Amanda
¿Qué se supone que tengo que decirle? ¿Que lo perdono? No lo hago. Así que simplemente me alejo. Después de tanta insistencia en hablar conmigo esperaba una disculpa más elocuente. Resultó ser atropellada y poco profunda. Lo único que me tranquiliza es que ahora que cumplió su cometido, me dejará en paz.
Camino por los pasillos en dirección a mi siguiente clase. Estoy doblando una esquina cuando tropiezo con alguien.
—Deberíamos dejar de encontrarnos así —dice Ron—. Un día de estos, uno de los dos saldrá herido.
Me alejo unos pasos y le sonrío un poco. No soy Miss Simpatía hoy, pero tampoco quiero ser grosera con una de las pocas personas que ha sido agradable conmigo en esta escuela.
—Lo siento. Estaba distraída.
—No hay problema. Solo bromeaba. ¿Vas camino a clases?
—Sí. Cálculo. ¿Y tu?
—Tengo español ahora —dice.
Cambia su peso de un pie a otro.
—Bueno, mejor sigo hacia mi clase —digo.
Estoy ya a unos pasos de distancia cuando lo escucho llamarme. Me giro para enfrentarlo pero no me acerco.
—¿Puedo acompañarte en el almuerzo? —pregunta.
Me quedo callada unos segundos mientras lo pienso. Me doy cuenta que Ron no me inspira temor. No confío en él y si se acerca demasiado probablemente reciba un rodillazo como su primo, pero no siento gran aversión.
—Almuerzo en el patio con Mel. —Sopeso su reacción al mencionar a Mel—. Puedes unirte si quieres.
Su sonrisa es adorable y un poco aniñada. No parece tener problemas con Mel, así que es un punto a su favor.
—Okey, te veo entonces —dice mientras lo veo alejarse.***
El resto del día pasa sin incidentes. No volví a encontrarme con Milan, así que pude relajarme hasta cierto punto. El almuerzo con Mel y Ron tampoco fue tan malo. Al principio Ron miraba incómodo a Mel, pero creo que tenía más que ver con los coqueteos que éste le hacía, que con sus preferencias.
Fue realmente gracioso de ver.
Las clases eran tediosas y poco interesantes. En mi última escuela, las materias eran más adelantadas, por lo tanto tocaban temas que ya había estudiado.
Viéndolo por el lado positivo, podría considerarlo un descanso.
La campana de salida suena y me apresuro a recoger mis cosas. No pienso caer en ninguna trampa hoy, y la mejor manera de evitarlo es saliendo de esta escuela lo más rápido posible.
Camino a trote ligero hasta la salida, aprovechando el gentío para pasar desapercibida. Noto a Milan recostado en su jeep escaneando la multitud. Solo por precaución me escudo tras unos estudiantes al pasar por su lado y una vez tomo distancia me apresuro a mi carro.
Tomo un respiro profundo y lo suelto de a poco, liberando toda la tensión de mi cuerpo. Si hay alguien en este mundo que me conozca bien, esa es la tía Maggie y ya que voy a verla quiero ir lo más relajada posible.
Salgo del estacionamiento con calma. Hay mucho tráfico, así que la salida de autos está corriendo lenta.
No sé que es lo que me hace mirar cuando paso por la entrada de la escuela. Es como un impulso que no puedo controlar.
Mi mirada se traba con la de Milan. Ya no está recostado en su Jeep. Al contrario, está derecho, mirando hacia mí sin parpadear. Su mirada quema y siento mi respiración acelerarse, y no por pánico.
Siento un anhelo en lo profundo de mi pecho. Un deseo de estar apretada entre sus brazos, de sentirme protegida. Quiero volver a sentir sus labios en los míos. Respirar su olor. Sentirme suya.
Un bocinazo me saca de mi fantasía y conduzco fuera de la escuela.
Una fantasía. Eso es lo que era. Debo dejar de fantasear con él. Irónico que sienta ese anhelo por quien me hizo daño hace unas veinticuatro horas.
No sé cómo lo vas a hacer, Amanda Maslany, pero tú te vas a olvidar de el-que-no-debe-ser-nombrado. ¡Tienes que hacerlo!
Sigo con mi discurso de auto-motivación mientras conduzco hasta el asilo donde vive la tía Maggie.
Nunca fue de mi agrado el que entrara en un asilo. Durante años me cuidó con mucho amor y siempre quise devolverle el favor. Pero no importó cuánto insistí, ella ganó. Mamá y yo nunca lo supimos, pero tía Maggie estuvo por años buscando un asilo para cuando ya fuera mayor. No fue hasta que encontró el ideal que nos anunció sus planes. Fue una pelea épica. Y lo que la hizo épica fue que ella ganó contra mamá y yo.
Estaciono mi carro cerca de la entrada del asilo. Es un lugar hermoso. Casi como un paraíso. Camino a través del recibidor y me acerco al mostrador para registrar mi visita.
—Buenas tardes. ¿Nombre del huésped? —pregunta la recepcionista, no mucho mayor que yo.
—Hola. Margaret Maslany —digo.
—La señorita Maslany está en el patio con la enfermera Cassie —dice—. Firme aquí, y luego camine ese pasillo hasta el final. Las puertas de salida están a la derecha.
—Gracias —digo mientras firmo la boleta de visita.
Camino por los pasillos con paso lento. Solo he estado tres veces desde que tía Maggie ingresó, y siempre está en un lugar diferente.
Salgo hacia el patio, apreciando la brisa de la tarde. Recorro con la mirada los distintos ancianos hasta que encuentro a Maggie paseando al lado de una enfermera. Camino hacia ellas con una sonrisa.
—Hola, guapa —le digo cuando me acerco.
—¡Amanda! Mi princesa hermosa. Ven y dale un abrazo a tu tía favorita.
Con una carcajada la abrazo con fuerza.
—Realmente te extrañé, nana. Te ves más joven que la última vez.
—Mentirosa. —Me agarra ambos lados de mi cara—. Estás muy delgada, niña. ¿Acaso tu madre te está dando esas sopas de lata de nuevo?
Me rio.
—No siempre. Solo unas dos veces por semana.
Miro a la enfermera con una sonrisa. Está disfrutando de nuestro intercambio en silencio.
—Oye, tía. No seas maleducada. Debes presentar a las personas que no se conocen. Mi tía favorita me lo enseñó.
La enfermera suelta una carcajada.
—Ves, Cassie. Por eso me recluí a este lugar. La juventud de hoy día está perdida.
—También la vejez, por lo que veo —digo riendo.
—Amanda, esta es Cassandra. Cassie, esta es mi indomable nieta, Amanda.
Adoro cuando me presenta como su nieta.
—Un placer conocerla, señora.
—Oh, por favor, llámame Cassie. Nadie aquí me llama señora.
—Será porque todos son más viejos que tú, amiga mía —dice tía Maggie, se gira hacia mí mientras la señala—. Cassie y yo nos conocemos desde hace muchos años, Amanda. Ambas crecimos en el mismo edificio de apartamentos. Claro, Cassie era más joven que yo, así que la usaba de muñeca mientras jugaba.
Estoy sorprendida y fascinada. El mundo es un pañuelo.
—No puedo creerlo. Eso es fantástico.
—Sí —dice Cassie—. Fue una gran sorpresa cuando nos encontramos aquí. Yo estaba saliendo de turno cuando Maggie paso a ver el asilo. Fue un gusto enorme volver a verla y retomar nuestra amistad.
—¿Cuánto tiempo llevaban sin verse? —pregunto. Las tres nos sentamos bajo una pérgola privada.
—Uff, niña —responde tía Maggie—. Como unos treinta años. Mucho tiempo sin saber de la otra. Llevo ocho meses viviendo aquí y aún no nos ponemos al día.
Ambas ríen con complicidad.
—Aún está contándome del marido numero dos —dice Cassie entre risas—. Sus historias son lo más interesante de mis días.
—Yo te puedo dar algunos detalles que la señorita aquí se salte —digo con complicidad.
—¡Amanda Maslany! No te atrevas a traicionarme —dice tía Maggie riendo.
—Oh, quiero saberlos todos. —Cassie se me acerca—. Te voy a invitar a tomar té a mi casa. De esa manera no tendremos a la señorita interrumpiendo a cada rato.
Nos reímos mientras Maggie entrecierra los ojos hacia nosotras.
—Mas les vale quedarse calladitas. Estoy vieja, no muerta. Aún puedo dar algunas nalgadas dolorosas.
Mi estomago duele de tanto reírme. Pasar tiempo con tía Maggie es lo mejor.
—Bueno, bueno, nana. No te me alteres. Soy fiel a ti... Y a los brownies.
—¡Oh! —exclama Cassie—. Hago unos brownies de muerte.
Me río mientras escucho a Maggie maldecir. Estoy secando mis lágrimas de risa cuando escucho su voz a través del patio.
—¿Dónde se encuentra la enfermera más hermosa de todo el universo? —La voz de Milan viaja por el patio hasta nosotras.
—Aquí, Milan —responde Cassie y quiero morir—. Debes conocer a mi nieto, Amanda. Es todo un galán.
Mi estomago se revuelve, pero ésta vez no es de alegría. Miro con pánico hacia la entrada de la pérgola. Lo observo mientras entra y abraza a su abuela. Su cara es tan diferente a la que he visto antes. Está repleta de amor. Aún no me ha visto sentada al otro extremo del cenador. Alza el puño y se lo ofrece a mi tía.
—¿Cómo te sientes hoy, Maggie Love?
—Feliz, guapo. Y más hoy, que mi hermosa nieta vino a visitarme —dice mientras choca su puño contra el de él.
La mirada de Milan se desplaza hasta encontrarme. Su cara refleja todo tipo de sentimientos, hasta que predomina el nerviosismo.
—Charlie.
Joder.

ESTÁS LEYENDO
Amanda Mia
Roman d'amour¿Qué pasa si todo lo que odias es representado por quién más deseas? Desde el primer momento en que lo vi, supe que me traería problemas. ¿Qué pasa si todo lo que deseas es imposible por lo que representas? Desde el primer momento en que la vi, supe...