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Tiempo
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El tiempo se escurría entre sus dedos.
La noticia de que Tsuna había desaparecido se había extendido por todo Namimori, y ya no había quien no supiera de la desaparición del castaño.
Pese a la búsqueda exhaustiva de todos sus amigos, nadie había sido capaz de encontrarlo. Nadie excepto cierto ilusionista que por alguna razón callaba.
Solo Mukuro sabía la razón de su silencio, y no planeaba decirlo, ni siquiera al Arcobaleno. Si lo decía, el décimo Vongola estaría en peligro ante la posible guerra que desataría el hitman contra ellos.
Aún no sabía ni que siguieran existiendo, al parecer habían podido dominar el incendio de aquel entonces.
Pero el tiempo no daba tregua, pasaba, y con él, la esperanza. Aunque la desaparición del joven había sido noticia en la ciudad, la mayoría tenían la creencia de que estaba muerto y solo encontrarían su cadáver.
Intentaron que la noticia no se extendiera demasiado, o los padres del chico estarían devastados con la desaparición de su único hijo. Nadie los culparía.
Sin embargo, Mukuro bien sabía que el Arcobaleno se echaba la culpa por algo más que por no haber cuidado bien a su alumno, aunque no lograra deducir lo que era. Suponía que eran sus imaginaciones, pero no estaba del todo seguro.
En el mes y medio que Tsunayoshi llevaba desaparecido, el ilusionista le había ido a visitar con frecuencia, casi diariamente, intentando convencerlo de que se fuera de aquel lugar.
Sin embargo, el castaño se había encerrado en sí mismo y parecía no querer salir al mundo real. Decía que estaba bien ahí, y que no quería saber nada más de nadie que le pudiera hacer daño.
En cierto modo, comprendía por lo que estaba ocurriendo porque había pasado por una experiencia parecida. Él también pensó en algún momento que nunca debería salir de esas cuatro paredes en las que se encerró para no ser dañado por el mundo.
Pero eso era pasado, su futuro era más prometedor. Su futuro era más brillante, el que le había ofrecido el castaño con toda la buena voluntad del mundo.
El mismo que ahora se marchitaba en una ilusión de felicidad en la que se empeñaba en creer.
Porque Tsunayoshi no era feliz, pero él pensaba que lo era.
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Sus ojos se abrieron. Con el tiempo, se había acostumbrado a aparecer en esa habitación.
¿Acaso había conocido algo diferente alguna vez? Mukuro decía que sí, que su hogar no era ese, pero por alguna razón no lograba verse en aquel chico alegre que le describía.
Mukuro decía que estaba perdiendo la memoria, pero no lo creía así. Recordaba quién era, se llamaba Tsunayoshi. Tsunayoshi...
Frunció el ceño. ¿Tenía apellido?
No, no lo tenía. Era un huérfano como los demás niños que había en la mansión. Akihiro le había salvado, y a cambio él defendía a los que intentaran atacar la mansión.
A Mukuro sí le recordaba. Había estado con él siempre, y lo seguía estando, pero no sabía cuándo se conocieron ni por qué rehuía siempre de encontrarse en otro lugar que no fuera su habitación. Y decía cosas raras.
Decía que él era el décimo jefe de una poderosa familia, que había huído de su deber, y que todos estaban preocupados por él.
Tsuna recordaba miradas por las noches. Diferentes colores, diferentes expresiones, pero siempre destacaba una color azabache, negra como la noche, y una sonrisa burlona en un rostro borroso.
¿Quién sería? Mukuro decía que estaba perdidamente enamorado de alguien, pero no identificaba a quien le describía. Solo recordaba miradas, en sueños, los cuales parecían ilusiones de un pasado que le correspondía a otra persona que no era él.
Mukuro también decía que Akihiro no es de fiar, pero no podía decir nada cuando el rubio tan bien se había portado con él.
—Tsuna~ —sonrió Akihiro abriendo la puerta—. Hora de desayunar.
—Voy —sonrió.
Se vistió con lo primero que encontró en el armario y bajó junto al rubio, hablando felizmente.
—Entonces no van a atacarnos... —suspiró feliz.
—Sí, gracias a tu intervención, los Toscalli han decidido no atacar. Eres el mejor —rodeó sus hombros con un brazo.
—Solo negocié, no es tanto —sonrió.
Llegaron al comedor, y los niños recibieron a ambos con alegría.
—¡Tsuna! ¿Nos contarás el cuento esta noche?
—Sí, claro —rió—. Si os portáis bien —guiñó un ojo.
—¡Gracias!
Se pusieron a desayunar entre risas y charlas.
Mukuro observaba al castaño oculto tras una ilusión. Su poder ilusorio era mayor que el de la mansión, por tanto, no era detectado.
No había logrado proteger a Tsunayoshi. Finalmente había pasado lo que esperaba, había ido perdiendo la memoria gradualmente hasta olvidarse incluso de sí mismo.
Lo sabía porque él mismo experimentó esa sensación. A él también le trataron de borrar la memoria, aunque no lo consiguieron. Su resistencia mental era alta, y no pudieron infiltrarse en sus recuerdos.
Por tanto, había sobrevivido y salido de aquel lugar sin perder sus recuerdos.
El castaño tenía la sensación de que no había olvidado nada, porque sus recuerdos son ilusiones. Ilusiones creadas con un fuerte poder que, por más que quiso, no pudo evitar que se infiltrara en la mente del décimo Vongola.
Si no pudo, no era por falta de poder, sino porque Tsuna quería olvidar. Quería que las ilusiones sustituyeran sus recuerdos y la voluntad era un poder más fuerte que ninguno.
Y con el tiempo, había ya olvidado todo cuánto había sucedido para que llegara a ese lugar. Pero Mukuro bien sabía que no era feliz, o sino no le estuviera insistiendo para que abriera los ojos y se diera cuenta de que todo aquello era mentira, sin demasiado éxito.
No quiso decir nada a los guardianes ni al tutor de Tsuna por el simple hecho de que no podrían hacer nada, y más bien estaba ahorrándoles un mal trago al no reconocer ni la sombra de lo que alguna vez fue un alegre cielo.
Pero viéndose en aquella situación, sabía que no le quedaba otra opción.
Había dejado pasar demasiado tiempo.
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¡Salut lectores!
Un cap más de mi maratón ;)
Es junio, y por tanto puedo escribir tanto como desee... Siempre que no me quiten el móvil, vamos.
Espero que disfrutéis con mis pequeñas historias ;)
¿Merezco comentario/voto? ¿Disparo? ¿Tartita?
¡Au revoir! Nos leeremos pronto~.
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Sonne & Himmel
FanfictionLos sueños son los deseos más ocultos; las pesadillas, los miedos hechos realidad. Cuando un mal sueño afecta profundamente al joven castaño, su tutor no podría saber bien qué hacer en esos casos, pero tenía clara una cosa. Mientras su alumno se lo...