Amanda
Salgo del estacionamiento hecha una furia. Estoy tan enojada que tengo que controlar el impulso de pisar el acelerador a fondo. No es propio de mi llegar a este punto y eso de alguna manera me enoja más. Al parecer, es una habilidad exclusiva de Milán.
Paro en el semáforo rojo mientras decido a dónde ir. Pienso en mi casa como primera opción, pero no estoy de humor para encerrarme entre cuatro paredes. Nada más de pensarlo me falta el aire. Si estuviera en Fort Lauderdale, nuestra ubicación anterior, iría directo la playa y dejaría que el sol, el olor y la vista de las olas me calmara. Pero no hay playas cerca por el momento.
Debo buscar otra opción. Considero buscar un parque o lago cerca, pero aún no conozco el área lo suficiente para explorar. Además no tengo ánimo de turistear, así que descarto la idea también.
Termino dirigiéndome al asilo. Espero que Nana Maggie obre su magia y me levante el animo. Y ruego no encontrarme a Milan de nuevo allí.
Milan.
No sé que tiene que me hace desearlo tanto como hace que quiera darle un puñetazo. Y eso que no soy una persona violenta. Pero estoy cansada de su inestabilidad. No puedo, ni quiero seguir con su juego de ahora si y después no.
Puedo, de manera lógica, entender su situación. El alcoholismo no es un paseo en el parque, y es terrible que el tenga que vivir esa situación en alguien tan cercano como su madre. Pero no me inscribí para ser su saco de boxeo emocional.
De repente se me ocurre que tal vez no soy la persona adecuada para consolarlo. Tengo mi propio equipaje y tal vez, de no tenerlo, hubiese reaccionado de manera diferente. Trato de pensar desde la perspectiva de una chica normal, pero no logro llegar a ninguna. No soy normal, entonces no soy y nunca seré adecuada para ser el apoyo emocional de Milan. Trato de ignorar el sentimiento de decepción que se desliza en mi interior.
Llego al asilo con el torbellino de emociones y pensamientos que no puedo controlar. Y lo odio. No puedo evitar dar un vistazo esperando ver el jeep de Milan entrar en el estacionamiento. Parte de la tensión deja mis hombros cuando entro al elegante recibidor sin señales de él.
La misma recepcionista de mi última visita me recibe. Su cabello pelirrojo esta en un elegante moño, combinado con su elegante atuendo. Todo en ella grita elegancia y eficiencia. Como que la envidio un poco.
—Hola—digo bajito—. Quisiera ver a...
—Margaret Maslany—dice con una cálida sonrisa. Se ríe de mi sorpresa—. La señora Maggie es un caso totalmente único.
No puedo evitar sonreír con ironía.
—Dímelo a mi—dije rodando los ojos.
—Estas en la lista de invitados autorizados. Eres Amanda ¿no?
Cuando asiento, saca un libro de registro.
—No necesitas anunciarte. Solo firma aquí—me dice señalando una hoja.
Una vez firmo, señala el pasillo a la izquierda.
—Maggie esta en su habitación. Es la A14.
—Gracias—mi antipatía esfumada casi por completo.
Camino por el pasillo lentamente. Algunas puertas de las habitaciones están abiertas. Echo un vistazo y encuentro residentes almorzando, jugando cartas y hasta bailando. Sonrió. Este es el lugar ideal para Nana Maggie.

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Amanda Mia
Roman d'amour¿Qué pasa si todo lo que odias es representado por quién más deseas? Desde el primer momento en que lo vi, supe que me traería problemas. ¿Qué pasa si todo lo que deseas es imposible por lo que representas? Desde el primer momento en que la vi, supe...