Capítulo XIII

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- ¡Ay mi amor! Te amo más que siempre...! ¿Cuántos meses tendrás? Digo porque yo recuerdo que sólo hicimos dos veces el amor...bueno aunque el amor también lo hicimos dos días completos, cuando nos desaparecimos y nos fuimos a Lakewood, oh si Lakewood, fue maravilloso, te tuve no sólo dos días sino una semana, una semana para mí como cuando perdí la memoria y el tiempo...jajajaja, si George no nos hubiera descubierto la pena sería mayor, pobre George y Candy que hasta se empequeñeció de la pena... ¡Wilson! – lo llamó urgentemente sin tomar en cuenta a quien le había pegado en las narices cuando la puerta se abrió abruptamente.

- Sí señor – respondió el hombre enérgicamente.

- Haz pastel de chocolate...de pronto se me ha antojado. Llama a Terry que venga a cenar con nosotros, es más dile que celebraremos – le pidió muy alegre.

- ¿Qué es lo que celebraremos, señor William? – cuestionó él.

- ¡Que soy profundamente feliz! – Albert le dio un gran abrazo y respondió efusivamente.

- ¿Feliz...? – sonrió Wilson, William no estaba feliz sino más allá de ese concepto.

- Sí, soy muy feliz – respondió Albert viendo el atardecer de ese día.

- Esta seguro que ¿no pasó nada? – cuestiono Wilson preocupado.

- Nada de qué preocuparte...es más yo mismo iré verle. ¡Hola Terry! En una hora cenaremos, ¿verdad Wilson?

- No, necesitaré más de una hora señor William – confirmo el pobre hombre.

- Bueno, mejor que él te diga a qué hora, pero celebraremos – le dio un apretón de hombros y se alejó de ahí tarareando la canción favorita de Candy.

- Gracias por el aviso personal, pero Wilson pudo habérmelo dicho – respondió el al ver el rostro demasiado alegre para su gusto.

- Bueno quise hacerlo yo mismo, ven a brindar conmigo, celebremos – lo invitó antes de entrar a su camarote.

- ¿Qué vamos a celebrar? – cuestionó Terry lo que ya sabía.

- ¿Qué vamos a la mitad del viaje? ¿No se te hace una buena noticia? – Albert prefirió ocultar la verdadera razón, no debía decirle nada aún y menos sin el permiso de Candy.

- Pues en realidad no, más bien parece que alguien te dio una noticia como por ejemplo, que eres padre o algo así – eso le sacó una gran sonrisa a Albert, pero también le extrañó.

- Para nada Terry, solo quiero un motivo para celebrar, estamos a medio camino de llegar a Candy, eso no te parece fabuloso – le respondió a Terry, muy sabio.

- Sí, otro poco y llegamos a Londres, sólo nos faltan 15 días más y nos encontraremos con Londres en guerra – rebatió disgustado Terry.

- ¿No has leído los periódicos? La guerra no está en Londres sino en Francia, anda Terry no seas quisquilloso y brinda con nosotros – resolvió Albert sirviendo otras dos copas de whiskey.

- Está bien y supongo que cenaremos después – susurró Terry.

- Por supuesto – respondió y agradeció Albert.

La cena fue estupenda, hacia un buen tiempo que Albert no se portaba así con Terry, habían pasado tres semanas en las que apenas y habían conversado un par de horas, ahora el rubio irradiaba felicidad algo que al castaño le parecía extraño, muy entrada la madrugada ambos se fueron a dormir. Al otro día, Albert se había levantado un poco tarde, como pudo se vistió y salió de su camarote para ir al telégrafo.

Enfermera de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora