Imposible

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No tenía mucho ánimo cuando regresé con mis amigos

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No tenía mucho ánimo cuando regresé con mis amigos. No hizo falta que dijese nada para que Cece se diese cuenta de que el encuentro había salido mal, aún así, en cuanto llegué junto a ellos, respondí a su mirada preocupada con una suave negación. No fui capaz de permanecer mucho rato más junto a ellos después de eso, por lo que no tardé en despedirme y poner rumbo a casa.

Nunca antes me había sentido tan frustrada y confusa. No sabía ya cómo conseguir acercarme a él. Si no era llamándolo por teléfono o abordándolo en la universidad o en medio de la calle, me daba totalmente por perdida. No sabía dónde vivía o dónde pasaba sus ratos libres, tampoco dónde se encontraba la oficina en la que gestionaba su negocio con sus amigos. Nada. No tenía ni la más remota idea de nada.

Y eso me llevaba a otro punto. ¿Cómo era posible que no sabiendo nada de él pudiese afectarme tanto su ausencia? Era algo que me venía rondando desde el sábado, ¿cómo era posible que, cuando estaba con él, me olvidase de todos los convencionalismos? Algo se había encendido en el fondo de mi pecho y no podía ignorarlo. Inconscientemente, me había dejado llevar por alguna fuerza invisible y actuado como si lo conociese de toda una vida cuando, en verdad, apenas hacía unos días que nos habíamos visto por primera vez. La cuestión era que, tenía la extraña sensación de que mis sentimientos eran recíprocos, había algo en la forma de actuar de Blake que me hacían creer que él sentía lo mismo. No podía procesar ni entender los sentimientos que me recorrían cuando me miraba con esos ojos tan verdes y penetrantes, o cuando su piel rozaba la mía o su voz se me metía bajo la piel...

Mi mente voló sin dificultad alguna, tal y como llevaba haciendo los últimos cuatro días, a la cita del domingo, a todo lo que había pasado antes de que esos desgraciados apareciesen para joderlo todo. No podía quitarme de la cabeza el brillo de su mirada, sus bromas, su risa y, sobre todo, el ligero roce de nuestros labios en el cine. Había estado tan cómoda, todo había resultado encajar a varios niveles, como si nuestros subconscientes tuviesen un acuerdo tácito entre ellos... Y luego... Todos esos momentos quedaron empañados por el miedo, la desesperación y la impotencia.

Lo peor, después de la despedida tan desesperanzadora de Blake, habían sido las pesadillas. En el mejor de los casos, me despertaba entre jadeos, sudorosa y aterrada justo antes de que una bala me atravesase el cerebro. Las peores eran aquellas en las que mi mente mezclaba los sucesos más recientes con el accidente de mis padres. En esas, la pesadilla empezaba conmigo agonizando en el suelo, sin poder moverme y a punto de morir pero total y absolutamente consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor. Como era costumbre, un hombre lo observaba todo desde escasa distancia, la diferencia esta vez, era que su rostro mudaba constantemente entre el tipo de la cicatriz, los tres asaltantes del domingo y, el que más me costaba asimilar, el de Xavier entremezclado con el de Blake.

Sacudí la cabeza y me llevé las manos al pelo, dejando que los mechones se enredasen entre mis dedos y tirando de él. En cualquier momento iba a volverme loca y nadie iba a poder hacer nada por mí. Se me escapó un gruñido agónico de dolor, que nada tenía que ver con el dolor físico producido por el tirón de pelo, y me recosté contra el sofá.

The Falling Grace © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora