Himmel

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Himmel

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Resopló resignado mientras veía como su Dame-alumno se había quedado nuevamente dormido sobre la mesa en la que hacía sus deberes, apoyando su rostro encima de los cuadernos que actuaban de almohada.

Estuvo tentado de despertarle como solía hacer siempre, con su fiel camaleón multiforme transformado en mazo, pero esa vez lo dejó pasar.

Sabía que el joven había estado estudiando más de lo usual debido a los exámenes que se le aproximaban, y aquellos días había dormido lo justo. Por ello, decidió dejarle descansar un par de horas.

Aunque debía admitir que también se abstuvo de cortar su sueño al verle pacíficamente dormido, soñando con algo alegre a su parecer, pues esbozaba una radiante sonrisa que logró sacarle un leve sonrojo.

Examinó su dormido rostro, acercándose a él con el cuidado de no hacer ruido. A sus dieciocho años, el chico no había cambiado en demasía desde que lo conoció. Quizá sus rasgos fueran algo menos aniñados que antes, pero seguía manteniendo aquel dulce toque de inocencia en sus ahora cerrados orbes chocolate, y su personalidad poco había variado.

Seguía siendo alegre y torpe, aunque había obtenido cierto deje de madurez en sus responsabilidades, cosa que le sorprendía gratamente. Aunque ya había dado signos de ello en anteriores años sin necesidad de usar su hyper modo, con el tiempo se había ido reforzando.

Aún desistía de la idea de convertirse en el Neo Vongola Primo, alegando que quería tener una vida normal. Pero bien sabía, como su tutor que era, que en realidad rechazaba la idea por sus inseguridades, algo en lo que lamentablemente no había cambiado.

Seguía siendo un muchacho inseguro de sus posibilidades y aspiraciones, y aunque pensó que en la batalla de representantes había logrado superarlo, parecía que había sido la excepción.

No entendía aún cómo era posible que, sabiendo las numerosas situaciones mortales en las que había salido victorioso, siguiera pensando que no podía lograr lo que se propusiese.

—Siempre serás un Dame —le reprochó, a sabiendas de que no podía oírle.

Decidió que la posición en la que el castaño se encontraba era muy incómoda, y seguramente se despertaría con dolor de cuello. Así pues, tomó entre sus brazos al joven y le dejó sobre la cama de la habitación con cuidado de no despertarle.

Debía agradecer a ese científico loco el que pudiera inventar un aparato que le devolviera su cuerpo, de aquella manera podía desenvolverse mejor que como un bebé y hacer cosas que su anterior aspecto no le hubiese permitido.

Por ejemplo, no hubiera podido cargar con Tsuna con el tamaño de un niño.

Aún recordaba la cara de incredulidad de su alumno al verle con su apariencia real. Seguía creyendo que era un amigo que le había ayudado a ganar en la batalla, asi pues, cuando le dijo su verdadera identidad, por poco no se desmayaba.

Rió levemente ante el recuerdo. Era un Dame completo.

Su diversión se cortó cuando vio la repentina expresión de agobiamiento del chico, quien movía su cabeza sobre la almohada con una velocidad cada vez mayor. Ligeramente preocupado, sacudió el hombro del castaño levemente, aumentando su fuerza al ver que no despertaba.

Cuando logró que abriera los ojos, sintió algo parecido a un pinchazo en el pecho al ver aquellos orbes color chocolate demostrando miedo. No, más bien, terror.

—Reborn… —murmuró al cabo de unos instantes con voz temblorosa.

—¿Estás bien, Dame-Tsuna? —preguntó con un matiz de preocupación en su tono.

El joven no respondió a su pregunta. Empezó a temblar ante la atenta mirada del azabache, y de improvisto se abrazó a él, arrodillándose en el colchón. Escuchó como empezaba a sollozar en su pecho y le acarició sus castaños cabellos en un intento de tranquilizarle, sin saber muy bien qué hacer.

Nunca había sido bueno para ese tipo de situaciones.

—¿Se puede saber qué te ocurre? —volvió a cuestionar. No le gustaba sentirse así de confuso, y menos con su alumno, al que se suponía que conocía de sobra. ¿Qué había podido soñar para que se pusiera a llorar como un niño?

—Yo… —murmuró, pero no pudo continuar debido al sollozo.

No sería el mejor consolando, pero sabía que era extraño que Tsuna se comportara así. En la mayoría de los casos se lo reservaba para sí y sonreía como un tonto para no preocupar a nadie. Fuera lo que fuera, le había dejado bastante tocado. 

Asi pues, no preguntó nada más y se dedicó a seguir acariciando sus cabellos, los cuales eran suaves y ligeramente húmedos al tacto debido a la ducha que se había dado, la misma que le había dejado un aroma de vainilla, chocolate y miel. Al mismo tiempo, le susurraba al oído todo lo que se le ocurría que fuera tranquilizador en un intento de calmarle, recordándole que estaba ahí, y que no le dejaría hasta que estuviera bien.

Logró que se volviera a acostar cuando estuvo un poco más calmado, y se sentó en un lateral del colchón sin dejar de acariciarle, pasando a su rostro y limpiando las lágrimas que detestaba ver salir de aquellos orbes chocolate.

—¿Estás mejor? —preguntó suavemente, viendo que el sollozo se había detenido.

Tsuna esbozó una leve sonrisa para tranquilizarle.

—Sí, lo siento… solo fue un sueño, no sé por qué me he puesto así… —se disculpó torpemente.

—Anda, vuelve a dormir. Mañana me lo contarás —se dispuso a levantarse de la cama para dejarle descansar, pero el castaño se lo impidió tomándole del brazo.

Le miró con un deje de asombro, y el menor se sonrojó levemente.

—Esto… ¿podrías…? —tartamudeó, sin saber muy bien cómo continuar.

—¿Sí? —instó, y el muchacho desvió la mirada.

—¿Podrías… quedarte conmigo? —el azabache observó que apretaba los labios y le volvía a mirar con súplica en sus achocolatados orbes.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó con cierto deje de diversión mientras cedía a la petición del castaño, recostándose junto a él.

Era consciente que con cualquier otro no cedería tan fácilmente, pero se trataba de Tsuna, y aunque este no lo supiera, no podía negarle nada. Por ello, por muy infantil que fuera por parte del chico, el azabache no se quejó ni cuando este le abrazó.

—Si no tienes sueño, puedes ponerte a estudiar —le dijo al ver que no volvía a caer dormido, pese a que estaba de espaldas a él para que no viera sus abiertos orbes chocolate.

—¿Cómo sabías que estaba despierto? —preguntó—. No estaba haciendo ruido.

—Tu respiración es más tranquila cuando duermes —contestó inconscientemente.

—¿Cómo sabes tú eso? —cuestionó intrigado.

—¿De verdad quieres saberlo? —no le hacía falta ver su cara para saber que tenía un adorable sonrojo en sus mejillas.

—Creo que mejor no —respondió, dándose la vuelta para mirarle con cierto brillo de duda en sus ojos, lo que le indicó al azabache que quería pedirle o decirle algo pero no se atrevía.

—¿Y bien? ¿Por qué no duermes? —quiso saber, y el muchacho hizo un gesto que reforzaba su pensamiento anterior.

—Yo… —vaciló unos instantes—. Tengo miedo…

—¿Miedo? —repitió—. ¿De qué?

—Si te lo digo, no te burles —advirtió, ante lo que el mayor sonrió divertido pero asintió—. Tengo miedo de que, cuando despierte… —dudó— todo esto no sea más que un sueño. Mirando atrás, no me puedo creer aún que todo sea real.

—¿Qué te ha dado de repente? —arqueó una ceja—. Claro que es real, Dame-Tsuna. Deja de pensar en tonterías y vuelve a dormirte.

—Lo haré, pero… —Reborn le miró con atención, instando a que continuara—. Cuando vuelva a despertarme… ¿estarás aquí? —preguntó algo avergonzado.

—No me iré hasta que despiertes, ¿está bien? —Tsuna no pareció conforme, y alzó su mano, indicando su dedo meñique.

—¿Lo prometes? —le miró con sus orbes achocolatados ilusionados, y el azabache suspiró resignado, entrelazando su propio dedo con el del joven.

—Ahora duerme —ordenó, deshaciendo el agarre. Era impresionante el poder de convencimiento que poseía una sola mirada, ¿cuándo se había vuelto tan manipulable?

—Gracias, Reborn —agradeció, cerrando los ojos y durmiéndose con una rapidez envidiable, como si sus palabras hubieran servido de anestesiante.

Sonrió al ver la tranquilidad con la que ahora dormitaba el menor, y le revolvió con cariño sus castaños cabellos al ver como se apegaba más a él, acomodándose en su pecho de manera inconsciente.

Rodeó el cuerpo del joven con un brazo en un gesto protector, como si quisiera alejar las pesadillas de él, y cerró los ojos con una sonrisa apareciendo por su rostro, mientras se planteaba una pregunta escondida en el fondo de su mente.

¿Cómo había acabado enamorándose de aquel inútil alumno de radiante sonrisa?

No lo sabía, y quizá no era necesaria la respuesta. Tal vez era irrelevante saber el cuándo o el por qué, de hecho, no le importaba.

Le bastaba con ser consciente de que, mientras se lo pidiese, se quedaría junto a ese hermoso cielo, aislando todos los miedos que pudiese tener.

Le servía con saber que no le dejaría aquella noche.

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Salut lectores~.

Como prometí, este es un one-shoot como esoecial por el 1 k de votos en Travels. Shoro. No pensé llegar tan lejos.

Grache a esas personitas que dieron sus sugerencias, aunque ha ganado el R27 con mayoría aplastante XD. Asi que aqui lo tenéis.

Es mi primer yaoi. No me matéis XD.

Ah, por cierto. Como a mi amiga le apasiona hacerme sufrir, este será un two-shoot XD. Espero que os haya gustado.

¿Merezco un comentario/voto? ¿Disparo? ¿Tartita?

¡Au revoir! Nos leeremos pronto~.

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