Capítulo Doce

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Milan

La jodí otra vez. A lo grande. Observo la espalda de Charlie mientras se aleja cada vez más de mi. Y no solo físicamente. La estoy perdiendo antes incluso de poder tenerla. Si tan solo pudiera dar marcha atrás en el tiempo y volver a la noche anterior, donde lo único que quería era hacerla sonreír. O mejor aún, al primer día de escuela.

Pero no, mi mundo explotó en mi cara y ya no hay vuelta atrás.

—¿Cuándo vas a entender que Amanda no una de tus seguidoras descerebradas de mierda, primo? Ella no quiere saber de ti. Muestra un poco de respeto y déjala en paz.

Por segunda vez en el día, me alejo de mi primo sin una palabra. La emociones dentro de mi están en erupción y si sigue por esa línea, su cara va terminar teniendo un encuentro cercano con mi puño mientras libero la frustración que me esta consumiendo. Por unos segundos, considero la idea. Pero no quiero decepcionar a mis abuelos.

Camino hacia mi jeep fijándome en el jetta de Charlie saliendo deprisa de las facilidades de la escuela. Me pregunto a dónde irá, y considero perseguirla, pero me aguanto. Sé que no estoy en condiciones de hablar pasivamente ahora. Esta vez, debo resolver la mierda que vivo en mi casa antes de asegurarme de recuperar a Charlie.

Porque no la voy a perder. Aunque pase el resto del año de rodillas, la voy a recuperar.

Escucho pasos acercándose rápido a mi espalda, mientras llego a la puerta de mi jeep. Aprieto mis manos en puños listo para atravesarle un derechazo a Ronald, cuando me doy cuenta de que se trata de Mel. Mi puño se detiene a centímetro de su cara.

—Woah, espera ahí tigre—grita dando dos pasos atrás con las manos en alto—. Mi cara es demasiado hermosa para un moretón.

Me alejo bruscamente de nuevo. No estoy de humor para sus payasadas. Además, estamos llamando la atención de los que están tomando almuerzo en el patio.

—Aléjate, Mel. No estoy de humor.

Abro la puerta de brusquedad, esperando que Mel tome la indirecta y se largue. El tipo me agradó incluso antes de salir del closet. Aguantó siempre la mierda que le tiraban y con una jodida sonrisa en la cara. Me hizo admirar su fortaleza. Pero hoy no es un buen día para hacernos cercanos.

Cierro de un portazo listo para largarme, pero Mel no se da por vencido. Se para al lado de mi ventanilla y me mira sin parpadear. Bajo el cristal así escucho lo que tiene que decir y pueda seguir mi camino.

—¿Qué quieres, Mel?

—Mira, guapo—pone una mano en su cadera mientras la inclina en una pose claramente femenina—. Sé que crees que eres como un semidiós hijo del gran Zeus con derechos sobre todos nosotros los mortales de la tierra. Hasta ahora me importaba poco que hacías o no con tu prepotencia y complejo de Hércules. Aunque eres un lindo caramelo, debo añadir. Pero no voy a permitir por un segundo que juegues con mi chica—se endereza y endurece su expresión—. No es como las demás. Esa chica ha sufrido más mierda que yo. Se hace la dura, pero la realidad es que solo es una fachada. No merece ser solo un juego más del gran Milan York.

Respiro profundo, mientras trato de procesar el hecho de que él sabe su secreto.

—¿Qué sabes de su pasado?—pregunto con fuerza.

Si es posible, su expresión se endurece aún más.

—Nada que ella me haya dicho. Pero hace falta un sobreviviente para reconocer a otro. Amanda no la a tenido fácil y hasta ahora no a tenido en quién apoyarse. Pero ahora me tiene a mí, guapo—se inclina hasta estar a centímetros de mi cara. Fuera mas intimidante sin no tuviera la cara llena de maquillaje—. Así que aléjate de ella.

Amanda MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora