T.
Caímos juntos.
Y nuestros pedazos... se esparcieron en direcciones contrarias.
∞∞∞
Tabatha escuchaba la aventura de Luciano oculta en el pasillo que llevaba a las recámaras familiares, estaba pegada en la pared sin emitir un sonido ni respirar. No quería cometer un error: alertar a Sabina y romper el hechizo. Lo que vivían padre e hija allí era algo que no sucedía todos los días. Las risitas y expresiones de Sabina dejaban en evidencia su felicidad... si ella era feliz, Tabatha no tenía razón de aparecer, sabía lo que sucedería.
«Sólo es otro...»
—¿Y qué sucedió con la princesa?
—Regresamos al pueblo, a Siete Venados, y su papá estuvo muy agradecido con el equipo de rescate.
«Siete Venados», el nombre retumbó en la mente de Tabatha. Había escuchado el nombre en boca de las personas en el mercado durante los últimos días. Una joven había desaparecido, lo último que sabían de ella era que fue de excursión a la montaña, con vistas tan bellas como en la que vivirían en adelante, y no había regresado. A decir verdad, Tabatha no prestó mucha atención al chisme, ni siquiera sabía si lo contaron con un final trágico o feliz, o si ya se conocía el final en ese momento.
Sin embargo, escuchando la historia de Luciano, se hacía una idea de aquel final, sólo necesitaba quitar los elementos fantásticos y allí tenía su explicación a la tardanza. No fue por el trabajo o una mentira adrede. Tabatha sintió su interior hervir y sus mejillas sonrojarse, cerró los puños molesta consigo misma por un motivo que no quería reconocer.
—¿La puedo ver?
—¿A la princesa? —Preguntó Luciano jugando con los deditos de su hija, a la niña le daba cosquillas y balanceaba sus pies un par de veces para después dejarlos quietos de nuevo. Y Luciano hacía lo mismo, Sabina volvía a repetirlo.
—¡Sí!
—Si mamá te deja... —Luciano hizo un gesto para que Sabina se volteara.
«Oh, oh.»
Sin darse cuenta había salido de su escondite.
—¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo? —Rogó juntando las manitas.
Tabatha sonrió.
—Claro, pero primero tienes que ser buena niña.
—¡AAAAAH!
—E irte a dormir temprano.
—¡Nooo! ¡Mamá! Quiero seguir jugando con papá —hizo un puchero que casi pudo con Tabatha. Era muy difícil decirle no a esa criaturita que se robó su corazón desde antes de nacer.
—Papá va a estar aquí mañana cuando te levantes —le lanzó una mirada de advertencia a Luciano, éste asintió con la cabeza—. Y podrán seguir jugando. ¿Verdad, papá?
—Claro. Mañana seguimos, Sabi.
Tabatha dio unos toquecitos en los hombros de Sabina para que se levantara, de inmediato lo hizo, pocas veces se le tenía que pedir las cosas por segunda ocasión. Luciano las observó adentrarse en el pasillo. Entonces, Sabina se detuvo y jaló de la falda a su mamá, quien se puso a su altura y asintió con la cabeza. Luciano enarcó la ceja preguntándose a qué acuerdo llegaron las chicas.
Sabina giró y corrió al barandal, de nuevo metió la cabeza entre los barrotes.
—¡Ven!
Su inocente sonrisa, los rizos cayendo por su cara, volando sobre su cabeza, las tenues chapitas rosadas... la felicidad que destilaba Sabina. Más aún, el hecho de ver a su hija tan grande. No, mucho más que todas las razones que cruzaban por la mente de Luciano. Estar ahí con ella, saberse amado pese a todas las veces que no había estado para ella, lo hacía sentirse muy agradecido con la vida.
—Voy.
∞∞∞
Sabina tardó alrededor de media hora en quedarse dormida. Habló hasta por los codos, Tabatha juró que eso terminó por cansarla. La arropó bien y acomodó las almohadas y peluches de tal forma que formaban una barrera a cada lado de la pequeña. Una precaución más, también había puesto dos muebles con sus respaldos pegados a los lados de la cama para prevenir un accidente.
—Espero que la mudanza llegue pronto.
—Pero si salió mucho antes, ¿qué pasó? —Preguntó Luciano observando con detenimiento el cuarto, principalmente medía qué tanto cambio podía hacer sin perjudicar el estilo.
—Acceder hasta este rincón del planeta en camión es un poco complicado. Hay demasiadas curvas y ha estado lloviendo.
—Eso me consta. —Dijo señalándose.
Tabatha se tomó un instante para analizar a Luciano. ¿Cómo no se había dado cuenta antes, cuando llegó? Su siempre pulcro cabello rubio tenía ramitas y un par de hojas, la camisa la tenía arremangada y una gran mancha —sabrá Dios de qué— se extendía desde su costado. Los pantalones llenos de tierra y los zapatos de lodo. Ese no era el Luciano que conocía, ese era un tipo con la voz y el cuerpo de Luciano.
Le dio curiosidad saber por qué había terminado ayudando a la búsqueda de la joven desaparecida, pero se lo guardó, además él había dicho que no pensaba darle explicaciones.
«No necesito tus explicaciones.»
—Ya sé, estoy hecho un desmadre. No me lo tienes qué decir.
—No te he dicho nada.
∞∞∞
EL DIARIO DE TABATHA
Esa noche se quedó en la habitación de invitados.No pude dormir hasta entrada la madrugada.
¿Cómo había terminado ayudando? No me podía sacar la pregunta de la cabeza porque lo conocía. Luciano no era el tipo de persona que se detenía a ayudar a un extraño, no era el buen samaritano de la parábola. Odiaba las actividades en la naturaleza. ¿Pasear por el bosque? Imposible. ¿Acampar? Mucho menos. Ir a la playa era un mal día para Luciano, pues corría el riesgo de ensuciarse.
Y por esa chica desconocida llegó hecho un lodazal.
¿Por qué? ¿A qué se debió ese cambio en el corazón?
Mayo 2016.
∞∞∞
¿Qué les pareció? Las animo a contármelo en los comentarios, siempre respondo :3
❤️
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La niña de los unicornios (DU #1)
ChickLitTabatha sueña con vida libre de violencia para su hija, lejos de las inseguridades de la gran ciudad. Sin otro lugar a dónde ir, decide regresar a su pueblo natal, un lugar que lleva evitando durante años y la obligará a compartir techo con el hombr...