Capítulo Ocho

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Milan

Joder.

Oh, joder. Oh, joder.

Si mi abuela se entera de lo que paso ayer, estoy muerto. Como, súper muerto. Abuela Cassie da aún más miedo que el abuelo Mick. Muchísimo más. No es que no me merezca ser frito como un pollo de KFC, pero, demonios. Si se entera, será doloroso.

—¿Charlie? —dice Maggie—. No cariño, su nombre es Amanda Mi...

—Ya nos conocemos, nana —interrumpe Charlie—. Tenemos física avanzada juntos.

Veo como Charlie intercambia una larga mirada con Maggie. Es como si tuvieran una conversación que solo ellas pueden escuchar. Y lo que sea que Maggie entendió, no fue bueno. Su actitud cambió por completo. Lentamente se levanta de su asiento. Siento más que veo a mi abuela taladrarme con la mirada.

—Bueno, esta vieja dama tiene mucho que hablar con su nieta. Cassie querida, te veo mañana —le dice a mi abuela. Luego me da una mirada seria—. Nos vemos en la próxima, Milan. —Se dirige a Charlie—. Amanda, acompáñame a mi habitación, por favor.

Charlie se para como un resorte y acuna la mano de Maggie hasta ponerla en la curva de su codo. Con paso tranquilo las veo alejarse. La luz del sol alumbra un lado de la cara de Charlie. La veo mirar a Maggie con total adoración, y eso la hace aún más hermosa.

Oigo un carraspeo detrás de mí. Me giro para enfrentar a mi abuela, quien me está atravesando con su mirada.

—Voy a buscar mis cosas. Espérame en el auto.

Se aleja con una última mirada y sé que estoy en grandes problemas.

Entro al edificio principal con paso ligero. Alcanzo a ver a Charlie y Maggie doblando la esquina. Sin poder controlar el impulso me acerco.

—Charlie —la llamo. No sé qué le voy a decir. Solo quiero mirarla un poco más. Tal vez debería disculparme otra vez. Tal vez solo debería alejarme.

La veo decir algo al oído a Maggie antes de caminar hacia mí. Su cara refleja siete tipos de enojo.

—¿Ahora qué?

—Eh... te quería pedir los apuntes de física.

—¿Mis apuntes? ¿En serio?

—Si. Yo... Lo que pasa es que el profesor habló rápido hoy y no me dio tiempo de copiar todo —digo atropelladamente. Sé que estoy haciendo el ridículo, y por su mirada incrédula, sé que estoy hundido hasta el cuello de mierda. No tengo idea de qué pasó en la clase de física hoy. Estuve toda la hora mirándola a ella.

—El profesor pasó toda la hora discutiendo el prontuario. No dio ninguna materia, ni nos mandó tarea. Así que dime, Milan. ¿Qué quieres realmente?

Joder. Hasta la nariz de mierda.

—Yo... —Tomo una respiración profunda—. Lo siento. Por todo. Desde el momento en que te conocí no he sido más que un idiota. Te falté el respeto y luego te besé a la fuerza. Tenías todo el derecho a defenderte, aunque mis bolas aún no superan el trauma. —Veo un destello de humor en sus ojos, más el resto de su cara permanece seria—. Luego hice lo que hice en el gimnasio. Descargé toda la ira que me consume en ti, aunque no eras la razón de ella. Lo lamento, Amanda. Te pido perdón.

Volvió a quedarse callada por un rato. En el fondo temo que dé la vuelta y se aleje de nuevo. Espero. Pero luego me devuelve la mirada.

—Estás perdonado.

Amanda MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora