Prologo

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No podía creer su cinismo, había encontrado lo que desde un principio planeó, la había engañado y hecho pensar que era una buena persona. Sí, fue débil en el momento en que se retractó de hacerlo pedazos, pero eso no quería decir que sintiera simpatía por él. Habían sido enemigos toda la vida, y tan solo vivieron un momento de tregua, que no esperara nada más.

No le importó cuantas personas pudieran estar escuchándolos, ni siquiera había dejado que entrara en su oficina, estaba ahí gritándole en medio de todas aquellas secretarias curiosas.

—Te lo digo, ten las mil y un fundaciones benéficas, dona todo el dinero que has acumulado a los pobre y los enfermos, busca con dinero el cariño de alguien, porque sin el, no tendrás nada —gritaba mirándolo a los ojos, era extraño pero él sacaba lo peor de ella —. Sí, puede que sea debilucha como dices, pero es, porque a diferencia de ti, tengo corazón. Y no sabes cuanta lastima me das, quizás seré una perdedora con miedo a ganar por siempre, pero al menos alguien irá a mi funeral. Quieres un consejo, cambia un poco o morirás solo.

Nunca nadie lo había tratado así, ahí estaba tan solo escuchándola, presionando su puño, conteniendo su rabia, ella podía ser tan venenosa. Destrozaba su corazón con cada palabra hiriente y últimamente solo tenía palabras de esa clase para él. "Eres un tonto en que estabas pensando", sin más una lágrima se resbaló por su rostro, inmediatamente se reviró.

—Disculpa, más nunca volveré a molestarla

Dijo antes de salir a toda velocidad del piso cuarenta y cinco, para su suerte el ascensor estaba esperándolo, no tendría que aguantar los murmullos detrás de él. Ella divisó aquella lágrima y se sintió miserable, entró inmediatamente a su oficina, se reclinó en la mesa, algo agitada. La imagen de aquel hombre orgulloso devastado no se le borraba de la mente.

"Que idiota eres, ¿qué has hecho? Nada de lo que dijiste era verdad"

Sin más salió corriendo de ahí, necesitaba alcanzarlo, comenzó a correr, marcaba el botón del ascensor como neurótica, finalmente optó por bajar las escaleras "y cuando lo alcances ¿qué piensas hacer?, decir soy una idiota discúlpame ¡Por dios! esa no soy yo. ¿Qué demonios haces corriendo escaleras abajo? —Se detuvo en seco. —Para cuando llegues ya no estará. —Su corazón estaba agitado debido al ejercicio, de pronto la puerta de aquel ascensor se abrió dejándole el paso a quizás una nueva oportunidad. —Qué más da, bajemos, así no estaré pensando toda la vida en lo que habría sucedido. — Presionó el botón del sótano uno. —Y de nuevo ¿Qué piensas hacer? El muy idiota bien podría decirte "ya perdiste tu oportunidad cariño" ¡aghh! como lo detesto, eres tan tonta".

Ella tenía razón no importaba cuantos millones acumulara en su cuenta a diario, no importaba cuanto de ese dinero lo donara a los necesitados, estaba solo, muchas mujeres pasaban por su cama, pero ninguna lo había amado, o al menos él no había amado a ninguna. Solo a una y maldijo el momento en que dejo que ese sentimiento creciera dentro de él, maldijo el momento en que pensó como un idiota, creyendo que podría ser amado y vivir feliz. Había dejado que ella lo hiciera sentirse como un miserable, pero eso no pasaría nunca más. Así como había amado, así mismo podía odiar, ya no existiría ni un deje de buen y noble sentimiento dentro de él "adiós al amor, al fin y al cabo nunca te hizo falta" dijo en voz baja, hablando con él mismo.

Sacó las llaves de su bolsillo y la insertó en la cerradura de su hermoso, mercedes. Un grito de pronto lo sacó de sus pensamientos, alguien había gritado su nombre seguido de un "Muere", reviró al instante y lo vio.

Apenas salir del ascensor pudo divisarlo caminando a su elegante auto, pero lo que llamó su atención fue aquel sujeto escondido que no le quitaba la mirada de encima, comenzó a caminar rápido hacia él, el hombre se acercaba cada vez más rápido, así que no le quedó más remedio que correr. Al ver el arma, supo lo que pensaba hacer. Se lanzó encima de aquel sujeto sin pensarlo, pero el sonido de un par de tiros se escuchó por todo el lugar.

—¡Noooo!

Alcanzó a gritar, ya con lágrimas en los ojos, observándolo, esperando que no hubiera pasado lo peor.


En Horario Laboral. Maldita Competencia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora