseas tremendas, ante ese descuido, su oponente aprovecho para darle un puñetazo directo en la cara; su ceja izquierda se abrió, dejando fluir el líquido carmín de su ser.

No iba a detenerse por algo como eso, no ahora, no cuando estaba tan enojado consigo mismo por haber creído en las palabrerías de todos cuando su mismo padre le había dicho que no tenía interés en él.

Balanceó su cuerpo hacia el frente, dispuesto a conectar un golpe al cuerpo de su atacante, pero todo quedó en eso, en intensiones. Ni siquiera el pirata había tenido que defenderse o atacar.

Se detuvo en medio de su avance, rápidamente la sangre comenzó a salir de su boca como si se tratara de vomito. Escupía una y otra vez cada vez más liquido rojo, casi ahogándose con su propia sangre que no dejaba de fluir.

Gray cayó al suelo inconsciente.

Abrió los ojos con pesadez, desorientado en ubicación y tiempo, sin embargo, conocía muy bien los faroles de petróleo a su costado que iluminaban la oscura habitación.

Sus ropas seguían manchadas de sangre, había perdido una cantidad considerable por lo visto; era una fortuna que el navío contara con enfermeras para tenderlo, eso fue lo primero que se le vino a la mente. No se animó en levantarse de la cama, además de que no poseía la fuerza, no tenía ánimos de hacerlo.

El chillido de la puerta le avisaba que alguien estaba entrando. Con tedio se giró para dar la espalda al recién llegado, estaba tan cansado de todo.

-Creo que es hora de que digas la verdad –Comentó el comandante de la primera división.

-¿Crees que es lo mejor? Tío Marco –Susurró Gray muy lentamente, no podía evitar sentir el nudo en su garganta al saber que el día había llegado.

La Sangre Del Rey No ha MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora