Duodécima Carta

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Laura

continuación

Puedes imaginarte la enorme sorpresa que nos produjo la repentina marcha de Lord St. Clair. -¡Innoble Caballero! -exclamó Sophia.

-¡Indigno Abuelo! -dije yo.

Tras lo cual, nos desmayamos la una en los brazos de la otra. Cuánto tiempo permanecimos en aquella situación, no lo sé; pero cuando nos recobramos, nos encontramos solas, sin Gustavo, sin Philander y sin los Billetes. Comenzábamos a deplorar nuestro desdichado destino cuando la Puerta de la Habitación se abrió y «Macdonald» fue anunciado. Se trataba del primo de Sophia.

La premura con la que había venido en nuestro auxilio, tan pronto recibiera nuestra Nota, hablaba tan bien a su favor que no dudé en juzgarlo a primera vista como a un tierno y simpático Amigo. ¡Ay, bien poco merecía ese nombre! Pues, aunque nos dijo que se sentía muy preocupado por nuestras Desgracias, parecía que éstas no le habían arrancado ni un solo suspiro, ni le habían inducido a lanzar un juramento contra nuestra mala Estrella. Macdonald le dijo a Sophia que su Hija esperaba que la llevara con él de regreso a Macdonald Hall,2 y que a mí, como amiga de su Prima, también tendría gusto en verme. De modo que nos dirigimos a Macdonald Hall, donde fuimos recibidas con gran amabilidad por Janetta, hija de Macdonald y Señora de la Mansión.

Janetta tenía entonces sólo quince años; poseía una buena disposición natural; estaba dotada de un Corazón susceptible y era Simpática. De haber sido estimuladas apropiadamente, estas Cualidades habrían sido un verdadero adorno en su Naturaleza humana. Desgraciadamente, su Padre no poseía un alma lo suficientemente elevada para admirar una Disposición tan prometedora y se había esforzado con todos los medios a su alcance por prevenir que sus buenas cualidades se desarrollaran con los Años. En realidad, había eliminado de tal forma la noble y natural Sensibilidad de su Corazón, que había conseguido incluso que aceptara la proposición de matrimonio de un joven de su Recomendación. El Matrimonio debía celebrarse en pocos meses, y Graham se encontraba en la Casa cuando llegamos. En seguida nos dimos cuenta de la clase de persona que era: exactamente el tipo de Hombre que hubiera elegido Macdonald. Dijeron que era Sensible, instruido y Agradable; nosotras decidimos no juzgar tales naderías. Convencidas de que no poseía alma, de que nunca había leído Los lamentos de Werter y de que su Pelo no guardaba el menor parecido con el de Auburn, pensamos que con toda claridad Janetta no podía sentir el menor afecto por él o, al menos, que no debía sentirlo. La misma circunstancia de que el joven era la elección de su padre hablaba tanto en su contra que, incluso si en todo lo demás hubiese podido merecer ser su esposo, aquella circunstancia debería ser causa suficiente a los Ojos de Janetta para rechazarle. Decidimos exponerle estas consideraciones a una luz adecuada, sin dudar del Éxito que obtendríamos ante una persona de naturaleza tan bien dispuesta, cuyos errores tan sólo habían sido inducidos por falta de una apropiada confianza en sí misma y de un oportuno desdén por su padre.

Su respuesta fue todo lo favorable que habíamos esperado; no tuvimos ninguna dificultad en convencerla de que era imposible que amara a Graham y de que era su Deber desobedecer a su Padre. La única cosa que parecía hacerle dudar era nuestro convencimiento de que debía unirse a otra Persona. Durante algún tiempo, declaró una y otra vez que no conocía a ningún Joven por el cual sintiera el menor Afecto; sin embargo, después de explicarle que aquello era imposible, terminó por afirmar que creía que el Capitán M'Kenzie le gustaba más que ningún otro. Esta confesión nos satisfizo y, después de enumerar las buenas Cualidades de M'Kenzie y de asegurarle que estaba locamente enamorada de él, deseamos saber si alguna vez éste le había declarado su Afecto.

-Además de que nunca me lo ha declarado, no tengo razones para creer que haya sentido nunca algo por mí -dijo Janetta.

-De que te adora -replicó Sophia- no hay ninguna duda. El Afecto debe de ser mutuo. ¿No te ha mirado nunca con admiración? ¿Alguna vez te ha apretado la mano con ternura, se le ha escapado una lágrima involuntaria y ha salido de la habitación de forma brusca?

-Nunca, que yo recuerde -replicó ella-. Siempre ha salido de la habitación cuando su visita había terminado y no se ha marchado de forma brusca o sin hacer una reverencia antes.

-Sin duda, querida, debes estar equivocada -dije yo-, porque es absolutamente imposible que se haya separado de ti sin Confusión, Desesperación y Precipitación. Considéralo un momento, Janetta, y te convencerás de lo absurdo que es suponer que pudiera hacer una Reverencia o comportarse como cualquier otra Persona.

Después de dejar este Punto bien atado para nuestra satisfacción, el siguiente paso era determinar la forma en que debíamos informar a M'Kenzie de la favorable Opinión que Janetta tenía de él. Finalmente, decidimos hacérsela conocer por medio de una Carta anónima, que Sophia redactó de la siguiente manera:

¡Oh, feliz Amante de la bella Janetta! ¡Oh, envidiable Poseedor de su Corazón, cuya mano ha sido destinada a otro! ¿Por qué prolongas de esta forma la confesión de tu Afecto al amable Objeto del mismo? ¡Oh, considera que en pocas semanas habrá concluido toda soñada Esperanza que ahora puedas albergar, al unirse la infortunada Víctima de la Crueldad de su Padre al execrable y odioso Graham!

¡Ay! ¿Por qué favoreces tan cruelmente la proyectada Miseria de su vida y de la tuya propia, retrasando esa confesión que sin duda te atormenta desde hace tiempo? Una Unión secreta podrá asegurar de inmediato la felicidad de ambos.


Al recibir el Billete, el encantador M'Kenzie, cuya modestia -como reconoció más tarde- había sido la única razón que le había hecho ocultar tanto tiempo la vehemencia de su afecto por Janetta, voló sobre las alas del Amor a Macdonald Hall, y con tanta pasión razonó su Afecto por quien lo inspiraba que, después de pocas entrevistas privadas más, Sophia y yo experimentamos la Satisfacción de verles partir hacia Gretna-Green,3 lugar que eligieron antes que cualquier otro para la celebración de sus Esponsales, a pesar de que se encontraba a una considerable distancia de Macdonald Hall.

Adeiu.

LAURA

Jane Austen - Amor y AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora