Capítulo IV

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Ya era mediodía cuando el tren arribó a Nueva York, George había descendido del tren hacia unos minutos en lo que los demás acomodaban algunos utensilios en los bolsos de viaje, Albert fue el primero que bajo del tren, seguido por Annie y Archie. Tomaron un carruaje con destino directo al puerto.

Una hora mas tarde, en la lejanía observaron la silueta de un enorme barco, Archie reconoció la figura de un hombre que acostumbraba a disfrazarse para no ser reconocido, pero que el lo reconocería en cualquier parte. Corrió hasta él y lo tomó de las solapas.

- ¿Dónde está? Terry ¿dónde está ella? ¿La viste? – preguntó Archie con urgencia.

- ¿A quién se supone que vi? – cuestionó Terry malhumorado.

- ¡Terry! – lo llamó Albert.

- Albert ¿qué hacen todos aquí? ¿Esperan a alguien? – volteó hacia el mar.

- ¿Dónde está Candy? – urgió el rubio a su amigo.

- Joven William por aquí – lo llamó George que había encontrado a un agente de aduana con la lista de pasajeros.

- George, ¿ya la encontraste? – preguntó sorprendido Albert.

- ¿Buscan a Candy? Hace rato que se fue, a decir verdad era un barco pequeño – comunicó Terry haciendo que los demás agudizaran la vista, sin realmente ver nada.

- ¿La viste? ¿Iba sola? ¡Di algo Grandchester! – le exigió Archie.

- Pues no, viajaba con varias personas – soltó Terry despreocupado.

Mientras George y Albert estaban con el personal de la naviera.

- Sí señor, ¿a quién busca? – le preguntó el agente de aduana ansioso.

- A la señorita Candice Andley – respondió el rubio, un poco preocupado.

- Candice Andley, no, no está en la lista – informó el hombre de la aduana.

- ¿Tampoco en esa? – señaló una lista cercana a la que tenia sobre el escritorio.

- No señor en esta tampoco son los de tercera clase – le informó el hombre curioso.

- Búsquela por favor, podría ser que viajase en esta clase – le pidió Albert encarecidamente.

- No, no está, ¿puedo servirle en algo señor? – cuestionó el hombre al notar lo preocupado que estaban ya que Albert no dejaba de dar de vueltas agarrándose el cabello con ambas manos.

- Sí, ¿zarpó otro barco esta mañana? – cuestionó George.

- Sí, pero ya revise también esta lista, podría describirla quizás haya alguien que la haya visto antes – sugirió el agente de la aduana.

- Es bajita, rubia, hermosa y de ojos verdes – Albert pensaba que lo demás era común y el agente no espero que le dijeran hermosa ni con ojos verdes.

- No señor, no la he visto – confirmó el agente.

- ¿Dónde estás? ¿Dónde diablos estás? ¿Annie la encontraste? – preguntaba mientras caminaba hacia Albert y George, detrás de ellos Annie y enseguida Terry.

- No... - atinó a contestar cuando llegaron ante ellos.

- Demonios, Annie Britter es tu hermana y no te importa – la regañó como si fuera culpa de Annie el que Candy hubiese salido de sus vidas en tan sólo un cerrar de ojos.

Enfermera de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora