4. Amnesia

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¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien. Para los que aún no lo saben estoy trabajando. Y eso me absorve mucho tiempo porque despues de ahí salgo volando a la univ. Bueno, el punto es que por eso estoy tardando un mundo para actualizar. Lamento mucho la demora. Éste capitulo es mucho más corto que los anteriores y tampoco está editado. Más bien aquí en Venezuela ya es de madrugada y mañana entro al trabajo a las 8 pero de verdad ya no podía retrasar más esta historia. 

En mi perfil de Facebook subí dos capturas de pantalla sobre 2 sinopsis de dos historias que estoy empezando. Hay una especie de votacion, la que tenga más comentarios será la que subiré. Espero que les guste. Pueden conseguirlo en mi perfil de Honda Tohoru. 

Ahora si, a leer. Espero que les guste. 

¡Besos! 

¡Es una trampa! ¡Huye! Escuché a mi cerebro gritarme.  ¿Qué esperas estúpida, quieres nuevos agujeros en el pecho?

Era impresionante la forma en que las cuencas de mis ojos los retenían. Es más, era un milagro que aún pudiera mantenerme en pie. Tenía miedo y estaba por decir poco, aterrorizada. ¿Qué clase de broma era ésta?

¿Tantas ganas tienes de ser baleada? ¡Corre!

Era sorprendente las proesas que había escuchado hacer a algunas personas en momentos de pánico. Momentos en los cuales una explosión de adrenalina les daba fuerza sobrehumana para soportar situaciones extremas. Entonces, ¿por qué era incapáz de salir de la maldita habitación? ¿Tendría una psicotica necesidad de peligro? ¿O no había llenado mi cota de masoquismo del día?

¡Rapido, corre!

––Joven por favor no se mueva ––intuí que el enfermo intentaba moverse––. ¡Fernandez responda!

Sabía que todos me miraban mal y lo extraña e inapropiada que resultaba mi conducta, ¡lo sabía! ¡Y no me importaba una mierda! No existía fuerza en este mundo que pudiera opacar el terror que emitía mi cuerpo hacia el hombre que estaba magullado frente a mí.

Los zarandeos en mis hombros volvieron y en medio de mi estupefacción tuve ganas de arrearle un guantazo a la mujer para que me dejara consumir en la misera en paz.

Me estaba ahogando en la desesperación. En algún momento la puerta se abrió pero fui incapaz de dejar de observarlo. Mi estomagó se zacudió cuando él bajó la mirada con miedo y timidez. Se veía desprotegido, asustado, confundido.

¡Ese no era el Mauricio que conocía! ¡Reacciona maldito y deja de fingir!

¡No te dejes engañar!  ¿¡Eres estúpida!?

Probablemente no era la voz de mi cerebro, probablemente era mi sentido comun soltando alaridos indignados desde algún lugar. Seguro eran mis recuerdos el conbustible de esos gritos, eran mis lágrimas la energía que motivaba mi pánico.

Era mentira y lo sabía. Él era un asesino a sangre fría. Lo era realmente y nada iba a cambiarlo.

––Irme... no puedo... ––balbuceé––. Mauricio...

Supe que todo se había ido a la mierda, cuando me sentí desprovista de mis sentidos. Las palabras de Cristian o Mauricio habían entrado a mi sistema y colapsado todo a su paso. Escuchaba la voz de alguien y llamados de atención pero tenía mis ojos clavados en una sola imagen. Era como si se hubiera gravado con láser en mi retina.

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