Marca

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Marca

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—No, no, no —negó varias veces, mirándose al espejo.

Tenía un muy grave problema, y todo era por una sola causa.

Reborn.

—¡¿Y ahora qué hago?! —se preguntó mientras se acercaba más al objeto reflectante, observando con pánico su piel.

Una marca levemente morada se mostraba en la parte alta de su cuello, abarcando un poco de su rostro. Eso era la consecuencia del acto del día anterior por parte de su querido tutor.

Se podría malinterpretar con demasiada facilidad.

—¡Esto no puede estar pasando! —exclamó angustiado. No podía faltar a clase, tenía examen de matemáticas y el azabache ni loco le dejaría ausentarse.

Se obligó a tranquilizarse. Si se ponía un jersey de cuello alto quizá no se notaría. No, no tenía nada tan elevado… ¿Y si añadía una bufanda…?

Respiró profundamente. Sí, eso sería lo mejor. Mientras no se viera, no ocurriría nada y podría actuar con toda la normalidad del mundo.

Esa mañana se había dado cuenta, aunque empezaba a entender por qué las sonrisas divertidas de ayer cuando el azabache le miraba. Sabía lo que iba a ocurrir y no se lo había dicho, seguramente para disfrutar de su reacción cuando lo viera.

—Buenos días, Dame-Tsuna —saludó Reborn con cierto deje de burla cuando entró en la cocina—. Vas bien abrigado, ¿no?

—Cállate, que esto es tu culpa —le miró acusatoriamente. Había optado por ponerse las prendas anteriormente mencionadas, y agradecía a los dioses que fuera invierno, pues pasaba más desapercibido.

El mayor tan solo sonrió con diversión y tomó tranquilamente su café, sacándole una expresión de molestia al castaño.

Se notaba que no se sentía para nada culpable.

Sin ganas de seguir recriminando algo por lo que el azabache no se iba a disculpar —¿cuándo se había disculpado? ¡Nunca!— dio media vuelta y salió de su casa sin ganas de desayunar. Si tenía hambre, compraría algo por ahí.

Por el camino encontró a sus dos amigos, discutiendo como siempre. Aunque, como también era usual, el de ojos verdes parecía más alterado que el otro, quien simplemente sonreía.

—Buenos días —saludó al llegar hasta ellos. Anteriormente le iban a buscar en casa, pero Reborn había dicho que tenía que aprender a ir solo al instituto, asi que prohibió a la tormenta y la lluvia que fueran a verle.

Desde entonces, ambos parecían ser más unidos que antes. Bueno, todo lo unidos que podían estar, discutiendo a cada rato todas las mañanas.

—Buenos días, décimo —saludó el de cabello platino educadamente.

—Hola, Tsuna —el azabache pasó un brazo por sus hombros, con una amplia sonrisa—. ¿Estás resfriado?

—¿Eh? Ah, sí, un poco… —dijo, recordando toda la indumentaria que llevaba para ocultar la gracia de su tutor.

Siguieron hablando alegremente hasta llegar al instituto, donde subieron a sus clases con algo de prisa para repasar antes del examen. Bueno, para que repasaran Tsuna y Yamamoto, porque Gokudera pensaba que las materias eran demasiado sencillas para tomarse la molestia.

Lo que más agobiaba al castaño era el hecho de tener el mismo ejercicio en frente suya y no poder recordar las palabras del azabache. Trató de entenderlo nuevamente por su cuenta, pero el timbre que anunciaba el inicio de clases no le dio tregua, y cinco segundos después entró el profesor anunciando que retiraran todo lo innecesario.

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