Tabatha sueña con vida libre de violencia para su hija, lejos de las inseguridades de la gran ciudad. Sin otro lugar a dónde ir, decide regresar a su pueblo natal, un lugar que lleva evitando durante años y la obligará a compartir techo con el hombr...
El día que decidí salir de ese infierno, el mismo día que me quebré frente a Sabina, ella sólo quería un helado.
Un helado casi nos costó la vida.
Un helado puso punto final.
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Por primera vez desde que Luciano se fue, Tabatha deseó tenerlo a su lado, que la abrazara y le susurrara al oído que todo estaría bien, mientras ella rodeaba con sus brazos protectores a la criaturita que los unía. Sabina no paraba de llamarla "mamá" entre hipidos y Tabatha no pudo hacer nada más que prometerle sin cesar que todo acabaría pronto, que los ruidos estridentes cesarían, que estarían bien y regresarían a casa...
Sin embargo, los balazos continuaron por horas.
Entonces, se hizo el silencio en la calle y Sabina siguió llorando.