Capítulo 23.- Despecho

439 29 45
                                    


"Él es la muestra de que alguna vez se amó. Así como destruye, crea. Por su causa se han escrito poemas, canciones y también cartas de suicidio. Es doloroso y mortal, todos los seres humanos lo padece, y el resto resguarda su corazón en una coraza para no sentirlo. Él es una gran tormenta que destroza todo a su paso. Malo, malo, malo, el despecho solo puede ser malo".

¿Cómo tenemos las santas pelotas para venir a Titanium? Aún no lo sé. Yo vine por mórbida curiosidad.

Haydee se arregló muy bien el día de hoy, ese vestido azul marino le queda muy lindo, y nos vemos bien, aunque sé que lo que menos quiere es toparse con McKengsly.

Miramos a todos lados, no lo vemos, respiramos y subimos al ascensor, que para nuestra extrañeza está vacío, tal vez porque es temprano, decidimos llegar temprano para evitar toparnos con él, encerrarnos en nuestro cuchitril y salir bien tarde, esa es la idea.

La puerta del ascensor ya está cerrándose y... ¡Qué fastidio! Odio cuando ya creemos que estaremos solitas para vernos en el espejo y alguien mete la mano ¡Oh! ¡Oh! ¡Es McKengsly! Se ve radiante, puedo oler el perfume de su colonia, y su cabello aún está húmedo del reciente baño ¿Por qué puso esa cara de sorpresa al vernos? Es que es la primera vez que estamos tan temprano acá.

Les aviso que incomodidad está paseándose en ese ascensor.

—¡Oh! Señorita Ramírez, no pensaba verla hoy por acá y menos tan temprano.

—¿Por qué? Ayer ya falté al trabajo y no me gusta abusar.

—Lo decía porque pensé que estaría muy cansada de su movida noche con su ex novio.

¡Auch! Eso dolió. McKengsly nos vio un segundo sonrió para continuar dándonos la espalda, mirando la pantallita del ascensor dónde se puede ver un episodio de los Simpson.

—¡Eric! ¿Cómo lo supiste?

Dejen que la cachetee, por favor, alguien hágalo por mí, denle una tunda. McKengsly no dice nada, solo se rie como quien dice "esto es el mayor descaro del mundo".

—¡Ah! ¡Paris! Tuvo que ser Paris ¿Hablas con ella McKengsly, en serio?

—Eres tan descarada, que no tengo ganas de verte.

—Entre él y yo no...

—No me interesa, puedes revolcarte con quien sea, después de todo así eres tú, una zorra.

—Sí, tienes razón. No te debo ninguna clase de explicación.

El ascensor se abre y ambos, golpeando sus hombros salen atropelladamente cada quien a su oficina.

¡No! ¡No! Devuélvanse, hablen. Haydee cuéntale lo que pasó anoche, dile que no pasó nada, no dejes que se vaya pensando así de ti, vamos, anda ¡Agh! Ya sé porque Cupido vive tan ojeroso y calvo, esto de juntar corazones es un lío.

***

—¡Y te acostaste con Eric! ¡Eres idiota!

Mónica le grita a Haydee, y gracias al jefe, que estamos hablando por teléfono, creo que si estuviera frente a nosotras nos habría dado un golpe o algo parecido, aunque yo sí tuve ganas de hacerle algún daño a mi Haydee cuando tomó la insensata decisión de revolcarse con Eric.

—Hay que ser más que idiota para acostarte de nuevo con el perro de Eric y justo después que McKengsly...

—Oh no, McKengsly no se me declaró ni nada parecido, fue su hermano quien empezó a decir cosas raras, tal vez solo me estaba tomando el pelo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 28, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

En Horario Laboral. Maldita Competencia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora