Decimoquinta Carta

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Laura

continuación

Cuando llegamos al pueblo donde debíamos tomar nuestro Desayuno, decidí hablar con Philander y con Gustavus. Con ese propósito, tan pronto como bajé del Carruaje, me dirigí hacia el Asiento Exterior y les pregunté con gran gentileza sobre su Salud, expresándoles mi preocupación por la incomodidad de su Estado. En un principio parecieron confundidos por mi Aparición, temiendo sin duda que les reclamara el dinero que nuestro Abuelo me había entregado y del que tan injustamente ellos me habían privado. Sin embargo, al ver que no mencionaba una palabra sobre el Asunto, me pidieron que subiera con ellos para que pudiéramos conversar con mayor comodidad. Así lo hice entonces y, mientras el resto del grupo se dedicaba a ingerir grandes cantidades de Té Verde y de tostadas con mantequilla, nosotros nos agasajamos, de una Forma mucho más refinada y Sentimental, con una Conversación íntima. Yo les informé sobre todas las cosas que me habían sucedido en el transcurso de la Vida y, a petición mía, ellos me relataron todos los incidentes de la suya.

-Como ya sabes, somos los hijos de las dos Hijas pequeñas que Lord St. Clair tuvo con Laurina, una bailarina de ópera de origen italiano. Ninguna de nuestras madres llegó a estar nunca completamente segura de la identidad de nuestros padres; aunque se cree que Philander es el hijo de un tal Philip Jones, Albañil, y que mi padre era Gregory Staves, un Fabricante de corsés de Edimburgo. Esto, sin embargo, no tiene demasiadas consecuencias porque, como nuestras Madres nunca se casaron con ellos, no Deshonraron nuestra Sangre, que es de la más pura y antigua clase. Bertha (la Madre de Philander) y Agatha (mi propia Madre) vivieron siempre juntas. Ninguna de las dos era demasiado rica. Originalmente, sus fortunas juntas sumaban nueve mil Libras, pero como siempre hicieron buen uso de ellas, cuando teníamos quince años, éstas habían descendido a las Novecientas. Estas Novecientas estaban siempre guardadas en el Cajón de una de las Mesas que decoraban nuestro Salón, con el objeto de que estuvieran siempre a Mano. Movidos bien por la circunstancia de que fuera tan fácil de tomar, bien por un deseo de independencia o por un exceso de Sensibilidad (que siempre hemos po-seído de manera notable), es difícil de saber, lo que es seguro es que, al cumplir los 15 años, cogimos las Novecientas Libras y nos escapamos.

»Una vez con el dinero en la mano, decidimos dividirlo-en nueve partes. La primera la destinamos a la Comida, la segunda a la Bebida, la tercera al Alojamiento, la cuarta al Transporte, la quinta a los Caballos, la sexta a los Criados, la séptima a los Entretenimientos, la octava a la Ropa y la novena a las Hebillas de Plata. Después de disponer de nuestros Gastos para dos Meses de esta forma (porque esperábamos que las Novecientas Libras nos duraran ese tiempo) nos dirigimos rápidamente a Londres y tuvimos la buena suerte de gastarlo en 7 semanas y un Día, es decir, 6 Días antes de lo que habíamos previsto. Tan pronto como nos desembarazamos del peso de tanto Dinero, comenzamos a pensar en volver al lado de nuestras Madres, pero tras escuchar accidentalmente que ambas habían Muerto de hambre, abandonamos la idea y decidimos unirnos a alguna Compañía de Actores ambulantes, ya que siempre habíamos sentido cierta inclinación por los Escenarios. Así, ofrecimos nuestros servicios a una de éstas y fuimos aceptados.

»Nuestra Compañía era en verdad pequeña, reduciéndose al Director, a su Esposa y a nosotros mismos. Claro que así éramos menos a pagar. El único inconveniente era la gran Escasez de Obras que podíamos representar, Escasez debida a la falta de Actores para interpretar Papeles.

»En cualquier caso, nosotros no nos preocupamos por ese tipo de menudencias. Una de nuestras Actuaciones de mayor éxito fue Macbeth, en la que ambos estábamos realmente magníficos. El Director interpretaba siempre a Banquo; su Esposa a mi Lady Macbeth; yo interpretaba a las Tres Brujas y Philander al resto. A decir la verdad, esta tragedia no fue sólo la Mejor, sino también la única Obra que representamos; y, después de haberla llevado por los escenarios de toda Inglaterra y del País de Gales, vinimos a Escocia para cubrir el resto de Gran Bretaña. Casualmente, nos encontrábamos acuartelados en aquel Pueblo al que llegaste y donde conociste a tu Abuelo. Cuando su Coche entró en el patio de la Hospedería, reconociendo el Escudo de Armas al que pertenecía y sabiendo que Lord St. Clair era nuestro Abuelo, decidimos intentar sacar algo de él descubriéndole nuestro Parentesco. Ya conoces el éxito que tuvimos en esta empresa. Después de obtener las Doscientras Libras, abandonamos inmediatamente el Pueblo, dejando que nuestro Director y su esposa interpretaran Macbeth ellos solos, y tomamos la carretera de Sterling, donde gastamos nuestra pequeña fortuna con gran éclat. Ahora, nos dirigimos hacia Edimburgo con la intención de medrar en nuestra carrera Interpretativa. Y ésta es, mi Querida Prima, nuestra Historia.

Después de agradecer al amable Joven su entretenido Relato y de expresar a ambos mis mejores Deseos de Bienestar y Felicidad, los dejé en su pequeño Habitáculo y volví al lado de mis otros Amigos, quienes me esperaban con impaciencia.

Y así, mi queridísima Marianne, mis Aventuras tocan casi a su fin; al menos por el momento.

Cuando llegamos a Edimburgo, Sir Edward me dijo que, como Viuda de su Hijo, deseaba que aceptase de sus Manos Cuatrocientas al año. Yo le prometí indulgentemente que lo haría, aunque no pude evitar darme cuenta de que el antipático Barón lo hacía más por el hecho de que fuese Viuda de Edward que por el de ser la refinada y amable Laura.

Instalé mi Residencia en una romántica Aldea de las Tierras Altas escocesas en la que vivo desde entonces y donde, libre de indeseables Visitas, puedo abandonarme, en melancólica soledad, a llorar incesantemente las Muertes de mi Padre, de mi Madre, de mi Esposo y de mi Amiga.

Augusta lleva varios Años unida a Graham, el Hombre que mejor conviene a su personalidad, y al que conoció durante su estancia en Escocia.

Con la esperanza de tener un Heredero para su Título y para su Fortuna, Sir Edward se casó al mismo tiempo con Lady Dorothea. Sus deseos se han visto cumplidos.

Incrementada su reputación tras sus Actuaciones en el Theatrical Line, de Edimburgo, Philander y Gustavus se mudaron a Covent Garden,s donde todavía actúan bajo los nombres de Lewis y Quick 6

Philippa hace tiempo que pagó su Deuda con la Naturaleza. Por otra parte, su Esposo sigue conduciendo la Diligencia de Edimburgo a Sterling.

Adeiu mi Queridísima Marianne.

LAURA



finis 

13 de junio de 1790

Jane Austen - Amor y AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora