Disculpas y más disculpas

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Anoche, cuando le había enviado el mensaje a Blake, no había esperado que me respondiese y mucho menos que quisiera que nos viésemos para hablar de lo que había ocurrido

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Anoche, cuando le había enviado el mensaje a Blake, no había esperado que me respondiese y mucho menos que quisiera que nos viésemos para hablar de lo que había ocurrido. Había pasado toda la noche sin poder pegar ojo dándole vueltas a lo que iba a decirle. Sabía que tenía que disculparme pero también sabía que lo que había hecho no se arreglaba sólo con palabras. Él tenía que estar tremendamente cabreado conmigo. Y así era como esperaba encontrármelo. Y eso me preocupaba más de lo que pensaba.

En cambio, lo que no me esperaba era que, después de mi torpe y atropellado monólogo de disculpa, él se mostrase tan tranquilo y dispuesto a escucharme. Mucho menos que acabásemos ondeando una banderita blanca de la paz mientras reíamos y visitábamos Roma como dos amigos que acaban de conocerse.

Parte de los nervios, el miedo y la angustia que había estado sintiendo, desaparecieron en cuanto aceptó mis disculpas. El resto, fue desintegrándose a medida que pasaban las horas. Todavía seguía sintiéndome culpable, pero hasta que no tuviese la oportunidad de hablar con sus amigos no conseguiría sentirme de otro modo.

Me quedé más que alucinada en cuanto llegamos al coliseo. Si en fotos era increíble, en directo era impresionante. Por azares del destino apenas tuvimos que hacer cola para entrar y pudimos disfrutar de una visita bastante tranquila. Hice un par de fotos con mi móvil, aunque habría preferido tener la pequeña cámara digital de Cece, y lo obligué a hacerse una foto conmigo con las impresionantes ruinas del interior a nuestras espaldas.

No sé cuanto tiempo estuvimos allí, ni cuanto nos llevó el paseo que emprendimos al salir —aunque mi cuerpo comenzaba a quejarse por las magulladuras del día anterior—, pero cuando se detuvo y alcé la vista para ver dónde nos encontrábamos, dejé a un lado mis molestias y me quedé sin palabras. Roma cada día me asombraba más, era como un museo al aire libre, pero un museo de esos alucinantes y que te sorprenden en cada esquina. Miraras por donde miraras había algo que era una auténtica obra de arte y La Fontana di Trevi era absolutamente espectacular. Era realmente grande e imponente, lo que más me sorprendió, a parte de su grandiosidad en si, fue que se encontraba en un espacio mucho más pequeño del que había imaginado, siendo así el centro de todas las miradas de la pequeña plaza, lo que hacía que fuese todavía más impresionante. El lugar estaba plagado de turistas que no dejaban de hacer fotos y yo me estaba muriendo por acercarme hasta la barandilla para admirar cada detalle de la estructura.

Me dejé guiar por Blake cuando nos arrastró hacia el borde de la fuente y me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo cuando me hizo dar la vuelta para lanzar la moneda y pedir el deseo. En ese momento apenas era capaz de pensar con claridad. Estaba demasiado abrumada por las experiencias del día y la cercanía de Blake me afectaba de un modo que no quería pararme a analizar. Además no conseguía quitarme de la cabeza las acusaciones de Eileen ante mi falta de experiencia y la más que sincera insinuación de él de hacía unas horas. Así que, cuando Blake comenzó la cuenta atrás, yo cerré los ojos y lancé la moneda mientras me mordía el labio inferior deseando ser más valiente.

The Falling Grace © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora