Capítulo Cinco

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Amanda



Lo primero que percibo al recuperar la conciencia es el olor a antiséptico. Cierro los ojos con fuerza. Lo segundo es una mano envuelta alrededor de la mía. Se me acelera la respiración. No estoy segura de dónde estoy o qué paso, pero siento el pánico creciendo en mi interior.

Mantengo los ojos cerrados, intentando asimilar mi entorno sin mirar. Trato de recordar cómo termine aquí, acostada en lo que parece ser una camilla.

Como una avalancha, todo llega. Milan, el gimnasio, su mano presionando la mía sobre su entrepierna...

Me levanto de golpe, sacudiendo mi mano del agarre de Milan. En mi desesperación por alejarme, caigo de culo al suelo, buscando frenéticamente una salida.

—¡Amanda! —Escucho la voz de mamá a lo lejos—. Amanda, por Dios.

Lucho por ponerme en pie, buscando la fuente de su voz. Si mamá está aquí, estoy a salvo.

—Amanda, tranquila. —Veo a mi madre rodear la camilla y arrodillarse frente a mí. Todo mi cuerpo se sacude violentamente mientas dejo escapar mi desesperación. Con un movimiento brusco, la abrazo por la cintura y entierro mi cara en su pecho, sollozando.

Siento cómo me abraza con fuerza. No es de las que da palabras de aliento sin sentido. Solo me deja sacar todo, apretándome contra ella en el suelo de la enfermería.

Cuando siento el pánico menguar, aparto mi cabeza de su pecho sin soltarla.

—Lo siento, mamá.

—¿Por qué, muñeca? —Seca mis lágrimas con una dulzura inusual—. No tienes que disculparte por nada, Amanda. Estoy más preocupada por lo que provocó esta reacción en ti. Hace años que no te da un ataque de pánico. ¿Me contarás la razón?

Sacudo mi cabeza con vehemencia. No quiero hablar o pensar en lo que pasó. Lo único que quiero es bañarme. Siento la suciedad como una capa asfixiante.

—No quiero, mamá. Ahora no. Solo quiero ir a casa. Por favor.

—Por supuesto, cariño. Déjame hablar con la enfermera y nos vamos. —Agarra mi rostro entre sus manos y me mira a los ojos—. ¿Podrás aguantar unos minutos más?

Cuando asiento con la cabeza, nos levanta a ambas y me sienta con cuidado en la camilla. Asegurándose de que no me caeré de la cama, sale del cubículo.

No quiero pensar, así que solo observo mi entorno. El cubículo es grande. Está pintado crema claro y decorado con propagandas de higiene y cuidado prenatal. Supongo que ser una escuela preparatoria, literalmente te prepara para la vida.

Mamá entra con una sonrisa en su rostro.

—¿Lista?

Asiento mientras me deslizo de la camilla. La sigo hacia la salida pasando por el área de recepción de la enfermería. Una mujer afroamericana vestida con uniforme de enfermera me sonríe con calidez.

—Buen susto que nos diste, jovencita. Soy la enfermera Johnson. —Me acerca unos documentos—. Necesito que firmes unos papeles para registrar tu visita.

Mientras firmo los documentos que la enfermera Johnson me entregó, la mano de mamá no deja mi espalda. Tal vez no estuvo cuando mi pesadilla sucedió, pero ha recompensado su falta con creces. Es mi roca, quien me mantiene en pie, y doy gracias por ello.

Amanda MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora