Nadie nace siendo malo: Hidan

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Pues Hidan el igual que Deidara era huérfano pero a diferencia de Deidara el no tuvo la suerte de ser adoptado por una familia, de recién nacido fue abandonado en las puertas de un orfanato, creció hasta sus seis años sin tener ni la menor idea de lo que era un beso en una herida para sentirse mejor, sin saber que es el que alguien te cubra con una sábana a media noche para que no te enfermes, nunca tuvo a un padre que le enseñara a andar en bicicleta, no hubo nadie que estuviera para abrazarlo y decirle que todo estaría bien cuando tenía un mal sueño, o alguien que lo cuidara cuando se enfermaba, esa fue la vida de Hidan hasta los diez años.

El orfanato ya no podía mantener a tantos niños así que debían mandar a la calle a los niños mayores, Hidan era uno de ellos así que esa misma noche se fue antes de que lo echaran de ahí. Hidan esa noche estuvo durmiendo en una banqueta hasta que dos tipos lo despertaron y trataron de llevárselo a la fuerza.

—¡Suéltenme! ¡¿No escucharon que me suelten?! ¡¿Además de idiotas son sordos?! ¡Que me suelten malditos bastardos!—amenazó Hidan pero aquellos tipos no le hicieron ni el menor caso, desde pequeño Hidan maldecía muchísimo la cual era la principal razón por la que no era adoptado, llevaron a Hidan hasta un laboratorio donde lo amarraron a lo que parecía una mesa de quirófano—Suéltenme ahora mismo, alguien vendrá a buscarme.

—Eres un niño callejero, créeme que nadie notara tu ausencia y si no sobrevives no importa, no tienes a nadie que te lloré o extrañe, tu existencia no tiene ningún valor—dijo el hombre que parecía estar a cargo de ese extraño lugar, Hidan guardo silencio en ese momento pues el sujeto tenía razón, su existencia no tenía más valor que la de una cucaracha—Empecemos.

Los hombres que lo secuestraron lo llevaron para ser algo parecido a una rata de laboratorio humana, empezaron introduciendo lo en agua fría para después cambiarlo rápidamente a agua caliente, le inyectaban sustancias experimentales, le hacían muchas cirugías de distintos tipos, después de poco menos de un año decidieron hacer un nuevo experimento, anestesiaron a Hidan y lo dejaron abandonado en la aldea escondida entre las aguas termales, dejaron el cuerpo de Hidan sobre unas bolsas de basura como si su vida no tuviese ningún valor.

—Hola pequeño—dijo una joven mujer moviendo a Hidan, el abrió los ojos y tomó una posición defensiva—Tranquilo niño, no pienso lastimarte, me llamo Naomi.

—Eso no me importa—el escaneaba de pies a cabeza a la mujer de unos veintitantos, tenía el cabello castaño rojizo y ojos negros, lo que se le hacía raro era la ropa de la mujer que era un minivestido, medias de red rotas y botas de tacón.

—Tranquilo tigrillo, hace mucho frío y creí que necesitabas un lugar donde pasar la noche pero parece que estas muy cómodo sobre esas bolsas de basura.

—Dime una buena razón para que confíe en ti.

—Mmmmm pues no tengo ninguna, ah ya se, te lo juro por Jashin Sama—dijo la mujer mostrándole a Hidan su medallón que en un futuro le pertenecería, el muchachito de plateados cabellos la miro extrañado—El es mi Dios, si quieres puedes unirte al jashismo también.

—Mmmm cuéntame más sobre esa religión—dijo tomando la mano de la mujer y caminando con ella.

—Quizás luego, ahora tengo que trabajar pues unos clientes me van a ir a ver a casa pero mañana te cuento todo sobre ser jashinista.

—¿Clientes? Pero ya es mucho más tarde de media noche, ¿De que demonios trabajas mujer?—ella río al oírlo maldecir pues le parecía muy pequeño, el no entendía pero ella se dedicaba al negocio más antiguo del mundo.

—Eso no importa ahora niño.

—Me llamo Hidan.

—Ese es un nombre muy lindo—ambos caminaron hasta llegar a el departamento de Naomi, era solamente una habitación con un baño pequeño, esa habitación era recibidor, cocina y dormitorio—¿Qué opinas de mi casa?

Akatsuki no mezame [El despertar Akatsuki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora