Era ya medio día, cuando Albert había despertado lentamente al oír los ruidos que una animal hacía. El rubio comenzó abrir los ojos, uno cada vez hasta observar la silueta de una mofeta muy conocida para él.
- ¡Hola Puppet! ¿Qué pasa? ¡Es muy temprano! Candy, Candy...Puppet sabes ¿dónde está Candy? – le preguntó el rubio, acariciándole la garganta. ¡Puppet, Puppet ven aquí! – le pidió Albert al ver cómo la mofeta corría hacia afuera de la mansión, lo siguió y corrió hasta la planta baja. Arthur, Arthur – llamó al mayordomo quien se encontraba en la biblioteca.
- Sí señor William, ¿qué se le ofrece? – le preguntó cuando le encontró cerca de la puerta que daba a los jardines.
- ¿Dónde está Candy? – cuestionó Albert a Arthur.
- Salió con John al jardín...ah mire, ahí está John, John y la señorita ¿dónde está? – le cuestionó el mayordomo al cocinero.
- La dejé cerca del pórtico, debe estar entre las flores – informó John.
- ¿Qué has dicho? Sabes que no debe dejársele a solas – lo reprendió Arthur preocupado.
- Me dijo que quería estar allí – volvió a informarle, viendo cómo Albert se dirigía al pórtico del jardín trasero.
- Señor, ¿ocurre algo...? – se apresuró a alcanzarlo.
- Puppet ¿dónde estás...? – el rubio comenzó a llamarlo. ¡Ahh... ahí estas! ¿Qué ocurre amiguito? Dime...espera...Candy – la vio, allí tendida de lado y sobándose el tobillo, Puppet lo había llevado hasta ella.
- Señor ¿le sucede algo? – preguntó Arthur notablemente molesto.
- Aprisa Arthur es Candy, llamen al doctor... - lo apuró empujándole un poco en dirección a la puerta principal de la mansión.
- Candy... ¿qué pasa? Háblame, ¿estás bien? – le preguntó tomándola del hombro.
- Hace frío... - susurró Candy halando el hombro.
- John tráeme una frazada – le ordenó Albert a John.
- Señor, el doctor no tarda en llegar, tenemos que esperar – le comunicó John a Albert.
- No puedo esperar, ¿qué pasó Candy? – cuestionó Albert deteniéndola para que la ayudase a levantar.
- Solo me torcí el tobillo... - contestó Candy haciendo una mueca al tocarse el tobillo.
- El tobillo. Sólo eso, ¿no te pegaste en otro lado...? – sugirió Albert.
- No, en ningún otro lado – refirió Candy, pérdida en sus recuerdos.
- ¿Segura? – insistió Albert.
- Sí, he dicho que sólo es el tobillo, entiendes que sólo ha sido el tobillo – le informó al rubio alzando la voz, mordaz.
- Arthur, ¡ayúdame! – pidió el rubio suplicante, no entendía que le sucedía a su esposa.
- No quiero tu ayuda, anda Arthur ayúdame – Candy le extendió la mano y le retiró la suya, de él no quería nada.
- Pero Candy...- intentó tomarla nuevamente.
- He dicho que no, no eres una persona a la que quiera ver en este momento – le dijo tratando de levantarse.
- Me corresponde – el rubio resuelto trató de levantarla.
- Y ¿cuándo estuviste para mí? ¡Eh! – le reclamó rápidamente, volteándose para encararlo, quería hacerlo sentir como ella misma se sentía desde hacía muchos meses.
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Enfermera de Guerra
Lãng mạnESTA HISTORIA COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL SON DE MI TOTAL AUTORIA, NO DE DOMINIO PUBLICO COMO ESTA ESTIPULADO, SI HAY ALGUNA DUDA, PUEDEN CONTACTARME Una obligación se había convertido en un asunto sin importancia, la lejanía de un amor en des...