14. Cuando sé que mientes

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Matias



Algo anda mal. Escucho los tonos de la llamada y mantengo pegado el celular a la oreja. ¿Por qué carajos no contesta? Respiro y cuento hasta uno, mi paciencia solo me da hasta uno antes de lanzar el célular a la cama.

¡Maldita sea! ¿Por qué no contesta?

Ella no podría estar engañandome. Sé que Natalia no me engaña, pero aborrezco que me esconda cosas.

¿En realidad piensa que no me he dado cuenta de sus cambios? Mi única preocupación es que tenga algún problema y que no quiera contarme, pero ella, hermética como una puta olla no suelta prenda. ¿Y si es un problema en el trabajo? ¿Y si alguien le está buscando peleas? No me importaría reventar a un imbécil a patadas se se atreve, sea quien sea, a tocarle al menos un cabello.

Su cama está perfectamente hecha como siempre, las cremas y perfumes en orden y la ropa puesta en su sitio. Una pequeña sonrisa tira de mis labios y niego con la cabeza. ¿Por qué todas las mujeres tenían ese enfermiso gusto por el orden? Cosas insignificantes como ordenar cremas y perfumes por el olor, ¡por el olor! Que estupidez. Lo mismo van con el closet y juntar la ropa por colores. Definitivamente habia que tener un par de tetas y vagina para poder pensar de esa manera. El solo imaginar mi cuarto-madriguera en ese orden inmaculado me sacaba canas verdes, jamás podría encontrar ningun trapo que ponerme.

Una camisa blanca con rayas azules llama poderosamente mi atención, es la camisa que le regalé hace poco tiempo. Actuando como todo un marica y de los que se le ven las plumas a kilómetros, olí el pedazo de tela como un perro fiel y manso.

Y me arrepentí de hacerlo.

El olor a cigarro llegó directo a mi naríz, mucho antes que el perfume y el ligero olor a sudor. Está fumando. Otra vez.

Aprieto los puños y tiro la camisa al piso, quiero patearla, romperla, quemarla, desaparecerla de mi vista.

Odio que fume, lo aborrezco.

Creo que solo siendo un hombre podría entender que una mujer fumando parece una puta barata a la que cualquiera se puede coger sin mucho esfuerzo. Es así aunque suene feo.

Ya habíamos hablado de esto muchas veces antes y se supone que lo había dejado. ¡Se suponía! Pero no, prefiere verme la cara de pendejo y mentirme.

Se me ha calentado la cabeza –– y no la de abajo ––, y mejor me voy a dar un baño. En un rato iba a comenzar el clasico y esto no me iba a joder la tarde.

Voy al baño dejando un camino de ropa, eso de ir quitandose la ropa y dejarla dobladita no va conmigo, ¡solo es ropa por el amor a Dios! Ya llegaría ya el momentoen que la recogería.

Entre a la ducha y el agua caliente comenzó a salir. Enjaboné lentamente mi cuerpo, pensando. No me molestaba simplemente el cigarro, era una mezcla de muchas cosas que se venían acomulando. Ella difinitivamente me estaba mintiedo en la cara como si fuera un niño de cinco años. Y yo, como el hijo de puta que he sido toda mi vida, tengo una maestría en mentir. Prefiero pensar en ello como una habilidad útil y no como algo que desarrollé de tanto cubrirme las espaldas con las pocas novias esporadicas que tuve. Siempre he preferido ligues por que no me gusta andarle diciendo mentiras a las mujeres, luego hacen el drama de los dramas y uno queda como el malo solo por ser hombre.

Que putada.

Por eso mismo puedo oler las mentiras a kilómetros, ademas conozco sus gestos, esa forma de esquivar mi mirada y el ligerdo temblor de su voz. Llega tarde y siempre son las mismas excusas, esta distraída y recibe llamadas misteriosas. Para colmo dice que son del Hospital y se va volando sin darme ninguna explicación.

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