II. Él

2.9K 216 31
                                    

L.

¿Por qué a ellas? De todas las personas... ellas.

¿Por qué?

Me desquició la vida.

Llegaron a la casa en un suspiro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegaron a la casa en un suspiro. Se quedaron ahí, en la puerta, hechas un manojo de lágrimas. Tabatha sabía que debía permanecer en calma para tranquilizar a Sabina, pero lucía imposible en ese momento. Las manos le temblaban, ni siquiera pudo insertar la llave en la cerradura de la puerta. Se estaba perdiendo aún intentando mantenerse a flote cantando una nana y acariciando los caireles rubios de su pequeña.

Rodaban las perlas por las mejillas de Tabatha, estaba demasiado asustada, todavía temerosa del bienestar de Sabina. ¿Qué pudo suceder? Se imaginaba mil posibilidades y agradeció a la vida haberse quedado con ambas.

Tanta inseguridad... sabía de las numerosas vidas que se perdían en esa ciudad, las cifras subían vertiginosamente. Siempre en el sur. No se suponía que el centro fuese parte de esa realidad...

―Sabi... shhh, shhh... todo está bien. ―Decía tanto para la niña como para ella.

Cerró los ojos. Respiró profundo.

―¿Bibi? ―Oyó que una voz gruesa la llamó.

Lo reconoció de inmediato, pero no pudo evitar ajustar sus brazos alrededor de Sabina. Su mirada azul se resquebrajaba a cada aleteo de pestañas, lágrimas rodaban por sus mejillas. Ni siquiera se esforzó para limpiárselas, permaneció en silencio, contemplando a Luciano, sorprendido y palideciendo a cada segundo.

Lo vio desviar la mirada a su hija, segundos después ya estaba a su altura. Sabina percibió el perfume de su padre y se giró, dejando a la vista su rostro con grandes manchas rojas resaltando en su piel de leche, moqueaba.

―¡Papá! ―Lloriqueó extendiendo los brazos en su dirección.

Sólo cuando Sabina se prendió a su padre cual broche, Tabatha se limpió la cara con el dorso de la mano y esperó a que Luciano abriera la puerta.

No preguntó qué nos había sucedido de inmediato, me entregó a Sabina y corrió a la cocina a preparar un té para mí y un biberón con leche para Sabi

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No preguntó qué nos había sucedido de inmediato, me entregó a Sabina y corrió a la cocina a preparar un té para mí y un biberón con leche para Sabi. Por primera vez en semanas, se sentó a mi lado y rodeó mis hombros con su brazo. Esperó mi reacción y en vista de que no lo rechacé, procedió a hacer la pregunta, muy serio:

―¿Qué sucedió, Tabby?

Y le conté todo, desde que salimos de la casa, el plan de Sabina de comprar helado de naranja para ese día, el inicio de la balacera, los ruidos extraños...

Lloré, no me detuve hasta quedar seca. Fue en ese momento cuando le dije ―con la voz quebrada― que nos iríamos, quisiera o no. Sabina no viviría en esa horrible ciudad. Era demasiado insegura para su frágil seguridad. Me iría con ella al pueblo de donde yo era, ese lugar entre las montañas y el mar que me traía gratos y salados recuerdos, un lugar al que no había regresado en muchos años ni había pensado en regresar.

Luciano no se opuso, aunque eso significaba que su única hija viviría lejos de él, que ya no la vería seguido. Y le dolió, vi un destello en su mirada pero desapareció en un abrir y cerrar de ojos... así era Luciano.

Mayo 2016.

La niña de los unicornios (DU #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora