Epílogo

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T.

Y después... Sólo encontré felicidad.

L.

Es imposible que pida más.

∞∞∞

Sabina se encaramó a la cama de sábanas blancas donde su madre mecía en sus brazos a una criaturita de cabellos tan rubios como los que una vez tuvo su ahora hija mayor. Esperó a que Tabatha le hiciera una seña con la mano para que se acercara, entonces gateó por el extremo derecho y se acurrucó en el costado de su mamá. Tenía cinco años y muchas ganas de ver de cerca a su hermanita.

—¿Qué pasa, amor? —Preguntó Luciano a Sabina sentándose en el borde de la cama, colocó una mano sobre el pie de Tabatha, por encima de la sábana.

—Es pequeñita.

—Tú eras más pequeña.

—Pulgarcita —comentó Tabatha radiante—. ¿Te acuerdas? Así le decías.

—Como si fuese ayer. —Luciano sonrió.

—¡Yo no me acuerdo! —Refunfuñó Sabina.

Tabatha le dio un beso en la mejilla.

—Hablemos bajito, ¿sí, Sabi? Lucía está durmiendo.

—¡Uh! No queremos que llore, ¿verdad?

—No, no queremos.

Sabina bajó la mirada a su hermanita. Lucía tenía una naricita, casi nada de cejas y una boquita rosadita. Sabina no sabía, pero se parecían mucho. Juntas eran el tesoro de mamá y allí, en esa pequeña habitación, Tabatha se sentía más completa que nunca con sus hijas pegadas a ellas y el amor de su vida con una amplia sonrisa en los labios. 

No, no pediría más.



PRONTO: COLORES OPUESTOS (acerca de Adrian y Claudette). Ya la pueden encontrar en mi perfil. 

La niña de los unicornios (DU #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora