¿Por qué?

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Después de la despedida tan dura que había tenido con Samantha, conduje sin rumbo fijo unos minutos, hasta que de forma inexplicable, me vi tomando el camino que conducía a casa de Xavier y Cordelia

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Después de la despedida tan dura que había tenido con Samantha, conduje sin rumbo fijo unos minutos, hasta que de forma inexplicable, me vi tomando el camino que conducía a casa de Xavier y Cordelia. 

Sabía que Eileen también estaría allí después del aviso que le había dado a Gabe. Necesitaba hablar con ellos. Con todos ellos. 

No entendía por qué, pero necesitaba soltar toda la mierda que tenía dentro ahora mismo. Parecía que una mano gigante me estuviera apretando el pecho. Me costaba respirar con normalidad y me temblaban levemente las manos, simplemente porque no podía quitarme de la cabeza la imagen del rostro confundido y aterrado de Samantha.

Cuando aparqué frente a la casa, cuyas luces de la planta inferior estaban encendidas, me quedé unos segundos en el coche. Necesitaba calmar un poco todas las emociones que me recorrían. Estaba demasiado alterado, lo que claramente haría más sencillo que yo perdiese el control. El demonio que llevaba dentro, poderoso y oscuro, peleaba por salir. Generalmente no me consideraba un hombre de violento en carácter. Pero se sentía como si eso estuve a punto de cambiar.

Unas ganas increíbles de buscar a Carduccio, traerlo hasta la sala de tortura y despedazarlo comenzaron a invadirme, haciéndose más intensas por segundos. Apreté los dedos sobre el volante, hasta que mis nudillos se volvieron blancos. Oí mis dientes chirriar.

La llamada suave contra el cristal de la ventanilla me hizo alzar los ojos, que podía jurar que estaban rojos como la sangre. Gabe abrió la puerta del coche y esperó a que yo saliera echo una furia de él.

—¿Dónde está?—pregunté, con un susurro enfurecido.

—No está en su escondite. He dejado los cuerpos inconscientes de esos chicos en una zona apartada de la ciudad. Les he quitado y quemado la ropa, por si eso te sirve de consuelo.— comentó, casi de forma jocosa, aunque sus ojos me contemplaban con preocupación.— Será divertido verles intentar parar a alguien en la carretera estando en bolas.

Sacudí la cabeza. Nada de esto tenía gracia para mí.

—Quiero a Carduccio. Y lo quiero ya.

Gabe entrecerró los ojos aún más y borró todo pequeño rastro de diversión en sus facciones.

—Lo he buscado, pero se ha esfumado.— Obviamente eso no me alegraba, por lo que Gabe agregó:— Sabes que sólo es cuestión de tiempo, Blake. Tendrá que dejarse ver de nuevo. Y cuando lo haga, le pillaremos.

—Lo voy a matar Gabe.—susurré.— Tan lenta y dolorosamente que la masacre de Xavier no me llegará ni a la suela de los zapatos. Haré que hasta su último aliento me ruegue por su muerte. Y después, verá el Infierno al que irá de cabeza como una alivio, comparado conmigo.

Jamás, en toda mi existencia, me había sentido así. Sin embargo, no podía controlarlo. Una y otra vez el rostro y los quejidos realmente aterrorizados de Samantha se repetían en mi mente, haciendo que yo lo viera todo rojo a mi alrededor. Por un instante, sólo por ese tiempo, comprendí la ferocidad con la que Xavier reaccionaba cuando alguien simplemente se atrevía a levantarle la voz unas octavas a Cordelia.

The Falling Grace © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora