1: ¿Qué fue eso?

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––¡Lo vi! ¡No puede negarlo! ––chilló, por enésima vez.

Suspiré.

––Ya te dije qué seguro fue un error.

Su mirada asesina me llegó instantaneamente. La sentía acuchillandome. Aquellos ojos claros ardían con una rabia mal fundamentada. Podía ver cada uno de sus gestos, su rostro crispado y los labios rojos por mordidas inclementes.

––¿Un error? ––siguió chillando como una mujer engañada––¿ERROR?

––Podría ser ––lo ví abrir la boca varias veces y volver a cerrarlas. Las cuencas de sus ojos casi no podían retenerlos. Alzó sus manos al cielo y casi estuve segura que pedía a Dios paciencia. O tal vez una escopeta. Si. La escopeta es más efectiva que la paciencia.

––¿Podría ser? ––mentía. No sonaba como mujer engañada, más bien parecía un grillo con poblemas en las cuerdas vocales––. ¡Sé lo estaba agarrando!

Fruncí el seño.

––¿Qué? ¿Qué le estaba agarrando?

La mirada de Franco volvió a flamear.

––¡Le estaba agarrando el paquete! ––gritó llevando sus manos hacia su entrepierna––. La zanahória, la varita mágica, el biberón. Cómo te de la gana de decirle. ¡Sé lo estaba parando!

Bien. Ese fue mi turno para ahogarme en pudor y morir de vergüenza. Con todo el tiempo qué había pasado, aún no me acostumbraba a éste tipo de expresiones.

––¿Y ese el motivo por el qué estamos encerrandos aquí? ––pregunté mirando mi reloj por quinta vez––. Esto es estúpido. ¿Porque simplemente no le preguntas y hablan cómo personas civilizadas?

––¿Y perderme la oportunidad de agarrarlo con las manos en la masa y darle en las pelotas? ––bufó–– Jamás.

Esto era increible. Ajusté mi gorra negra y lancé un nuevo vistazo a la fachada de gimnasio. Pareciamos unos buitres a la espera de que Antonio saliera con su supuesto “amante” para hacerle la encerrona. Me sentía en una version moderna del programa de television Cheaters.

La verdad, no consideraba lógico todo esto. Lo mas sensáto era buscar a Antonio y hablar con el. Pero no, Franco prefería comportarse cómo una quinceañera y seguirlo en un carro alquilado.

––¿Estás conciente de qué si estás equivocado y Antonio se entera, te vas a meter en un problema de los grandes, cierto?

Franco chasqueó la lengua.

––¡Qué no es inocente, joder! ––relinchó––. ¡Deben estar ahí haciendolo en cuatro! Cómo si no supiera yo como le gusta a....

––¡Hey, Hey, Hey! ––lo corté––. Basta. Puedes ahorrarte los detalles, gracias. Ya me hago una idea de lo que están haciendo.

De nuevo, podía sentir el calor en las mejillas. Notaba muy bien cómo se calentaban lentamente.

<<Vamos, no te pongas roja como si fueras virgen. No lo hagas>>

Era increible el pudor y la vergüenza qué aun guardaba. Y que definitivamente no dudaba en salir en momentos cómo estos. Era estúpido que aun me diera pena escuchar comentarios como estos o juegos sexuales que proponían mi atípico grupo de amigos. Aún recuerdo cómo si fuera ayer cuando Brenda dijo con los ojos brillando quería hacer un trío con Matías y conmigo. Quise cortarle la lengua con una cierra.

––Nunca pensé qué Antonio me pudiera hacer algo así...

Giré abruptamente y me encontré con un rostro bañado en tristeza y pesar. Sin pensarlo un segundo más, cerré mis brazos sobre su cintura y lo envolví en un protector abrazo. Era imposible no sentirse abrumado por la forma en que su rostro se había transformado en una mascara de decepción, dolor y desamor.

AMNESIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora