Capítulo 4.- El Orgullo (parte 2)

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Éste edificio no me gusta, nada legendario hay en él. Lo fundó un regordete ambicioso al que robaron otros regordetes más viejos y fin del asunto. La vista no es mejor que en Mongomeri y no hay ningún papi lindo que ver. Por eso ninguna parte de mí ha pasado mucho tiempo en éste simplón lugar. Aunque una de las más grandes compañías del mercado se encuentra aquí.

—Señorita Ramírez —dice el sujeto de corbata y cabeza calva —sentimos mucho haberla hecho perder su tiempo.

—No entiendo —está ahí de pie con su maleta entre sus manos, estrechando aquella huesuda mano y sé que lo que nos viene no es nada lindo. Ya odio a éste coco pelado, ¡más vale que midas tu palabras! o quizás pueda convencer a mi amiga muerte de darte un paseíto. Sí Envidia, ya sé que muerte no me hará caso, solo déjame ser feliz. Pero ¡vaya es que ustedes son cola mía! ¿O qué? —ayer concreté una cita con usted.

—Mi secretaria no sabía que el puesto ya fue ocupado —sonríe con aquellos amarillentos dientes. Haydee cambia su semblante de inmediato, sé que quiere gritarle algo, pero en cambio solo sonríe.

—Que des fortunio y no se preocupe por hacerme perder el tiempo. Que pase buen día licenciado.

            Con la frente en alto salimos de aquel piso. Todas esas viejas chismosas nos observan y cuchichean entre ellas, eso solo nos da más valor para continuar caminando con altivez. Solo una vez que entramos al auto, Haydee se permite chocar su cabeza contra el volante.

"Maldito viejo, ya el puesto está ocupado, sí como no. Debe saber que si me fui de Maxwell no fue por nada bueno. No hay porque desanimarse Haydee, eres una excelente profesional, graduada en Princenton, con mucha experiencia, encontrarás trabajo, claro que lo harás"

Una nueva entrevista nos espera. Haydee con aquel conjunto de pantalón y saco llega a las oficinas del edificio Empire, nos estamos rebajando, pero trabajo es trabajo. ¿Saben cómo salimos minutos después? Eso mismo, con el rabo entre las patas. Ya estoy harta de esto. El otro día Destino me pasó por un lado y les digo que me fue imposible no meterle el pie, fue muy cómico, me acuerdo y vuelvo a reír, pero ustedes dirán ¿ésta loca tiene pies? No, no los tengo, pero no podría explicarles lo que le hice, creo que en su mundo se parece a meterle el pie. En fin eso solo hizo que Destino se pusiera más bravo, pero que siga estropeando todo, que continué así, cada quien aquí tiene un jefe y nadie puede abusar de su poder, así que por ahí le vendrá su regaño y quizás un reemplazo, ¡sería genial tener un Destino que provoque la pena ver! Les digo que en mi mundo no hay nadie de quien enamorarse, soy como aquellas chicas que nunca tuvieron la suerte de estudiar con nadie lindo que las incentivara a ir a la escuela. Así soy yo, nadie de aquí me provoca. Creo que le debería pedir el favor a Cupido, pero qué cosas digo, el amor es tonto, yo solo quiero juntarme con Lujuria y Pasión.

Últimamente me desvió mucho, pero es que Haydee sin horario laboral no es la misma. Pero ¡Miren eso! ¡Oh, oh! ¡Haydee! ¡Haydee! ¡Cruza la calle! Solo ¡Cruza la calle! Le grito, pero que fastidio no poder entrar en su mente. Me tendré que hacer amiga de conciencia. ¡Haydee Stop!!!!!

—¡Eric! –grita al topárselo de frente. Yo no sé qué tiene ese canino del carrizo que cuando lo veo se me enciende ¡TODO! Si tuviera pantaletas se me bajarán, pero ¡qué cosas digo! Ya basta de perversidades. Lo que pasa es que con todo y nariz levemente morada Eric luce de ensueño. Besito pa ti papi.

—¡Haydee! ¿Cómo estás? —sonríe como si nada hubiera pasado, aunque se rasca la cabeza su típico signo de cuando está nervioso.

—¡Desgraciado! —Con rabia lanza aquel maletín femenino sobre el pecho de Eric —¿Cómo crees que estoy? Soy una desempleada a la que nadie quiere y todo por tu culpa —grita histérica. Todos estos días he esperado que Haydee explote, no ha llorado, pero siempre ha estado a punto de rendirse, de hacer una pataleta. Y sin tener nada en que ocuparse es fácil sumirse en la desesperación y autocompasión.

En Horario Laboral. Maldita Competencia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora