XVIII. Ámame

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L.

Esa noche decidí que no podíamos terminar así, no con un divorcio.

¿Qué tan tarde era?

∞∞∞

Las palabras de Luciano le nublaron el pensamiento a Tabatha. Había perdido noción de dónde se encontraba, sentía que flotaba, que estaba débil. Era trampa, Luciano conocía sus debilidades y ser interceptada en pleno intento de alejarse era uno de esas. Y si se agrega el corto contacto de sus labios o el hecho de que sus manos estaban entrelazadas sobre el vientre de Tabatha... no era extraño que estuviese explotando por dentro.

—¿Por qué huir? —Volvió a cuestionar Luciano, esta vez giró a Tabatha para ver su expresión y cómo la encontró lo dejó sin palabras.

Se veía... conflictuada. Mostraba todas las señales de estar derritiéndose por tenerlo tan cerca, por saberse querida, aunque otra parte se negaba a aceptarlo, la misma que le recordaba todo lo que él hizo mal. Por dentro se encontraba en una tormenta y Luciano no pudo sentirse más culpable, en parte, él era el culpable. Sin darse cuenta, su agarre se debilitó. Tabatha sintió la diferencia y rápido entrelazó sus manos detrás del cuello de Luciano, quedando más cerca de él.

—Porque te quiero tanto que es difícil dejarte ir —susurró Tabatha con dificultad.

Pegó un gritito cuando sintió la toalla desajustarse, un instante antes de poder alcanzar el borde de la toalla, Luciano lo hizo. Tomó ambos extremos como una grapa y no la soltó, en esa posición percibía la velocidad de la respiración de Tabatha. Sus pupilas, se percató, estaban dilatadas.

—Entonces no me dejes ir.

Fue lo único que consiguió decir en su pequeña infinidad en un mundo irreal, porque tenerla así ya no era normal, en esa posición, en esa situación en jaque. Tabatha no tenía escapatoria, al menos no con la mano de Luciano en su cintura y en la toalla. Podría soltar la segunda, pero no la dejaría marchar pronto. Había algo más manteniéndolos unidos.

—¿Y tu trabajo? ¿Tus sueños? Estamos en tu camino, Luci. Tienes mucho potencial, amas lo que haces.

—Sin ti, sin ustedes, no soy nada. No quiero nada. No me concentro en nada. Sólo quiero regresar, aquí, contigo y con Sabina. Es imposible que rinda al cien si no estoy con ustedes. ¿Me estoy explicando?

—Ay, Luciano... calla que me estás matando —lloriqueó cerrando los ojos.

—El que muere aquí, soy yo —y le plantó un beso en la frente.

—Las palabras nunca han sido tu fuerte. —Murmuró Tabatha, reparó en sus labios. Tentadores, pero prohibidos. Subió la mirada de regreso a los ojos de su esposo, él no tardó en esbozar una sonrisa socarrona, ya conocía ese gesto.

«Yo también te quiero en mis labios.»

—¿Hablando? No. ¿Entonces? ¿Dejarás de huir?

Luciano colocó un mechón detrás de la oreja de Tabatha y dejó que su dedo vagara por la línea de la mandíbula. Ahora era Tabatha la que se sostenía la toalla, sin embargo, esas manos temblorosas no eran confiables.

—¿Qué gano a cambio? —Preguntó Tabatha, luchaba por mantener los pies en la tierra, cada segundo que pasaba en contacto con Luciano aquello se hacía más difícil—. Haces trampa, Luciano.

—Me ganas a mí —finalmente su mano se quedó quieta en la mejilla de su esposa. Sí hacía trampa, lo admitía, pero el hecho de que Tabatha se viera afectada demostraba que todavía quedaba suficiente amor para ser perdonado—. Soy un tramposo, jugando para distraerte y que aceptes.

—¡Luciano! —dijo con un hilo de voz, el espacio que los separaba era escaso. Luciano rozó sus labios y algo explotó en el estómago de Tabatha, privándola de sus pensamientos lógicos. Rogaba más que una caricia.

—Sí, Luciano... —empezó a dibujar un camino de besos en ascenso desde su cuello, sintió cómo se estremecía, apretaba las piernas en un intento de no caer. Luciano la agarró mejor, con mayor cuidado y comodidad—. Me tienes hoy y siempre.

La besaría. Ambos sabían que era inminente. ¿Pero quién se rendiría a la tentación? Jugaron a perseguir sin reclamar, hasta que se encontraron. Lento al principio, dulce el beso. Tabatha olvidó la toalla, ambas manos fueron en búsqueda del cuello de Luciano. Lo quería más cerca, quería sentirlo en todas partes. Y cuando la toalla cayó, no hubo nada que la separara.

—¿Con tu tiempo y lo que eso implica? —dijo entre beso y beso. Gimió por las caricias que Luciano propinó en su espalda, los círculos que la erizaron—. Eres... eres...

«Embriagante.»

—Hasta el último segundo.

—Dios mío, déjame pensarlo...

«Cuando terminemos» terminó en su mente, porque sus labios la callaron. No saldría de allí pronto, ninguno dejaría libre al otro, aunque ella no aceptara, aunque el resultado fuese el mismo... se juraron aprovechar el momento. Sus cuerpos pedían ser liberados, mimados. Dos amantes bajo la luz de la luna.

Luciano la arrancó del suelo y la llevó hasta el rincón donde todo empezó, se iba a adentrar al agua cuando le cambiaron las señales. Tabatha señaló la pequeña plataforma de madera desde donde alcanzaban el columpio. La depositó y antes de hacer cualquier cosa, contempló su cuerpo desnudo... tan finita, con lunares pringando su piel. Se humedeció los labios pensando en qué atacaría primero, todo se antojaba para besar.

—¿Segura? No quiero que sientas que después de esto...

—No sería la primera vez que me rompo el corazón, seamos uno por esta noche. —Tabatha enrolló sus dedos en el elástico del bañador de Luciano, uno que ya nada ocultaba.

—Promete que lo pensarás.

—No necesito pensar cuando ya me dijiste lo que necesitaba escuchar.

—¿Es un "sí" o un "no"?

—Es un ámame, Luciano. Ámame con fuerza.

∞∞∞

EL DIARIO DE TABATHA

Con o sin la calentura del momento, saber que andaba luchando por "nosotros" se sintió... correcto.

¿Es muy tarde para una segunda oportunidad?

Junio 2016.

∞∞∞

¿Y bien? ¿Opiniones?

No digo más, excepto que quiero saber lo que ronda en sus cabezas. 

La niña de los unicornios (DU #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora