Rahim estaba ya desesperado. Habían pasado tres semanas desde que nos habíamos casado y todavía no lograba embarazarme. Ni que hubiera pasado el tiempo suficiente para darnos cuenta en el caso de estarlo, pero, cuando mi periodo llegó, no pude expresar la tranquilidad que sentí. Eso significaba que él no había logrado su objetivo y estaba bien con el hecho de Rahim molesto. Me gustaba saber que lo que él quería no estaba siendo posible.
―debes darme un hijo, Eumur ― Rahim se acostó a mi lado luego de volver a follarme al intentar escapar ― si no te quedas embarazada está semana...
Dejó la amenaza en el aire, dando a entender que si no me quedaba embarazada, me mataría. ¡Como si yo pudiera controlar eso!
Rahim salió de la cama, destapó mi cuerpo y me observó.
―deja de mirarme ― me incorporé, tratando de ignorar el dolor al que ya estaba tomándole costumbre.
El hombre se acercó a una mesa y agarró varias cosas de metal.
―si quiero te miro, saghir. Eres mi esposa.
Cómo si ser su esposa justificara todo el maltrato hacia mí.
―pues entonces déjame ir y casarte con una mujer que si quiera que la mires ― refuté.
Rahim se rio.
―cualquier mujer querría que alguien como yo la mire.
―no yo. No quiero que me mires la cara todo el tiempo.
―pero yo no quiero mirar tu cara, saghir.
Aguante las lágrimas. Rahim ya había hecho dos veces esto desde que me sacó de abajo de la cama aquella noche. Cumplió su promesa de no volver a golpearme. De hecho, mi cara ya estaba curada por completo, a excepción de los labios (Que Rahim parecía querer morder siempre) que se mantenían hinchados.
Ya sabía lo que haría, él quería avergonzarme, como siempre. Mi paciencia ya había sido colmada hacía un buen tiempo, pero eso no impedía que él se regocijara con mi vergüenza.
―abre las piernas, Eumur.
―vete a la mierda― tiré de la sábana para taparme, pero Rahim la alejó, tirándola al suelo.
―abre las piernas, Eumur.
―ábrelas tú― volví a intentar agarrar la sábana, pero Rahim me empujó a la cama de nuevo.
―no te he dicho que te pararas― entre las cosas que Rahim había agarrado de la mesa, estaban unas esposas de cuero a las que les tenía odio― te dije que abrieras las piernas.
―y yo te dije que te fueras a la mierda― le respondí con los dientes apretados.
Sabía que si el me forzaba un poco más, iba a llorar como la débil que realmente era. Mi fachada de rebeldía y resistencia se estaba cayendo lentamente y estaba considerando seriamente la idea de sumirme a Rahim y terminar con estas torturas.
Rahim no me golpeaba. Lo que él me hacía era peor. Los golpes al menos se ven y pueden irse. Las humillaciones quedan marcadas en tu cabeza y no las sacas con nada, ni con lejía.
―vuelve a mandarme a la mierda y lo que te haré será peor, saghir― me susurró.
Agarró mis manos y las enganchó a las esposas, junto al cabecero de la cama. Entre el traqueteo logré pegarle un poco y arañarlo, pero él se mantuvo como si no hubiese hecho nada. Eso era lo peor. No había anda que sirviera para ponerle un freno.
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Saghir, amor árabe
ChickLitEl hombre ha tomado su lugar como lider en el mundo, dejando indefensas a las mujeres. Entre todas las nuevas leyes, se encuentra una que dice lo siguiente: "cada hombre, llegando a sus dieciocho años, deberá elegir una mujer para hacerla su e...