Cementerio Maldito

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"Los personajes y hechos relatados en esta historia son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia".

¡Que disfrutes la lectura!

Sinopsis

El cementerio estaba maldito. Eso era lo que la gente del pueblo decía. Había un hombre. Algunos lo habían visto en medio de la noche caminar entre las lápidas del cementerio. Se decía que quien entrara al cementerio a las doce de la noche, no saldría con vida. Su sangre sería drenada junto con su alma y no se le vería nunca más.

Sally era una chica temerosa y tímida. Ella odiaba cualquier cosa que tuviera que ver con Halloween por el simple hecho de que todo le daba miedo. Y cuando su amiga la invitó a su fiesta de Halloween y luego la retó a visitar el cementerio a las doce de la noche, Sally no tuvo más opción que aceptar pues estaba cansada de ser el hazmerreír del pueblo gracias a las bromas de su amiga.

Sally jamás imaginó las verdaderas y macabras intenciones de su amiga y tampoco imaginó que todo lo que se decía en el pueblo sobre el cementerio maldito,fuera verdad.    

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—¡Dulce o truco! —exclamó la dulce niña vestida con un disfraz de vampiresa en la entrada de la casa de los Sullivan. La señora Sullivan, una regordeta muy amable, salió con una cesta llena de dulces.

—Veo que este año eres una vampiresa, Sally. —Sally le sonrió dulcemente y asintió mientras sus hermosos risos rubios se movían delicadamente—. ¿Y tu madre? —Sally giró la cabeza y señaló hacia una esquina, donde su madre, ebria y drogada, la esperaba.

La señora Sullivan miró a Sally con preocupación y luego de dejar la cesta de dulces sobre una mecedora, se arrodilló y tomó a la niña de tan solo siete años de los hombros.

—Sally, si algo llegara a suceder, cualquier cosa, ven a buscarme. Yo te ayudaré. —La pequeña le sonrió a la señora Sullivan y luego de que esta le diera algunos dulces, Sally se despidió y regresó al lado de su madre.

—¡Ya era hora, niña! —La madre de Sally, una mujer joven pero arruinada por los vicios, le arrebató los dulces y luego de tomarla con fuerza de un brazo, la guio al cementerio.

—Mami, ¿Por qué vamos al cementerio? —le preguntó la niña a su madre.

—Tu madre tiene que ganar algo de dinero para sus drogas y alcohol. Tú te quedarás sentada y calladita cerca de la cripta mientras mami va a charlar un poco con un amigo.

—¡No me dejes sola, mami! —suplicó la niña, comenzando a llorar—. No me gusta el cementerio, me da miedo y además está muy oscuro.

—No seas cobarde, Sally. Ya estás grandecita. Te compraré una paleta si obedeces.

—¡No, mami! —imploró la niña. Su madre, bastante drogada, se giró y abofeteó a Sally en el rostro.

—¡Te callas! ¡Suficiente tengo con cuidar de ti! ¡Agradece que no te he dejado tirada en la calle! —Sally enmudeció ante las palabras de su madre. Esta, al ver que el hombre que esperaba se acercaba, tomó a Sally de un brazo y la llevó hasta la cripta—. Siéntate aquí, no quiero ningún ruido. ¿Me entiendes? —La niña asintió con tristeza y se dejó caer sentada sobre el duro suelo.

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