-11 (explicito)

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Capítulo explícito, leer bajo tu propia responsabilidad. 

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Eumur.

—¡Basta!- volví a la carga, empujando el pecho de Rahim. Intentaba sacarlo de encima de mi cuerpo, pero no podía. Él era bastante más fuerte que yo.

—no, Eumur— de nuevo, hizo la asquerosidad de pasar su lengua por mi cara— tú dijiste que soy un cerdo y yo te dije lo que los cerdos hacemos, así que...— dejó en el aire sus intenciones y sacó los jirones de tela que había hecho con mi ropa antes de irse.

—¡Vas a pudrirte en el infierno, maldito desgraciado! — mis palabras salieron roncas. La garganta me dolía, el pie también, casi todo mi cuerpo lo hacía, en realidad.

—no repitas conversaciones, Eumur— me sonrió descaradamente antes de poner sus piernas alrededor de las mías. Así no podía moverme— ¿Qué tenemos aquí?

Con una de sus manos- bastante más grandes que las mías- apretó uno de mis pechos. De nuevo, lo empujé. De nuevo, me golpeó.

—basta, Rahim, ¡Déjame!

—¡No te dije que hablaras! — gritó contra mi cara— cierra la puta boca si no quieres que te la cosa, Eumur.

—¡Pues hazlo!- le devolví en gritos, en un ataque de valentía— cóseme la boca, pégame. ¡Haz lo que quieras, maldito cobarde!

Mis gritos no sirvieron de nada. Él empujó nuevamente mi cuerpo hacia abajo, cerrándome contra la cama. Cada vez me atrapaba más y cada vez podía mover menos mi cuerpo. Mis brazos estaban un poco adormecidos y ni hablar de mis piernas.

—cuando te digo que cierres tu boca de mierda, ¡Es para que lo hagas, hija de puta! — bramó contra mí.

Me arrancó de la superficie de la cama y me arrodilló en el piso. Le importaba una mierda mi cuerpo magullado por sus anteriores golpes. De hecho, yo le importaba una pierda.

—me estás lastimando.

Intenté frenar las lágrimas pero fue inútil.

—saca mi polla del pantalón.

Negué frenéticamente contra su orden, pero se encargó de soltar mi cabeza para agarrar mi mano y automatizar mis movimientos. Movió mis dedos en su bragueta, bajó con mis manos su pantalón hasta dejarlo en las rodillas y tomó con mis manos su miembro.

—no quiero hacer esto, basta— rebajé mi orgullo.

—pero yo si quiero que lo hagas, saghir y si yo así lo quiero, lo vas a hacer — Intenté acomodar mi cuerpo, pero no me dejó mover — quiero que te la metas en la boca.

Cerré mi cavidad bucal para evitar que introdujera su miembro en ella, pero apretó mi quijada haciéndome soltar un grito de dolor cuando conectó su dedo en la herida de mi cara.

No tuve tiempo de moverme antes de que él ya tuviera su miembro dentro de mi boca. Tuve arcadas.

—siquiera intenta morderme y te quedas sin dientes, saghir— me amenazó.

Cerré mis ojos. No quería esto.

No cerré mi boca, sin embargo. Tenía miedo de que Rahim cumpliera su promesa y me lastimara más. Me había dado cuenta de que él no amenazaba. Él cumplía. Si decía que me mataría, ciertamente él lo haría.

Sus gemidos de placer me hicieron apretar mis ojos ya cerrados. En el fondo de mi garganta, su miembro chocaba repetidas veces con mi campanilla y las arcadas venían y se iban. Venían y se iban. Como su miembro. Embestida tras embestidas, él gimió. Embestida tras embestidas, intenté no ahogarme.

—voy a correrme dentro de ti— me dijo.

Mi cuerpo se sacudió por el temor y él aprovechó esa debilidad para dejarme de espaldas a él y empujar mi cabeza al suelo. Alzó mi cadera al aire, dejando mi culo perfectamente disponible para él.

—¿Qué tenemos aquí? — metió su mano entre mis piernas y pellizcó mi carne interior.

No pude hablar. Nada salía de mi garganta. Nada que no fueran jadeos de dolor.

Atrapó mis brazos detrás de mi espalda, imposibilitándome el poder levantarme. Retuvo mis miembros así con una mano y con la otra alzó mi cadera, dejándome en la postura que solíamos usar para rezar.

El gritó que emití cuando él... cuando él...

—¿Te gusta cómo te la meto, saghir? — Se impulsó con más fuerza dentro de mí y gruñó contra mi nuca— ¿Quieres que sea más fuerte, Eumur? ¿EH? ¡NO TE OIGO! — gritó cerca de mi cara.

No respondí. Me sentía morir. Cada golpe dentro de mí hacia ecos de dolor en todo mi cuerpo. El dolor era casi imposible de soportar. Hubiese preferido mil veces que él me insultara, que me pidiera que peleara, que lo desafiara, pero no esto.

Me sentía denigrada, ultrajada, violada.

—¿No vas a hablar, maldita perra? — su acento árabe marcado. Lo mismo había pasado la noche anterior— déjame decirte que tu coño parece ajustarse perfectamente a mi verga.

Un grito escapó de mi garganta cunado él se corrió dentro de mí. Aún insatisfecho que su denigración a mi cuerpo, siguió moviéndose dentro de mi, luego de haber llegado al orgasmo.

—esto— salió de mí y me giró bruscamente, poniéndome boca arriba— es para que entiendas quién es Rahim, saghir. ¿Te ha quedado claro?

No me moví. No dije anda. No emití sonido alguno. Siquiera sé si pude respirar en ese momento.

Rahim se incorporó, se acomodó sus pantalones y agarró mi inerte cuerpo para arrojarme en la cama, sin cuidado.

—¿Lo entendiste, saghir? ¿O debo seguir explicándote? —Asentí, asustada de uqe pudiera repetir lo de hacía segundos — así me gusta — dio una palmadita en mi cabeza, como si de un perro se tratase y salió de la habitación.

Me quebré a llorar.

Cuando fui capaz de levantarme, habían pasado ya varias horas. Cada centímetro de mi cuerpo dolía. No quería hacer mucho esfuerzo en levantarme, pero quería sacar todo lo que ese maldito... todo lo que Rahim podía haber dejado en mí.

—¡Eumur! — el vello de la nuca se me erizó cuando mi esposo entró por la puerta que lo había separado de mí horas atrás— ¿Qué mierda estás haciendo?

Bajé mi mirada. Todavía me sentía sucia y sólo quería darme un baño, pero él jamás lo entendería.

Rahim se acercó con pasos largos hacia donde me hallaba— contra la pared cercana al baño— y me tomó del brazo, separándome del frío cemento que me sostenía para no caer, debido a la debilidad que sentía en la parte inferior de mi cuerpo.

—quiero darme un baño— le dije, sin mirarlo.

—no me importa lo que quieras, saghir— me soltó y por poco caigo al suelo, de no ser porque logré estabilizarme— te quiero en la cocina en dos minutos.

—pero...

Me vi empotrada contra la pared en menos de dos segundos.

—te dije que me importa una mierda lo que quieras. Así que metete los peros...— una sonrisa diabólica se dibujó en sus labios— o mejor, ¿Prefieres que metamos otra cosa por aquí? — su otra mano apretó mi culo, con lascivia.

—¡No! — soné desesperada.

—entonces cierra tu linda boca y mueve tu culo a la cocina, porque no tengo paciencia, Eumur, ¡La has agotado!

Me soltó y salió de la habitación.

Tenía que encontrar la forma de irme de ahí. Podía soportar sus insultos, creo, pero jamás podría pasar por lo... por una violación de nuevo.

Iba a escapar, aunque me costara más de lo que tenía.

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Saghir, amor árabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora