Capítulo Seis

240 23 15
                                        




Milan


                 

La veo alejarse antes de poder recuperarme del ataque. De todos los insultos habidos y por haber, escogió el más doloroso justo para mí. Mal nacido. Eso es lo que soy. Eso es lo que mi padre piensa que soy.

Ron pasa por mi lado siguiendo a Charlie. No puedo creer que aún no sepa su verdadero nombre. Y no entiendo qué carajos hace con Ron. Mi primo es el ser más calculador, rencoroso y manipulador que conozco. Me sabe mal que siquiera hable con ella.

—¿Qué pretendes, Milan? —La pregunta viene de Derek. Sé que está preocupado por mí. Desde que llegué hace diez minutos no ha parado con el tema.

—Solo quiero disculparme.

—¿Te vas a disculpar? ¿Tú? ¿Hablas en serio? —Sus preguntas me irritan y agradezco cuando mi teléfono suena.

Es el abuelo Mick. Nunca llama a menos que sea importante.

—¿Hola?

—Buenos días, chico. ¿Estás ya en clase?

—Aún no, viejo. ¿Pasa algo?

—Necesito un favor. Esta tarde debo llevar unos documentos a las oficinas de Max para firmar el contrato de su propiedad. ¿Crees que puedas buscar a tu abuela al trabajo y llevarla a casa?

—Por supuesto. Pasar tiempo con abuela Cassie es diez veces mejor que pasarlo contigo, viejo. Ella es más interesante, y más guapa.

—En eso estamos de acuerdo, chico. Por eso llevo una vida casado con ella. Soy un hijo de puta con suerte.

Suelto un carcajada por su honestidad.

—Suertudo.

—Hablando de suerte. ¿Cómo te fue con la disculpa?

La culpa cae sobre mí. No solo le fallé a Charlie ayer, también al hombre que más admiro al no llevar a cabo una simple disculpa. No es que Charlie me lo ponga fácil.

—Lo intenté. Está molesta. No quiere escucharme.

—Intenta más duro. Si hace que te esfuerces es porque vale la pena. Lo que fácil llega, fácil se va. Pero lo que trabajas con esfuerzo y paciencia, durará toda la vida. Recuérdalo, chico.

Con esas palabras termina la llamada.

***

Camino por los pasillos buscando a Charlie. Cuando llego a mi casillero encuentro a Beca esperándome.

—No estoy de humor, Rebeca —digo.

Sus brazos se enrollan a través de mi cuello.

—Buenos días, nene. ¿Te levantaste con el pie izquierdo? —Acerca su rostro al mío y me planta un beso.

Me deslizo de su agarre con furia. Estoy abriendo mi boca para regañarla cuando un destello rojo en mi visión periférica llama mi atención.

Giro la cabeza para encontrarme con la mirada de Charlie. Sus ojos están ocultos bajo la visera de su gorra, pero sé que me está mirando. Tiene una mueca de desprecio en su hermosa boca. Alguien a su lado llama su atención y desvío la mirada para descubrir a Ron a con ella otra vez.

Comienzo a moverme en su dirección cuando recuerdo a Rebeca. Sigue colgada de mí como una lapa. Miro en su dirección para encontrar su rostro enfadado.

—¿Siquiera estás escuchando lo que estoy diciendo?

—Rebeca, ya basta.

—No. Basta no. ¿Qué demonios te pasa con la marimacho que no dejas de mirarla?

Amanda MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora