Al llegar a casa después de haber pasado la tarde con Samantha, me dejé caer sobre el sofá. Mi cabeza ardía y mis músculos estaban agarrotados. Apoyando los codos en mis muslos, me eché hacia delante y me restregué las manos por el rostro. Permanecí así un tiempo, pero el dolor no desapareció.
Me puse en pie y me deslicé hacia el baño de mi habitación. Quizás una ducha sirviera para calmar mi cuerpo humano. Me despojé de mis ropas con un par de movimientos y abrí la puerta de la mampara trasparente para poder entrar al plato de ducha. Abrí el grifo y las gotas de agua templada comenzaron a caer sobre mi cabeza. Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, dejando que el agua me diese en la cara. Un escalofrío me recorrió la columna, junto con una punzada de dolor junto al hombre derecho.
Instintivamente, alcé la mano e intenté llegar al punto del dolor con los dedos. De forma inevitable, toque el comienzo de la cicatriz que se extendía desde mi omoplato hasta la mitad de mi espalda. El lugar del cual salían mis alas. Deslicé el dedo por ella, buscando la fuente de dolor, pero no pude encontrarla. Al desistir en mi intento, un brillo rojizo llamó mi atención. Mis dedos estaban cubiertos de sangre. Miré al suelo y el agua encharcada en mis pies tenía un tono rosado.
Giré la cabeza para contemplar el reflejo de mi espalda en el espejo del exterior del plato de ducha y descubrí un hilo de sangre cayendo desde la cicatriz por toda mi espalda, goteando hasta el suelo.
—¿Pero qué... ?
Cerré el grifo y salí de la ducha. Con una toalla intenté llegar hasta el lugar, apretándola contra la cicatriz para detener la hemorragia. Fruncí las cejas cuando me di cuenta de que no había forma de detenerlo.
Apreté los dientes y con una fuerte sacudida de dolor, conseguí que mis alas se extendieran a mi alrededor. Con dedos rápido comencé a buscar entre las plumas oscuras la herida o lo que fuera que estaba causando la pérdida de sangre.
Al moverme, un brillo extraño me cegó. Parpadeé, confuso. Entonces mis dedos se toparon con algo totalmente increíble.
Una alargada y ensangrentada pluma blanca destacaba entre el fondo oscuro.
—No.... ¡no, no, no!
Tomé la pluma entre mis manos, sin poder creérmelo. Esto no podía estar pasando... no podía ser posible. Apreté la pluma con fuerza y tome aire, antes de tirar de ella con todas mis fuerzas, hasta arrancarla de cuajo.
Con un grito de dolor, caí al suelo de rodillas. Todo mi cuerpo recibió una sacudida. La pluma blanca en mis manos dio su último brillo antes de comenzar a arder y consumirse entre mis dedos en cuestión de milésimas de segundo, dejando solo un fino polvo parecido a la arena que se filtró entre mis dedos y cayó al suelo. Apoyé la cabeza contra el lavado y me mordí el labio inferior, intentando detener el dolor.
Mientras intentaba comprender qué estaba pasando, entender cómo era posible que tuviese una pluma blanca en mis alas negras, después de tantos milenios de La Caída, las palabras de Jeliel en aquellos primeros tiempo resonaron en mi cabeza.
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The Falling Grace © [PAUSADA]
Paranormal* NOVELA PAUSADA HASTA NUEVO AVISO * En el mundo del Infierno no hay límites, no existen las reglas y desear algo es poseerlo. Así comprende D. Blake el mundo y hasta ahora, siempre le había ido bien. Su problema comienza cuando una chica, Samantha...