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Eumur.

Recuerdo haber llorado o eso creo. Algo mojaba mi cara, pero también podía ser el agua que Rahim me había tirado en la cara segundos atrás, luego de haber vomitado.

―le diré a Abdel que venga a revisarte.

―ni lo sueñes, no lo tendré― iba a cometer uno de los peores delitos de mi sociedad, pero no me importaba. Estaba siendo egoísta.

―no me entendiste, Eumur, tú tendrás a mi hijo quieras o no― Rahim se alejó― y más te vale que sea un niño, o te mataré igual que a tu madre.

Grité. Sé que chillé y abracé mi cuerpo por los dolorosos recuerdos, pero nada más.

―estás enfermo, estás enfermo si crees que tendré un hijo de una violación― le grité.

―¡ERES MI ESPOSA, SABES QUE NO ES CONSIDERADO COMO UNA VIOLACIÓN ANTE LA LEY Y ALÁ!

Mamá querría que yo fuera feliz. Mamá me tendría que cuidar. Papá tendría que quererme. Papá tendría que estar orgulloso de mí. Soy una vergüenza, una vergüenza...

―¡Basta, Rahim! ― abracé con más fuerzas mi piernas― me rindo, Rahim. Te lo prometo, me rendiré pero no dejes que nazca, por favor...

―te he dicho, que ese niño nacerá ― Rahim se agachó a mi lado― pero me gusta mucho que te rindas finalmente, Eumur. Ya era hora de que vieras que estar casada conmigo es un laberinto del que jamás podrás escapar.

Se fue. Me quedé en el piso del baño, tirando de mi cabello y meciéndome a mí misma.

Mi bebé no tendría la culpa de quién era su padre. Yo debía amarlo igualmente.

―ven a comer― Rahim entró con una bata de toalla y se agachó― y no te atrevas a decirme algo.

―no he dicho nada― me defendí sin mirarlo.

―me estoy anticipando, solamente.

Con dificultad, me paré. Rahim no me ayudó hasta que estuve completamente en pie. Él puso la bata sobre mis hombros y la ató en mi cintura.

―ya puedo sola― puse mi mano sobre una de las suyas cuando acomodó la parte del escote.

―quita― le dio un golpecito a mi mano y me sentí humillada. Parecía que trataba con un perro, no con su esposa― ven― agarró mi brazo y empezó a caminar, asumiendo que lo seguía. Tampoco es que tuviera otra opción con él agarrando con tanta fuerza mi brazo.

Ya tenía marcas por su culpa en todo el cuerpo.

―Rahim, me estás lastimando― por primera vez, se lo admitía. Nunca había expresado con palabra el dolor que sus golpes me producían.

Sin mirar, soltó un suspiro y aflojó el apriete pero sin soltarme.

Caminamos a la cocina en silencio y cuando entramos, la luz medio que me cegó. En la habitación y el baño, la luz era amarillenta y tenue. Aquí, la luz era blanca como la de los hospitales y encandilaba de una manera desagradable.

―siéntate― sin mirarme, me hizo un gesto a una de las sillas.

Caminé sin rechistar y me senté. Ahora tenía miedo de hacer las cosas mal. Tal vez me amenazaba con mi bebé. Yo no quería eso. No quería anda de eso.

Mi entrepierna y gran parte de mi culo dolió al apoyarme en la silla. Intenté no mostrar un gesto de dolor en mis facciones, pero fueron evidentes mis dolores cuando no pude aguantar el gemido de dolor que salió de mis labios.

Rahim estaba rebuscando algo en la heladera y cuando me oyó, se giró.

―¿Qué te pasa?

No lo mire.

―nada.

―no me mientas, saghir.

―no me pasa nada, Rahim, en serio.

Rahim cambió su gesto a uno furioso pero no dijo nada. Volvió a la mesada y mezcló algunas cosas en un bol. No me ofrecí a cocinar. Tal vez debí hacerlo, pero no me salieron las palabras. Más que hablar, tenía ganas de llorar, no estaba muy segura de por qué.

―ten― unos minutos después, Rahim dejó un plato en frente de mi― come.

Lentamente, fui metiendo bocado a bocado en mi boca. Rahim no sacó su vista de mi en ningún momento y terminé sintiéndome incómoda. El estómago se me revolvía asquerosamente y sabía que no tardaría mucho en sacar por mi boca todo el contenido de mi estómago.

―estás pálida.

―lo sé, no me siento bien.

―ve a la habitación― me ordenó, pero sonó más como una sugerencia.

Asentí, de nuevo sin quejas y empecé a caminar a la habitación. En serio me sentía mal. Casi al llegar a la habitación, la vista se me nubló repentinamente y caí al suelo, sin poder sostenerme.

―¡Eumur! ― Vi los pies de Rahim acercarse, pero era una imagen distorsionada.

Cerré mis ojos y dejé que lo que se hubiera apoderado de mí, me llevara.

Sólo fue una bajada en la presión.

Ella... creo que está embarazada.

Si, está muy embarazada, Rahim.

Logré abrir mis ojos luego del tercer intento.

―¿Cómo te sientes, Eumur? ― el mismo médico morocho que había venido hacía unos días, me habló.

―¿Cómo quiere que me sienta?

―felicitaciones, serás madre― cambió de tema cuando vio que no tenía mucho ánimo de ser amable.

―no por voluntad propia― miré fugazmente a Rahim, que estaba centrado en mirar su celular.

―ella insiste en que yo la violé― Rahim sacó su vista del aparato y miró al médico― ¿Cierto que eso no es posible?

―Rahim...― Abdel se puso serio― claramente hay signos de que ella fue forzada― dijo― necesito que seas un poco más delicado, sobre todo ahora.

―ella es mi esposa― Rahim parecía querer justificar todo con eso.

―si, pero a menos de que quieras perder al bebé, necesito que seas cuidadoso. No estoy diciendo que no lo hagas, sólo que al menos la lubriques un poco.

Mi cara debía estar bordó. Hablaban de mí como si fuera un objeto al que podía usar cuando tuvieran ganas.

―bien― Rahim soltó el celular como un niño castigado― pero quiero que me asegures que mi hijo estará bien.

―el bebé estará bien si sigues las indicaciones que te dé y tu esposa como adecuadamente. Además, debe estar en reposo y no hacer esfuerzos físicos, así que por un mes o dos...― Abdel empezó a guardar algunas cosas en un maletín del que no me había percatado― no deberían tenr sexo, ¿Bien?

Asentí, entusiasmada por la idea.

―seré cuidadoso― Rahim se apresuró a decir. Mis expectativas cayeron a cero.

―Rahim, debes ser muy cuidadoso― Abdel agarró todas sus cosas y caminó a la puerta― dieta balanceada, nada de situaciones estresantes y por favor, reposo. El tuyo es un embarazo de riesgo, Eumur― me habló― no puedes alterarte de más porque puede afectar químicamente al feto.

Asentí desganada.

El médico se fue, seguido por Rahim y me quedé sola, de nuevo. Nunca había tenido problemas con la soledad, siempre había sido una persona poco sociable, pero ahora me sentía más vacía y sola que nunca.


Saghir, amor árabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora