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Tres horas después de salir del supermercado, llegaba agotada y hambrienta a su casa. Al salir de allí estaba tan enfadada con Ben, que había decidido dejar las bolsas de la compra en el coche y mirar un poco los escaparates de las tiendas que había cerca. Al final, había comprado unas cuantas cosas... Como un par de peluches, para su niño cuando naciera y un par de juegos de sábanas, para la cuna. Acababa de dejar las bolsas en el comedor, cuando sonó el timbre de la casa. Soltó un suspiro... Esperaba que no fuese Dani, pidiéndole explicaciones de donde había estado toda la tarde. ¡Pero no! La sorpresa invadió rápidamente en su cara, al hallarse un chico cerca de los diez años si es que los tenía, con un enorme ramo de rosas rojas en sus pequeños brazos.

-¿La señora Van Holden?

-¿Qué? -¿Había oído bien?... Ese chico, había dicho Van Holden...

-¿Se encuentra en casa la señora Van Molden? -volvió a preguntar el chico con una sonrisa.

-Sí, soy yo... -Vaya, ya sabía quién le enviaba ese ramo de rosas tan precioso... ¿Pero con qué derecho, iba diciendo que era su esposa? Pero le era imposible enfadarse, ante un detalle tan precioso. Aunque no sabía que motivos se escondían tras él. El joven le entregó el ramo con mucho cuidado, para no estropear las delicadas flores-. Oh, espera un momento que te de... -le dijo, cuando vio que el joven se disponía a marcharse.

-No hace falta señora -le agradeció-. Su marido, ya se ha encargado de ello -Y rápidamente desapareció por la esquina.

Cerró la puerta asombrada, y se dirigió a la cocina a poner las rosas en agua. Estaba muy confusa. No entendía el por que le enviaba aquellas rosas, y aquel niño no tenía ninguna pinta de trabajar en una floristería como repartidor...

Después de dejarlas en la mesilla de su dormitorio, y de aspirar su embriagador perfume, por última vez. Volvió al comedor, para guardar las cosas que había comprado, antes de darse un relajante baño y prepararse alguna cosa para cenar.

Se encontraba en la bañera rodeada de espuma, y acompañada de música clásica. Pero aun así no conseguía relajarse, por que solo hacía que imaginárselo con una bella modelo acompañándolo aquella noche y sus nervios se alteraban. No podía creerse que tuviera la desfachatez, de estar convenciéndola que se fuera a vivir con él. Y que le regalase flores, para después, presumir en sus morros que se citaba con mujeres, por entretenimiento suyo.

Ya se encontraba enfrente de la nevera, con su viejo pijama y la bata encima, intentando escoger entre sí preparase una tortilla con champiñones o de jamón york, cuando volvieron a llamar a la puerta. Con un poco de pereza se dirigió abrirla, llevándose otra vez una sorpresa, al hallarse en la puerta a un chico de unos veinte años aproximadamente, con una enorme caja y una rosa, clavada en el lazo de la ésta. Se fijó en la rosa, y pudo comprobar que era igual a las del ramo que había recibido aquella tarde por parte de Bendelin. Por lo tanto, suponía que aquello era nuevamente obra de su queridísimo playboy.

-Buenas noches, la señora Van Molden -preguntó el joven educadamente.

-Sí, yo misma -un poco aturdida, aceptó el paquete y fue a pedirle al joven que esperara un momento. Pero nuevamente, su marido también se había encargado de darle propina al recadero. Así que deseo las buenas noches al joven, y entró rápidamente al comedor para abrir el paquete.

Primero, separó la delicada rosa del lazo para olería por un momento y ponerla a un lado de la mesa. Desprendía el mismo perfume, que las del ramo. Dulce y delicado. Después, tiró del lazo y levantó la tapa de la caja, soltando una exclamación al descubrir un precioso jersey blanco de cachemir. Estaba más que sorprendida. No entendía el por que de todo aquello. Lo sacó de la caja con mucho cuidado, acercándoselo a la cara para notar la suavidad de éste. Iba a su habitación ha probárselo, cuando volvió a escucharse el timbre de la puerta. Se paró a medio caminar. Siendo la hora que era, no podía ser nadie más que el autor de todos aquellos regalos. Con una sonrisa en los labios, fue abrir la puerta. Pensando que por fin sabría el por que de todo aquello. Pero la sonrisa se esfumó, al encontrarse en la puerta al mismo joven que antes, pero con otro paquete y con otra rosa. Aquello ya le estaba mosqueando un poco. No entendía el por que no aparecía él y se lo entregaba todo de una vez. Aunque la verdad, le estaba gustando mucho aquel juego. Y al parecer el joven recadero, tenía que pensar lo mismo por que intentaba contenerse la sonrisa, al ver la cara de sorpresa de ella al volverlo a ver.

Para Siempre  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora