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Alonso se encontraba guardando cosas en su casillero.

Luego de terminar cerró su casillero, pudo notar como Jos aún tenía problemas al abrir su casillero. Era increíble, ya habían pasado dos meses desde su llegada y aún no podía abrir el maldito casillero.

Alonso se acercó a él.

—¿N-necesitas ayuda?

—Por favor.

Alonso tomó las llaves del casillero de Jos y abrió con sencilleza.

—C-creo que ya deberías de aprender a abrir tu casillero.

—Intento, pero me cuesta.

—Es fácil, solo observa como lo hago y listo. —Sonríe.

—Eso hago. Hoy lo haz hecho más despacio, creo que ya sé como abrirlo, gracias.

—No hay de que. —Sonríe— Bueno, me tengo que ir, lindo día.

Alonso empezó a caminar a paso acelerado para salir lo más antes posible de ahí, no quería que nadie notara sus mejillas ruborizadas.

—¡Alonso, espera!

El menor se detiene y voltea. Rogandole a Dios para que Jos no le prestara atención a sus mejillas.

—¿Qué pasa?

—Me preguntaba, hm, digo, no sé...

—Jos en serio, necesito que sea rápido, quedé verme con mis amigos en la cafetería.

—Entiendo. Solamente quería darte las gracias por la ayuda, en serio, eres muy amable.

—No hay de que Jos. —Sonríe involuntariamente— S-sabes que si necesitas algo, búscame, seguro puedo ayudarte. Hm. Adiós.

—Sí, igual. Adiós. —Hizo un movimiento de mano mientras el menor se alejaba— Adiós bonito. —Susurró para sí mismo.

Colocó su frente en su casillero y negó con la cabeza.

“No seas idiota y ya invitalo a salir”, “Te arrepentirás muy pronto por no hacerlo”, “Dile de una maldita vez lo que sientes”, “Lo perderás y te arrepentirás”. Esos y muchos más, eran los pensamientos que tenía Jos a diario desde el día en que conoció a Alonso.

Cada vez que intentaba pedírselo, entraba en un nerviosismo, y este le impedía hacerlo. Siempre terminaba dándole las gracias por la ayuda que le daba todos los días, y Alonso era tan ingenuo, que no se daba cuenta que Jos lo hacia a propósito solamente para verlo e intentar pedirle que saliera con él.

Jos no sabía si Alonso sentía lo mismo por el, pero nada le costaba intentarlo. No sabía si Alonso aceptaría o solamente se burlaria de él, pero nada le costaba intentarlo. Sabia que no le costaba intentarlo, pero tenía miedo, miedo a ser rechazado y pasar una gran vergüenza, miedo a fallar, miedo a que Alonso no sintiera lo mismo por él. Simplemente el miedo era más grande que todo.

Jos siempre se repetía las mismas palabras antes de hablar; “Tienes veinte segundos de valentía, si no puedes, sigue adelante”. Siempre, antes de hablar con Alonso, repetía esas palabras. Pero no lograba seguir adelante.

—¿Cuándo será el día, Miguel? —Susurró para sí mismo— ¿Cuándo será el día que dejes de ser tan inseguro? ¿Cuándo?

Golpeó el casillero con su puño, no lo hizo por enojo, lo hizo por desesperación. Varios chicos que pasaban soltaron un brinco y se alejaron con la cabeza gacha de ese lugar.

—Mañana, mañana es la última oportunidad.

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