13. Se suave, por supuesto que me gusta.

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PoV John

Llegamos la habitación entre besos y risas, a medio desvestir, con nuestras mentes puestas en el cuerpo del otro.

Nos recostamos en la cama con desesperación, de alguna forma de un momento para otro ambos habíamos perdido todas las prendas que nos quedaban. La luz estaba apagada pero un sol poco habitual en Londres se filtraba por la ventana e iluminaba su piel de porcelana.

- Cielos - susurra - ¿cuántas veces te he dicho lo hermoso que eres?

- Solo durante el sexo unas 204 veces - me contesto mientras buscaba un preservativo en su cajon. Luego se enfrento a mi sujetándolo con sus dientes, intentando hacerme reír. Y por supuesto que lo logró.

- Pues no son suficientes - se quitó aquello de la boca para usar sus labios de una forma mucho más útil. Le quite el paquete de la mano y me miró un tanto sorprendido.

- Han pasado unos meses... - comentó mientras volvía a atacar mi cuello.

- Feliz aniversario - susurre mientras lo colocaba en mi intimides, más desesperado de lo que pretende demostrar.

Continuamos besándonos unos minutos más, mientras sus manos recorrían mi espalda y su boca me sacaba gemidos al jugar con mis pezones, hasta que sentí que no podía más. Intente con un dedo al principio, para prepararlo, pero esto no era nuevo, para ninguno de los dos. Jugué dentro, uno, dos, tres... un gemido salió de sus labios y sonreí triunfante.

- Cállate - susurró, un tanto agitado. Escucharlo así me llevaba a las nubes.

Tome su miembro con mi mano y me coloque encima adecuadamente mientras lo masturbaba, y él cerraba los ojos complacido. Coloque mi ereccion donde debía, pero una vez más, temía lastimarlo, escuchar ese grito de hacía unos meses atrás, aunque moría por adentrarme en él, en volvernos uno. Entonces colocó su mano contra mi mejilla en una sonrisa llena de amor y me beso delicadamente.

- Se sueve, por supuesto que me gusta - me dijo y solo entonces tuve la valentía para hacerlo.

No gritó. O si lo hizo, pero fue mi nombre. Una y otra vez, mezclados con 'te amos' y maldiciones que jamás pronunciaba en otra parte, siempre cargadas de placer. Entraba y salía, cada vez más fuerte, dejándome llevar. En hundía sus dedos en mi cabello intentando mantener la compostura, intentando ser Sherlock Holmes. Pero todo eso se iba en el momento que ambos llegamos al glorioso clímax. No existía John Watson, no existía el detective consultor. Éramos uno. Un solo ser lleno de amor y deseo, felicidad y unión. Nada era mejor, nada importaba más.

Y apenas era pasado el mediodía.

N/A: Si, es un tanto muy corto, lo siento, sigo sin ser buena en escribir esto.

La historia sobre nosotros - Parte 2 (Johnlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora