Capítulo II

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- Es Candy, ¡se ha ido a Nueva York! – le gritó dejando a todos desconcertados.

- Y ¿qué está haciendo allá? ¿Cómo lo supieron? – urgió el rubio.

- En el hospital, no debemos perder tiempo – los apuró Archie, más que angustiado.

- ¿Iremos todos? – refirió Annie.

- Si te quieres quedar, adelante, yo iré por ella Annie – respondió Archie sin importarle sus sentimientos y mucho menos el rostro de sublime decepción que debe haber tenido.

- De acuerdo, George compra los pasajes en lo que nosotros llegamos, espéranos en la estación y por favor, la tía abuela no debe enterarse – ordenó Albert inmediatamente.

- Claro, los espero allá, mi equipaje está siempre listo, Dorothy lo puedes colocar en el auto, por favor – le solicitó a la amable mucama.

- Por supuesto, George – respondió ella amablemente.

- ¿Tenemos todo? – pregunta Albert después de un par de horas.

- Sí Albert todo – responde Archie.

- Entonces vámonos, espero que no sea demasiado tarde – salen todos por la puerta principal.

Cuando llegaron a la estación George ya tenía comprados los pasajes, les ayudó con el equipaje, los registró y todos los Andrew que de alguna manera la amaban se subieron a un compartimiento exclusivo, Albert miraba por la ventana el ir y venir de pasajeros; Archie por su parte miraba hacia el mismo punto que Albert, sólo que en realidad no observaba nada, Annie estaba distraída con un par de hilos que se salían de su abrigo y mientras lo hacía recordaba la última vez que la había visitado.

Inicio del flash back

- ¡Candy, qué linda estás! ¿Sucede algo? ¿No has dormido en estos días? – Annie la observa mientras le acariciaba la mejilla.

- He tenido guardias seguidas Annie, sólo es eso – trata de disimular la rubia, mirando hacia la nada.

- Pues no te creo Candy, hace dos semanas tuviste fiestas con la tía abuela y no te veías así – reclama la morena mientras Candy rueda los ojos.

- Sabes, en ocasiones siento que esta vida que tengo ahora no me lleva a nada, a veces no me siento tan feliz y el Hogar de Ponny ya no me sirve como aliciente – explica la rubia un tanto cansada.

- Candy, no te veo bien – suena preocupada la morena, pero Candy sólo esconde el rostro entre sus manos.

- Quiero estar en otro lado donde sea útil, ¡oh Annie ésta vida me está matando! – le cuenta a la morena mientras se agarra de sus rodillas, haciendo que se hincara para abrazarla.

- Calma Candy, ¿qué te sucede? ¿Qué es lo que en realidad te está haciendo infeliz? ¿Es acaso que no puedes olvidar a Terry? – Annie sugiere.

- Terry...ojalá y fuera eso, no, no es él. Es... amo a otra persona Annie – esto lo contaba en su mente. No me mires así y no te preocupes, él me mira como lo que no soy – menciona triste, observando a su amiga, observando el rostro de ella, que no puede borrar esa expresión de incredulidad.

- Dime Candy, ¿quién es? – se mira en el reflejo de sus ojos la preocupación, teme que sea Archie, que por fin ella se haya dado la oportunidad de verle con otros ojos.

- No tiene caso hablar de ello – resuelve de inmediato.

- ¡Dímelo Candy! ¿Por qué no me lo dices? – le insiste casi con un grito comenzando a temblar.

- Porque me lastima Annie, por favor ayúdame...a veces me nace una necesidad de ser como era antes. Quisiera estar en Europa ayudando a las personas a lidiar con el dolor, no aquí asistiendo a fiesta y reuniones, ¡no soy una dama abnegada como tú Annie! – responde ella, haciendo una suposición.

- Pero ¿qué estás diciendo Candy? No irás a Europa, Albert no lo permitirá – la reprende, cómo cambió de situación tan rápidamente, no puede creerlo, Candy está desesperada, ¿cuándo sucedió eso?

- Tienes razón Annie, Albert no me lo permitiría, pero ya soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiera – contestó de la misma manera, riéndose.

- Candy entra en razón, ¿podrías morir? – le advirtió su futuro.

- Jajajaja Annie, mi querida y delicada Annie, no ves que me estoy muriendo en vida. ¿De que me sirve estar rodeada de lujos? Si siento que ya no soy feliz – le contó la rubia sin poder creer que su hermana y mejor amiga todavía vivía en una jaula de oro.

- Candy, Candy no digas eso, estás muy cansada, ven vamos a la cama, duerme un poco y te cuidaré, no pienses esas cosas, te ayudaré – le aconseja tomándola de los hombros y sacudiéndola para luego abrazarla.

- Sí Annie, vamos – Candy vuelve al estado tranquilo que tenía cuando Annie aún no llegaba.

Fin del flash back

- ¡Qué ciega estuve Candy, sabía que no eras feliz pues tu espíritu libre es difícil de encerrar en una mansión. Ahora sé de lo que hablabas, tu corazón estaba roto y yo, yo...no supe comprenderte. ¿Por qué no te comprendí Candy...? ¡Nunca fui como tú! ¿Qué debí decirte? No lo sé, te extraño tanto...


Enfermera de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora