Sexta Carta

1.1K 66 5
                                    

De Laura a Marianne

El noble joven nos informó de que su nombre era Lindsay, aunque por razones particulares lo llamaré aquí Talbot. Nos dijo que era el hijo de un barón Inglés, que su Madre había muerto hacía muchos años y que tenía una Hermana de estatura media.

-Mi padre -continuó diciendo- es un miserable canalla y un mercenario. Sólo puedo traicionar de este modo sus flaquezas ante Personas tan Queridas como las que aquí se congregan. Sus Virtudes, mi estimado Polidoro -dijo dirigiéndose a mi padre-; las suyas, Querida Claudia, y las suyas, mi Encantadora Laura, hacen que les entregue así mi Confianza. -Hicimos una inclinación de cabeza-. Mi Padre, seducido por el falso brillo de la Fortuna y la Delusoria Pompa de un Título, insistió en ofrecer mi mano a Lady Dorothea. No, nunca, exclamé yo. Lady Dorothea es Agraciada y cautivadora; no hay mujer que yo prefiera a ella; pero Sepa usted, Sir, que rehúso a casarme con ella por acceder a sus Deseos. No, nunca podrá decirse que complací los deseos de mi Padre.

La Masculinidad de su respuesta provocó nuestra admiración. El Joven siguió hablando:

-Sir Edward quedó muy sorprendido. Quizá no esperaba encontrarse con una oposición tan decidida a su voluntad.

»¡Por todos los santos, Edward! ¿Dé dónde has sacado tantas ridículas Monsergas? Sospecho que te has dedicado al estudio de Novelas.

»Yo me negué a contestar: eso estaba por debajo de mi Dignidad. Monté mi caballo y, seguido por mi fiel William, me dirigí a casa de mi Tía.

»La casa de mi Padre está situada en Bedforshire, la de mi Tía en Middlesex, y aunque me considero un notable conocedor de la Geografía, no acierto a entender cómo, cuando esperaba haber llegado a la Casa de mi Tía, me encuentro a mí mismo en este hermoso Valle, y descubro que estamos en el Sur de Gales.

»Después de vagar algún tiempo por las Orillas del río Uske, sin saber qué dirección tomar, comencé a lamentar mi cruel Destino de la Forma más patética y amarga. La Oscuridad era total, no había una sola Estrella que guiara mis pasos, y no sé qué hubiera sido de mí si, finalmente, y en medio de aquella solemne Penumbra que me rodeaba, no hubiese discernido una Luz distante, la cual, a medida que avanzaba, resultó provenir de la alegre Llamarada de su Chimenea. Impelido por la suma de las Desgracias que me acuciaban -a saber: el Miedo, el Frío y el Hambre-, no dudé en buscar refugio en su casa, algo que finalmente he conseguido.

»Y ahora, Adorable Laura -continuó diciendo, tomando mi Mano-, ¿cuándo podré, si es que es posible albergar esa esperanza, obtener una recompensa por todos los terribles sufrimientos que he padecido durante el tiempo que ha durado mi Afecto por tí, objeto de todas mis aspiraciones? ¡Oh! ¿Cuándo me recompensarás con tu persona?

-En este instante, Querido y Encantador Edward -repliqué yo.

Nuestra unión fue inmediatamente bendecida por mi Padre, que, aunque nunca se ordenara sacerdote, había sido educado para ingresar en el seno de la Iglesia.

Adeiu.

LAURA

Jane Austen - Amor y AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora