Octava Carta

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De Laura a Marianne

continuación

Lady Dorothea no acababa sino de dejarnos, cuando fue anunciada una nueva visita, tan inesperada como la anterior. Se trataba de Sir Edward, quien, informado por Augusta del matrimonio de su hermano, venía sin duda a reprochar a su Hijo que se hubiera atrevido a unirse a mí sin su Conocimiento. Pero Edward, previendo sus Intenciones, y tan pronto como entró en la Habitación, se dirigió hacia él con paso heroico y le habló de la siguiente Manera:

-Conozco el motivo de su Visita, Sir Edward. Viene aquí con el bajo Deseo de reprocharme el enlace indisoluble que he llevado a cabo con mi Laura sin su Consentimiento. Pero sepa usted, Sir, que me vanaglorio de este Acto y que me jacto sobremanera de haber causado la Insatisfacción de mi Padre.

Dicho esto, tomó mi mano y, mientras Sir Edward, Philippa y Augusta se quedaban sin duda reflexionando con Admiración sobre la intrepidez del Valor de mi Esposo, éste me condujo de la Salita al Coche de su Padre, que seguía detenido ante la Puerta y en el cual nos pusimos inmediatamente a salvo de la persecución de Sir Edward.

En un principio, los Postillones habían recibido órdenes de tomar la carretera de Londres. Después de reflexionar un poco sobre el asunto, les ordenamos que nos condujeran a M..., donde estaba la morada del amigo más íntimo de Edward y que se en-contraba a sólo unas millas de distancia.

Llegamos a M... pocas horas más tarde y, después de anunciarnos, Sophia, la Esposa del amigo de Edward, vino a recibirnos. Después de haberme visto privada durante 3 semanas de una verdadera amiga (pues así considero a tu Madre), puedes imaginar mi gozo al contemplar a una persona, sin duda, digna de ese Nombre. Sophia estaba muy por encima de una estatura media y era muy elegante. Una dulce Languidez cubría sus encantadoras facciones, sólo para aumentar su Belleza. Esa misma Languidez era la Característica de su Personalidad: pura Sensibilidad y Sentimiento. Nos arrojamos la una en los brazos de la otra, y después de hacer votos de mutua Amistad para el resto de nuestras Vidas, intercambiamos los Secretos más preciosos de nuestros Corazones. A este Gozoso Entretenimiento nos dedicábamos cuando nos interrumpió la entrada de Augustus (el amigo de Edward), que regresaba de un paseo solitario.

-¡Mi Vida! ¡Mi Alma! -exclamó el primero.

-¡Mi Adorable Ángel! -replicó el segundo, volando el uno en brazos del otro.

La escena era demasiado patética para los sentimientos de Sophia y los míos propios, de modo que nos desmayamos alternativamente sobre el Sofá.

Adeiu.

LAURA

Jane Austen - Amor y AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora