Prologo.

144 12 2
                                    

Aquellas pesadas puertas se abrieron, mostrando a la luz aquella escena, donde sus cadenas le pesaban, y sus pensamientos le apuñalaban, "¿Fracaso?", una forma de llamarlo, palabra que nunca quiso escuchar y que se vio forzado a saber su significado, manteniendo una mirada baja, viendo sus pies, con cadenas en los tobillos, sujetando los grilletes que subían por su espalda, sosteniendo sus brazos, en una postura dolorosa, evitando que pudiera hacer más que solo ver sus pies o la tarima, su torso fue empujado bruscamente, haciendo que apenas reaccionara para no caerse, iniciando sus lentos pasos...

Cada paso que daba, lo acercaba cada vez más al final de sus segundos, haciendo que solo pudiera recordar todo lo que había pasado hasta ese momento, sus brazos destrozados, sus piernas cansadas, un hambre insaciable, producto de meses de mala alimentación, mezclada con días enteros sin digerir nada más que una pequeña fruta, recordando su pecado, haber nacido, o quizás no haya sido ese, él no tenía la culpa de todo lo que le había pasado y había hecho, cada paso se hacía más corto, las escaleras a la tarima estaban cada vez más cerca, las lágrimas en sus ojos, producto de haber perdido todo, generando un vacío en su pecho, aquel sentimiento de odio y desesperación de no poder hacer nada, ni ahora, ni antes, -¿Por qué me duele solo ahora?- se preguntaba a sí mismo, quizás porque antes estaba decidido a vivir lo más posible, ser más fuerte y proteger lo que le importaba, pero fue inútil, por más que seguía con la cabeza en alto, no era más que un pretexto para justificar cada día de su vida, un día más, alguien menos, profundizaba la herida de su pecho, ese día estaba seguro de morir, seguro de que ya nada más le quedaba por hacer, o ya nada que él pudiera hacer por sí mismo, "¿Soledad?", así se le conoce, a la sensación que lo marcaba, soledad, por no tener a nadie, soledad, por no ser nadie, soledad, por no estar en ningún lado, soledad, porque ya estuvo en todos los lugares posibles. El ardor en sus pies y sus piernas, las cuales se levantaban patéticamente solo para poder llegar al primer escalón, podría ser incluso más grande, que el fuego que literalmente, lo estaba consumiendo, cada escalón dolía más que el anterior, cada escalón era un paso más a estar cerca de ellos, claro, si es que existía algo después de la muerte, o por lo menos, para alguien como él, -Si mi alma no es quemada por el fuego... ¿A dónde ira?- pregunto para alguien que lo acompañaba, no ninguno de los guardias, no aquella persona que lo atormento durante tantos años, sin hacer más que romper la delgada línea que hacia su cordura, aquella delgada línea, parecida a un cristal, donde poco a poco, las líneas de cada grieta fueron creciendo, mientras su mente se negaba a perecer, se negaba neciamente a "Fracasar", causando que no sea más que pequeños granos de cristal, que luchaban por no soltarse en cualquier momento, sosteniéndose apenas con las yemas de sus dedos, ese alguien nunca respondió, ¿Por qué lo haría?, si dicha respuesta será dada en muy poco tiempo .

Los tres últimos escalones, rechinando, hicieron que su pecho sintiera punzadas cada vez más fuertes, cada recuerdo lo inundaba, cada parte de su cuerpo replicaba dolor, sus piernas parecían estar a punto de romperse, sus brazos a punto de dislocarse, aquellos cables oxidados querían salirse de sus conectores, y su pecho, solo se quemaba lentamente -Moriré ¿no?- pregunto él a aquella compañía, -Tu mismo lo decidiste, debes ser un idiota si vas a arrepentirte ahora.- le respondió de manera fría, ya que su vida no le merecía importancia, él podía seguir viviendo tranquilamente sin tener que ver nada con él, no era más que otro peón que moriría, uno de los muchos, quizás miles que vendrán pronto, y de los millones que habían antes.

-No sé por qué, pero, me siento feliz.- le musito a su acompañante, sin recibir respuesta o palabra alguna, ¿de verdad era un idiota, o, solo había aceptado sin objeción lo que sabía que seguía?, no lo sabía, pero al llegar a la tarima, pasando el último escalón, aquel dolor no era más que los pequeños sollozos de felicidad que aún le quedaban, "¿felicidad?", por segunda vez en su vida, sentía un sentimiento limpio, sentía una felicidad sin acompañante ni razón, la felicidad pura, sin el sufrimiento que en sus hombros yacían desde su nacimiento, desde su vida, -De rodillas.- exigió la voz de alguien que conocía perfectamente, pero que a pesar de haber vuelto su vida una miseria, no sentía odio ya hacia él, su estado se mantenía neutral en su cara, cualquiera podría decir que el vacío de su corazón se lo había tragado, pero en el interior, algo puro yacía, un sentimiento tan puro, que cualquiera envidiaría o desearía tener, un sentimiento que fácilmente se podría juzgar con una simple oración, "Una escoria tan grande de la sociedad no merece tener tal...", siendo necio al dicho sin siquiera pensarlo completamente, se arrodillo, y levanto la mirada, mostrando algo que lleno de rabia a todas aquellas personas, "10.000", "30.000", no había tiempo para contarlos todos, sus ojos miraban de frente a los altos oficiales, los cuales miraban desde una cabina a la altura de la tarima, separados por un cristal, su rabia los hacia apretar sus dientes, y desear que su muerte fuera lo más rápida posible, ¿Una maldita escoria sonriendo ante su muerte, sin mostrar el más mínimo arrepentimiento?, no tenía arrepentimientos en ese momento, "jamás me arrepentiré de nada de lo que me hizo feliz en este mundo", la frase que más lo inspiro.

-¿Qué te hace sonreír en un momento como este?- le pregunto aquella persona, por años no hizo más que cazarlo para matarlo, y al fin que lo puede ver morir, él solo sonreía, el verdugo sintió algo de cobardía y enojo mezclados, no sabía exactamente qué pasaba, su mente, y la de los presentes, no podía procesar bien la conversación entre ellos dos, alguien que iba a morir, y alguien que juzga quien va a vivir, levanto bruscamente aquella gran hacha, con sus dos manos la apretó fuertemente, el tiempo se le congelo por un segundo, viendo como su alrededor era tan variado, alguien sonriendo al frente de él, rabia a su izquierda y debajo de él, y una expresión que cambio rápidamente de neutral, a pánico absoluto e ira, era la primera vez que veía a su jefe poner esa cara, no solo él, todos los presentes, ¿Qué se habían dicho?, ¿Qué pudo haber hecho tal cosa en él?, solo pudo ver sus labios moverse con brusquedad, gritando algo que muy pocos alcanzaron a entender, y a reaccionar a tiempo, mientras todo ante sus ojos volvía a circular normalmente, bajo bruscamente los brazos, viendo a su ejecutado, mientras sus ojos veían aquella sonrisa desvanecerse en seriedad, junto con algunos de sus compañeros, mientras sus oídos escuchaban aquellas palabras pronunciarse, entendiendo porque dicho pánico ante la situación, -Sin duda si es un maldito bastardo.-; dijo en sus adentros, mientras seguía su movimiento de brazos, donde todo se veía tan lento, y a la vez paso tan rápido, todo lo que llenaba el mundo, se hizo nada, y la nada, se volvió el todo que lo llenaba el mundo, el universo se dividió, pero a la vez se mantuvo unido, mientras que los ojos de aquel joven, que sería ejecutado ese día, podían verla, su hermoso rostro angelical, su lacio y largo pelo del color de los pétalos de cerezo, sacaban su sonrisa, mientras extinguían su vida.

Dominadores de mundos: Historia humana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora