Novena Carta

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De la Misma a la Misma


Concluía el Día cuando recibimos la siguiente Carta de Philippa:

Sir Edward está furioso por vuestra brusca marcha y se ha llevado a Augusta con él de vuelta a Bedfordshire. A pesar de lo mucho que deseo disfrutar de nuevo de vuestra encantadora Compañía, no puedo arrancaros del lado de vuestros queridos y dignos Amigos. Cuando vuestra Visita haya concluido, confío en que volveréis a los brazos de vuestra

PHILIPPA


Escribimos una respuesta apropiada a esta afectuosa Nota y, después de agradecerle su amable invitación, le aseguramos que naturalmente la aceptaríamos, siempre que no tuviéramos otro sitio adonde ir. Aunque nuestra agradecida respuesta a su invitación sólo podía agradar a un Ser razonable, lo cierto es que, no sé cómo, la caprichosa Dama se sintió molesta por nuestro comportamiento y, pocas semanas más tarde, no sé si por venganza por nuestra Conducta o para llenar su propia soledad, se casó con un Cazadotes joven e iletrado.

Este Paso imprudente (aunque nos dimos cuenta de que probablemente nos privaría de la fortuna que Philippa siempre nos había dicho que un día sería nuestra) no arrancó de nuestras elevadas Personalidades un solo suspiro. No obstante, sabíamos que aquella unión podría ser una fuente inagotable de tristeza para la engañada Novia, y nuestra temblorosa Sensibilidad se vio profundamente afectada cuando supimos por primera vez del Acontecimiento. Los afectuosos Ruegos de Augustus y de Sophia de que consideráramos su Casa como nuestro Hogar para siempre nos convencieron en seguida y decidimos no abandonarlos nunca.

En la Compañía de mi Edward y de esta Amable Pareja, pasé los momentos más felices de mi Vida. El tiempo transcurría de la forma más deliciosa, entre Muestras de mutua Amistad y votos de Amor inalterable, sentimientos que nunca se veían interrumpidos por la llegada de desagradables Visitantes, pues Augustus y Sophia habían tenido buen cuidado en, al llegar por primera vez a aquel Vecindario, informar a las Familias de los alrededores de que, como su felicidad se centraba totalmente en ellos mismos, no deseaban otro tipo de relaciones. Pero ¡ay, mi Querida Marianne! Aquella Felicidad de la que gocé entonces era demasiado perfecta para durar. El más severo e inesperado de los Golpes vino a destruir en un instante toda Sensación de Placer. Convencida como debes estarlo, por todo lo que te he dicho hasta ahora sobre Augustus y Sophia, de que nunca hubo una pareja más feliz, no tengo casi que decirte que su unión había sido contraria a los deseos de sus Crueles y Mercenarios Padres, quienes en vano habían tratado, con obstinada Perseverancia, de obligarles a casarse con personas a las que odiaban; si bien, con una Fortaleza Heroica, digna de ser relatada y Admirada, habían rechazado constantemente someterse a un Poder tan despótico.

Después de haberse desprendido tan noblemente de los Grilletes de la Autoridad Paterna, por medio de un Matrimonio Clandestino, decidieron no traicionar jamás la buena opinión que se habían ganado en el Mundo por este comportamiento y no aceptar ningún tipo de propuesta de reconciliación que pudiera proceder de sus Padres, si bien su noble independencia nunca se vio expuesta a esta última prueba.

Llevaban sólo unos meses casados cuando dio comienzo nuestra visita, y durante ese tiempo habían vivido muy bien gracias a una considerable suma de Dinero que Augustus había graciosamente birlado del Escritorio de su Indigno Padre, pocos días antes de su unión con Sophia.

Con nuestra llegada, sus Gastos aumentaron considerablemente, aunque sus medios para cubrirlos estaban casi agotados. Pero ellos, ¡Elevadas Criaturas!, se negaron a reflexionar por un momento sobre su Problemas pecunarios y se hubieran sonrojado ante la sola idea de pagar sus Deudas. ¡Ay, cuál fue su Recompensa por tan desinteresado Comportamiento! El bello Augustus fue arrestado y todos nos vimos en la ruina. El ignominioso comportamiento de quienes perpetraton tan ruin Traición sorprenderá a tu dulce naturaleza, Queridísima Marianne, tanto como entonces afectó a la Delicada Sensibilidad de Edward, de Sophia, de tu Laura y del mismo Augustus. Y para completar aquella Barbaridad sin igual, fuimos informados de que pronto se llevaría .a cabo un Embargo de la Casa. ¡Ah, qué podíamos hacer sino lo que hicimos! Todos suspiramos y nos desmayamos sobre el sofá.

Adeiu.

LAURA

Jane Austen - Amor y AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora