7. La decisión de Sung Kyu

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«Cuando nos casamos, le prometí que siempre estaría a su lado para hacerla la mujer más feliz del mundo», recuerda Sung Kyu cuando ve a su profesor de literatura entrar al salón de clases, y no puede evitar que la rabia comience a hervirle la sangre, empuñado las manos por debajo de la mesa para intentar calmarse.

Porque ha sido un idiota, sin réplica alguna. Ha sido un estúpido ingenuo al creer en todas las mentiras de Woo Hyun. El hombre ni siquiera había pensado en divorciarse de su esposa. Está más claro que el agua que su profesor lo engañó desde el principio, y tontamente había soñado con un futuro a su lado sin saber que a Nam le importaba un comino.

En ese mismo momento, empieza a comprender que su maestro nunca lo ha querido, y entiende también por qué jamás le ha dicho "te amo". Woo Hyun sólo lo usó para saciar sus ganas; para hacer lo que, con seguridad, no hacía con su esposa. Como todos aquellos imbéciles que también eran infieles. Así que el odio y la frustración se arremolinan en el pecho del muchacho y, toma fuerzas de dios sabrá donde para no llorar.

Quiere gritarle ahí mismo a todos los chicos, el tipo de hombre cruel y manipulador que es su profesor. Tiene unas ganas terribles de humillarlo en su lugar de trabajo, frente a sus compañeros, pero también sabe que aquello le afecta en demasía, y tal vez aún más a él que al desgraciado de su maestro.

Y Sung Kyu no quiere eso, aunque sienta sus ojos arder y su cuerpo estremecerse por el coraje con cada segundo que pasa. Ha estado manteniendo su estabilidad mental por mucho tiempo, como para dejarse pisotear, y tampoco va a dejar que Woo Hyun se salga con la suya. Así que se traga su cólera y suspira en silencio, observando como su profesor ocupa su lugar atrás del escritorio para iniciar la clase.

—Bien, jóvenes, quiero un ensayo de este tema para la próxima semana y, les recuerdo, que contará para la calificación final —explica Nam una vez que finaliza la asignatura—. Pueden retirarse.

Todos toman sus pertenencias y salen del salón, excepto Sung Kyu, quien tarda en recoger sus libros para hacer tiempo y quedarse a solas con su maestro, tal como lo hace desde que el mayor y él comenzaron a ser amantes.

Observa cómo Woo Hyun lo mira de reojo y el pelirrojo se muerde los labios con sensualidad, notando la reacción en el rostro del profesor segundos después. Y Sung Kyu ríe internamente por ello, aunque las ganas de estrangularlo se estén clavado en su mente con más intensidad.

El muchacho toma su mochila y, despacio, se acerca al escritorio, dejando la bolsa a un lado del mueble antes de ir hacia la puerta y cerrarla con seguro. Sus labios se curvan en una satisfactoria sonrisa y, de nueva cuenta, se acerca a la mesa, delineando la superficie con un par de sus dedos hasta llegar a la mano de su maestro. Kim entrelaza los dedos, y el hombre sonríe de lado antes de atraerlo más a su cuerpo, rodeándolo de la cintura con ambos brazos.

—¿Me extrañaste? —pregunta el mayor, casi en un susurro, y Sung Kyu siente odiarse aún más a sí mismo por haber pensado tanto en él mientras deseaba escuchar su masculina voz todo el fin de semana.

Y de nuevo la ira se apodera de su cuerpo, porque no puede terminar de aceptar que ese par de días lo "abandonó" para pasarlos con su esposa; con aquella maldita mujer que tiene todo de él. Sin embargo, le ha quedado un poco de fuerza para ahogar su rabia y embozar la más falsa de sus sonrisas, esperando que en sus ojos no se reflejen el odio y el dolor. Aprieta los párpados y enreda sus brazos alrededor del cuello de Nam, sentándose a horcajadas sobre sus muslos y presionando sus rosados labios sobre los de su maestro.

Woo Hyun no tarda en meter su lengua en la cavidad del muchacho, dejando que algo de saliva escurra por las comisuras de sus bocas. Sung Kyu se restriega entonces contra su pelvis y Woo Hyun jadea sobre el lascivo contacto, segundos antes de separarse para mirarlo a los ojos.

—Ya veo que sí —asegura el profesor con una enorme sonrisa de suficiencia mezclada con burla.

Después, el pelirrojo se deja caer entre las piernas del mayor, subiendo las manos hasta su cinturón para desabrocharlo y bajar un poco su pantalón. Acaricia el duro pene de su maestro con algo de impaciencia sobre la ropa interior, y luego libera la erección, haciéndola desaparecer en su boca por completo.

Jadeando de gozo, el profesor aprieta los ojos. Se muerde el labio inferior cuando Sung Kyu comienza con el vaivén, humedeciendo su palpitante hombría desde la cabeza hasta los testículos, y Woo Hyun no demora en correrse, presa de la enorme excitación que le provocan las chupadas del muchacho. El pelirrojo siente el tibio líquido sobre su lengua y lo traga todo, poniéndose de pie una vez que el orgasmo de Nam termina, para atrapar los gruesos labios de su maestro en otro candente beso.

El detective se da una ducha y se viste sólo con unos calzoncillos y una camiseta para dormir. El día ha sido largo y agotador, pero Myung Soo está satisfecho de tener casi todas las pistas para resolver el caso de Hoya. También su compañera Ji Soo le ha buscado buena información, y Kim esperaba dar resultados más pronto de lo que le ha pedido a su jefe.

Se estira sobre el colchón y toma su móvil para revisar si tiene notificaciones. Su madre le dijo que quiere charlar con él un día de esos, pero es mucho mejor para Myung Soo recibir algún correo o mensaje largo, ya que está demasiado ocupado; es muy raro que conteste el teléfono por asuntos personales.

Suspira sonoramente y cuando intenta dejar el aparato de nuevo sobre la mesita de noche, éste comienza a sonar con el tono característico de una llamada, y el detective lo mira, frunciendo el ceño con desconcierto cuando no es capaz de identificar el número en la pantalla.

—Diga —responde, y enseguida abre los ojos con asombro cuando cree reconocer la voz al otro lado de la línea—. ¿Sung Jong? ¿Eres tú?

Myung Soo se sienta a la orilla de la cama y por alguna extraña razón su corazón comienza a latir con ansiedad cuando escucha los sollozos del muchacho.

—Detective Kim —susurra con la voz temblorosa mientras sorbe la nariz.

—Sung Jong, tranquilízate y dime que pasa. No puedo ayudarte si no me lo dices.

—L-lo maté... —confiesa, pero el tono de su voz es opacado por las lágrimas que derrama.

Myung Soo contiene la respiración por un momento, y se levanta del colchón para buscar con rapidez una muda de ropa en los cajones de la cómoda.

—Sung Jong, cálmate. Dime dónde estás y enseguida iré.

Pero el asustado muchacho no deja de llorar, y el detective no puede evitar preocuparse. A leguas se nota que el jovencito entrará en shock en cualquier momento, y por un instante Myung Soo duda de lo que le ha dicho.

Porque Sung Jong se veía tan frágil y maltratado, y el detective rememora de pronto las marcas que vio en su cuello, pero recuerda también que las víctimas suelen hacer cosas peligrosas por la desesperación, y eso lo hace ponerse un poco más ansioso. Se apresura a cambiarse de ropa mientras sostiene el teléfono entre su mejilla y su hombro, buscando las llaves de su auto en la mesa del comedor.

—Sung Jong, por favor, dime dónde estás —pide de nuevo el detective, tratando de que su voz suene tranquilizadora. Y segundos después sale corriendo de su departamento cuando el muchacho le susurra su dirección entre sollozos.

¿No podías amarme? | WooGyu/MyungJongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora