Capítulo VI

387 37 13
                                    

Los días y noches pasaban a bordo del barco, tardarían por lo menos un mes y medio en llegar a Londres, quince días más que el Mauritania, Albert se notaba taciturno la mayor parte del tiempo, Terry caminaba, leía y últimamente había notado que el rubio le rehuía, se preguntaba ¿por qué sería? ¿Qué había cambiado a últimas fechas? En una tarde de aquellas...

- Hola Albert, ¿puedo pasar? – pidió Terry abriendo ligeramente la puerta.

- Por supuesto Terry, ¿deseas algo? – respondió el rubio mirándolo atentamente.

- Sólo quería charlar un rato, Albert...¿pasa algo? Desde que zarpamos apenas hemos cruzado palabra – se queja amargamente, pensando un absurdo.

- No Terry, sólo que ésta angustia me mata, eso es todo – responde él volviendo a las cartas de Candy.

- ¿Seguro? – exclama él poco convencido.

- Sí, ¿por qué debería pasarme algo...? - sí tengo algo, te extraño tanto Candy. Como fui tan tonto de no decírtelo antes, si tan sólo no te hubieras escapado, en esa noche hubieras sabido lo que sentía por ti, pero ¿por qué tuve que esperar hasta el último momento para decírtelo? Siempre has sido la persona del último momento – resolvió el rubio.

- Albert...Albert – el castaño lo llamó.

- ¿Qué cosa? Ah sí, perdón es que me quedé pensando, me decías... - se limpio los ojos con los pulgares, no había dormido gran cosa.

- Me contestaste que no te pasa nada, sólo que estos días estás muy pensativo y casi no hablas conmigo – se quejó el castaño.

- ¿Me extrañas Terry? Somos amigos, no pareja – se mofó del castaño, tenía que pensar en otra cosa como para prestarle atención a Terry.

- ¡Albert, qué cosas dices! Por supuesto que no es por eso, sólo que...bueno será un viaje muy largo si no platicamos o hacemos algo más entretenido, seremos ostras cuando lleguemos a Londres – intentó bromear Terry.

- Me lo imagino, está bien... veremos qué hacer, por lo mientras mañana pescaremos algo, al señor Watson también le gusta pescar sabes – refirió el rubio observando el semblante de Terry.

- En realidad creo que soy malo para eso – respondió el castaño.

- Bueno, en realidad soy demasiado bueno, cuando era un vagabundo sin remedio, deambulaba por Lakewood y un día cerca de una catarata encontré desmayada a Candy y no sabes en vez de que se alegrara de verme se desmayo nuevamente, fue muy frustrante. Tiempo después me conto que cuando se despertó me confundió con un oso y que por eso se volvió a desmayar. Pero ella sabe pescar más que yo, en realidad es buena para muchas cosas...Candy – susurró quedamente lo último.

- Sí lo sabré yo... la noche que la vi, me di cuenta de ello – terminó diciendo sin darse cuenta.

- ¿Qué quieres decir con eso? – cuestionó Albert celoso de cómo lo dijo.

- No lo que estás pensando, amo a Candy y la respeto, no me mires así, no ha pasado nada ni antes ni esa noche... - se quedó un poco pensativo, recordando.

- Entonces explícame, ¿qué quisiste decir? – le exigió caminando a él cada vez más cerca, amenazante.

- Me refiero a que cuando la encontré estaba en el parque pensando y bueno encontrarla diciendo ¡Candice White Andley es una cabezota! Definitivamente no es típico de ella – comenzó a sonreír.

Enfermera de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora