Undécima Carta

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Laura

continuación

-Tengo un Familiar en Escocia -me dijo Sophia al abandonar Londres- que, estoy segura, no dudará en recibirme.

-¿Le digo entonces al Mozo que nos lleve allí? -dije yo.

Aunque, después de pensarlo mejor, añadí:

-¡Ay, quizá sea un Viaje demasiado largo para los Caballos!

No queriendo, sin embargo, actuar movida por mi inadecuado Conocimiento de la Fuerza y las Cualidades de los Caballos, consulté con el Cochero, quien se mostró completamente de acuerdo conmigo sobre el particular. Decidimos, por tanto, cambiar de Caballos en la siguiente Ciudad y hacer rápidos Relevos durante el resto del Viaje.

Al llegar a la última Hospedería de nuestro camino, que se encontraba sólo a unas cuantas millas de la Casa del Familiar de Sophia, y para evitar imponerle nuestra Compañía desconsiderada e inesperadamente, escribimos con muy buena caligrafía una Nota muy elegante en la que le hacíamos un relato de nuestra Menesterosa y melancólica Situación, así como de nuestra intención de pasar algunos meses con él en Escocia. Tan pronto como enviamos esta carta, nos preparamos para seguirla en persona y, nos disponíamos a subir al Coche con tal propósito, cuando nuestra Atención se vio atraída por la Entrada de un Coche, coronado con escudo y tirado por cuatro caballos, en el patio de la Hospedería. Un Caballero bastante entrado en años descendió de él. Su primera Aparición hizo que mi Sensibilidad se viera maravillosamente afectada, y cuando le miré por 2.a vez, una Simpatía instintiva me susurró al Corazón que se trataba de mi Abuelo.

Convencida de que no podía equivocarme en aquella conjetura, salté inmediatamente del Coche en el que acababa de entrar y, siguiendo al Venerable Extraño hasta la Habitación a la que fue conducido, me arrodillé ante él y le rogué que me reconociera como a su Nieta. Él se detuvo y, después de haber examinado detenidamente mis rasgos, me levantó del Suelo y, tendiéndome sus familiares brazos, se abrazó a mi cuello, exclamando:

-¡Te reconozco! Sí, querida resemblanza de mi Laurina, y la hija de mi Laurina; dulce imagen de mi Claudia y de la Madre de mi Claudia, te reconozco como la Hija de la una y la Nieta de la otra.

Mientras me abrazaba de manera tan tierna, Sophia, sorprendida por mi precipitada Partida, entró en la Habitación, buscándome. Tan pronto el venerable Par posó su mirada en ella, exclamó lleno de Sorpresa:

-¡Otra Nieta! Sí, sí, veo que eres la Hija de la Hija mayor de mi Laurina. Tu parecido con la bella Matilda lo proclama con claridad.

-¡Oh! -replicó Sophia-. Cuando le vi por primera vez, el instinto de la Naturaleza me susurró que teníamos algún lazo de parentesco, pero si se trataba de Abuelos o de Abuelas era algo que no podía determinar.

El la rodeó con sus brazos y, mientras permanecían abrazados tiernamente así, la Puerta de la Habitación se abrió y el más Hermoso joven hizo su aparición. Al percibir su presencia, Lord St. Clair se quedó perplejo y, retrocediendo unos pasos y levantando las Manos, dijo:

-¡Otro Nieto! ¡Qué Felicidad tan inesperada, descubrir en el espacio de 3 minutos el mismo número de descendientes! Seguro estoy de que se trata de Philander, el Hijo de la 3.a Hija de mi Laurina, la amable Berta; sólo falta la presencia de Gustavus para completar la Unión de los Nietos de mi Laurina.

-¡Y aquí está! -dijo un Agraciado Joven, que en ese momento entraba en la habitación-. Aquí está el Gustavo que deseabais ver. Soy el hijo de Agatha, la 4.4 y más joven de las Hijas de Laurina.

-En verdad lo eres -replicó Lord St. Clair-. Pero, dime, ¿tengo más nietos en la Casa?

-Ninguno más, mi Señor.

-Entonces, cuidaré de vosotros sin más dilación. Aquí tenéis 4 billetes de 50 libras cada uno. Tomadlos y recordad que he cumplido con el Deber de un Abuelo.

Y, dicho esto, salió enseguida de la Habitación, e inmediatamente después de la Casa.

Adeiu.

LAURA

Jane Austen - Amor y AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora