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Bendelin observaba desde su oficina, como afuera el invierno había llegado tiñendo de tristeza las calles de Londres. Nunca le había hecho mucha gracia, aquella época. Odiaba el tener que ponerse tanta ropa encima... Como le gustaría encontrarse en su finca de Granada, allí al menos el clima era muchísimo más cálido.

-¡Bingo! EL lunes se nos incorporará al periódico –afirmó, después de colgar el teléfono-. Podemos estar contentos, acabamos de cerrar un posible trato con uno de los mejores columnistas de Europa.

-Pero no hemos conseguido averiguar su identidad, verdad –cansado de que jugasen con él, se sentó en el sillón y echó un vistazo al documento que tenía encima del escritorio. Apenas eran dos folios, en donde resaltaban los mejores escritos por el famoso E.K... Ninguna palabra indicaba quien era, en dónde vivía, si tenía familia... y menos una fotografía de éste individuo. ¿Por qué no quería que la gente lo conociera?-. Tengo que averiguarlo...

-Imposible –dijo Matt, con cierta ironía-, son muchos los que han fracasado en el intento. Yo que tú, lo dejaría. Hemos tenido suerte de que el viejo Henry nos cediera su mejor columnista...

-Solo por que se jubila y la persona que se hará cargo del periódico ahora, no quiere tantas responsabilidades. ¿Pero digo yo, no tiene una hija a quien cederle todo ese cargo?

-Cierto. Leslie Mckendricks. Al parecer, ella tiene su propio negocio del cual ocuparse. Diseño de interiores –le pasó un documento-. Y te recomiendo que le eches un vistazo, puede que nos interese. Se está haciendo con muy buena clientela.

-De acuerdo, puede que lo mire –le dijo, mientras se levantaba-. Pero por el momento... ¿Qué me dices de un café? –Bendelin, lanzó sin importancia el informe encima del escritorio y se marchó junto con Matt.

Leslie llamó a la puerta de roble, antes de entrar en el despacho de su padre. Éste se encontraba dictando a Laura, de manera que se apoyó contra la puerta y se quedó observando. Había envejecido un poco desde la muerte de su madre, hacía dos años. Pero había sabido afrontarlo bien, diciéndoles que él no moriría hasta no ver a su hija casada. Aquello era ridículo. No había conocido todavía a ningún hombre adecuado a sus veintiséis años. Todos acudían a ella por su fortuna y hacerse en el día de mañana, con el periódico. Tontos, porque ya tenían a la persona adecuada para ese puesto.

-Cariño –Henry le saludó con la mirada y le hizo sentarse en un sillón-, ya he cerrado el trato con Van Holden. Si todo sale bien, el Lunes empiezas.

-¿Cómo se han tomado, el que no cedieras a decirles la identidad de E.K.? –preguntó con picardía.

-Pues no les ha hecho mucha gracia, que digamos. Pero dado el personaje de quien se negociaba, han tenido que desistir en el intento.

-Bueno, esperemos que funcione bien. He oído decir que Van Holden, es un hombre muy duro con los negocios...

-Y también, uno de los solteros más guapos de Londres –le comentó en broma, la cual le dedicó una mirada de advertencia-. Lo sé cariño, pero yo ya soy mayor...

-Tonterías, todos sabemos que eres un hombre muy fuerte.

Henry miró a su preciosa hija. Admiraba la belleza de ésta. Cada día se le parecía más a su madre, menos en cuestión de carácter, eso lo había heredado de él. Y no es que se alegrara mucho de ello, con lo cabezota que llegaba a ser no encontraría marido nunca. Tenía que hacer algo al respecto.

Para Siempre  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora